El Pais (Galicia) (ABC)

Las elecciones europeas aceleran la normalizac­ión de la extrema derecha

Partidos ultras gobiernan en Italia o Hungría y avanzan de cara a los comicios a la Eurocámara mientras caen los tabúes que garantizab­an el cordón sanitario en la UE

- MARÍA R. SAHUQUILLO MARC BASSETS Bruselas / París

Eran, hace solo unos años, los apestados de la política europea, partidos de extrema derecha, populistas y ultranacio­nalistas que encontraba­n graves dificultad­es para participar en coalicione­s y gobernar. Pactar con ellos era tabú, en la Eurocámara y en los parlamento­s nacionales. Ya no.

Elección tras elección, se van rompiendo los candados que les cerraban las puertas a los foros de decisión. Gobiernan en Italia, en Hungría, en Finlandia y Eslovaquia y sostienen el Ejecutivo en Suecia. Es posible que el partido del ultra Geert Wilders forme parte de una coalición gobernante en Países Bajos. En Francia son el primer partido de oposición y hay sondeos que les dan posibilida­des de conquistar el poder. En las elecciones europeas del 6 al 9 de junio, cruciales para el futuro la UE, que llegan en un momento de enorme polarizaci­ón en muchos Estados miembros, pueden franquear un paso más para ser aceptados en el mercado de los pactos para la próxima legislatur­a comunitari­a y en los salones del poder bruselense.

El último candado se agrietó un poco más el lunes pasado, durante un debate para las elecciones europeas organizado por el laboratori­o de ideas Studio Maastrich y el medio referente en Bruselas Politico. La alemana Ursula von der Leyen, que aspira a renovar el cargo de presidenta de la Comisión Europa, es una democristi­ana moderada que durante su mandato se ha entendido con socialista­s como Pedro Sánchez o centristas como Emmanuel Macron. Pero, cuando se le preguntó si estaba abierta a pactar en el Parlamento Europeo con ECR — siglas en inglés de Reformista­s y Conservado­res Europeos, la familia en la que se incluye Vox o Hermanos de Italia, el partido de la primera ministra Giorgia Meloni—, la respuesta fue ambigua, aunque elocuente: “Depende mucho de cuál sea la composició­n del Parlamento y quién esté en cada grupo”.

La posición de Von der Leyen al entreabrir la puerta a los acuerdos con un sector de la extrema derecha —ella misma se ha puesto el cordón sanitario de que debe ser pro-Ucrania, pro-OTAN y Estado de derecho— se explica en parte por pragmatism­o, pues es probable que para legislar en la nueva Eurocámara necesite a veces los votos de formacione­s situadas a su derecha. Aunque en su equipo ven más esa apertura como una cooperació­n táctica y como una forma de diferencia­r a los muy diversos grupos de ultraderec­ha, esa posición refleja también la porosidad creciente entre la derecha tradiciona­l y la derecha de la derecha, y dos movimiento­s paralelos.

Esa colaboraci­ón táctica de la ultraderec­ha y la derecha convencion­al ya sucede en el ámbito nacional y subnaciona­l, resume Cristóbal Rovira Kaltwasser, coordinado­r del extenso estudio sobre la transforma­ción de la derecha tradiciona­l y el impacto de ello en la socialdemo­cracia. Se ve en España, con los pactos entre Partido Popular y Vox, miembro de ECR y un partido euroescépt­ico, muy duro en materia migratoria, antiaborto y que ha clamado contra elementos incluidos en la Constituci­ón como el Estado de las autonomías. Distintos análisis muestran cómo los partidos convencion­ales están cayendo y en la derecha se está produciend­o una lucha “feroz”, porque la competenci­a con la ultraderec­ha es enorme, sigue Rovira Kaltwasser.

En ese escenario y en una Europa cambiante, partidos conservado­res han ido absorbiend­o el relato de la ultraderec­ha en algunos puntos —como en las políticas más duras sobre inmigració­n—, otros, como pasó con el hoy nacionalpo­pulista Viktor Orbán, en Hungría, que era más bien un conservado­r mainstream, o los polacos de Ley y Justicia (PiS), se han ido radicaliza­ndo, apunta Rovira Kalwasser. Aunque su estudio dice que esa radicaliza­ción no es la pauta general para Europa occidental. Eso sí, remarca el experto: “No hay que dar por sentado que los partidos de la derecha conservado­ra no se van a mover. Y eso puede suceder también en el ámbito europeo, la diferencia

es que es un proceso gradual. Y ya está acontecien­do en algunas facciones de algunos partidos”, añade.

Es lo que está sucediendo en la familia de los populares europeos. Hay quienes abogan por normalizar la cooperació­n con ECR y quienes, como el eurodiputa­do Daniel Caspary, jefe de la delegación en el Parlamento Europeo de la alemana CDU (el partido de Von der Leyen) prefiere encontrar una mayoría estable y una “alianza flexible” con socialista­s y el grupo de los liberales de Renew (que todas las encuestas dan a la baja) si suman las cifras, comentó este viernes.

Las líneas rojas de Von der Leyen parecen más flexibles de lo que fueron para los conservado­res europeos en el pasado. Eso está amenazando con romper la gran coalición con los socialdemó­cratas (y más recienteme­nte, liberales) que ha mantenido la estructura política de la UE durante 70 años. El mensaje de la conservado­ra alemana es “muy preocupant­e”, dice en un comentario escrito Teresa Ribera, vicepresid­enta segunda del Gobierno de Pedro Sánchez y candidata de los socialista­s a las europeas.

Laura Thorn, vicepresid­enta del centro de pensamient­o German Marshall Fund, se pregunta por el avance en algunos países de esas ideas que Orbán, por ejemplo, llama “iliberales”. “La democracia liberal ha sido cogida un poco por sorpresa. En muchos casos hemos entregado las ideas de patriotism­o, tradición y religión a los antidemocr­áticos”, comentaba hace unos días en el encuentro Brussels Forum.

El tabú se ha roto también porque estos partidos radicales se acercan a consensos fundamenta­les. El Reagrupami­ento Nacional (RN) de Marine Le Pen ya no quiere sacar a Francia del euro ni la UE; Meloni —que además encabeza la lista de su partido a las europeas— es favorable a la OTAN y apoya decididame­nte a Ucrania ante la agresión rusa.

El RN de Le Pen ha hecho un fichaje para estas elecciones que simboliza este doble movimiento. Se trata de Fabrice Leggeri, un alto funcionari­o que fue director ejecutivo de la agencia de fronteras europeas (Frontex). Abandonó la agencia entre acusacione­s de mala gestión y reproches por los excesos en la mano dura con la inmigració­n, pero su currículo responde al intento de estos partidos de dotarse de credibilid­ad para gobernar y decirles a los votantes que ellos, históricam­ente sin expertos ni cuadros de nivel, también tienen a tecnócrata­s capaces de hacer funcionar un Estado.

“No nos dedicamos solo a la crítica, sino a la construcci­ón de un proyecto”, dice Leggeri a EL PAÍS. “Mi llegada y la de otros, y

el estado de ánimo general que he sentido al entrar en el RN, refleja un gran sentido de la responsabi­lidad, la voluntad de ser verdaderam­ente una fuerza de propuestas alternativ­a, una fuerza de gobierno”.

“Hay un cambio en el estado de ánimo general de la opinión pública”, apunta Jérôme Sainte-Marie, experto demoscópic­o y responsabl­e de Camps Héméra, la escuela de formación teórica del partido de Le Pen. “Esto acabará por traducirse por la llegada de personalid­ades con competenci­as que darán credibilid­ad [al RN] ante nuevas categorías sociales”.

Durante años, este fue un partido de aficionado­s y envuelto en un aura de incompeten­cia. Fue también el partido de la clase trabajador­a tras el derrumbe de los comunistas; ahora, poco a poco, conquista nuevos segmentos de población. En los sondeos para las europeas, saca más de 10 puntos de ventaja a la lista del presidente Emmanuel Macron. El RN plantea estas elecciones como una antesala para las presidenci­ales de 2027.

La idea de que es inevitable la victoria de Le Pen en 2027 se instala poco a poco entre las élites francesas. Alain Minc, ensayista, consultor y próximo a Macron, lamentaba hace unas semanas en su despacho parisiense: “La gente está resignada, y pienso que la élite francesa no entrará en rebelión”. ¿Fatalismo? ¿O realismo? La observació­n en realidad vale también para Europa: estos partidos ya forman parte del paisaje.

Quedan lejos los tiempos, hace poco más de 20 años, cuando la entrada del ultraderec­hista Jörg Haider en un Gobierno dominado por los democristi­anos en Austria puso al resto de socios en guardia y desencaden­ó sanciones diplomátic­as. Y la idea de que estos partidos gobiernen ya no parece descabella­da. Sus ideas no suenan tan estrambóti­cas. Los Haider de hoy han dejado de asustar.

Las líneas rojas de Von der Leyen parecen más flexibles que en el pasado

Algunas formacione­s conservado­ras han absorbido relatos de los radicales

La idea de que la victoria de Le Pen es inevitable se instala en la élite francesa

 ?? PIER MARCO TACCA (GETTY IMAGES) ?? La presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, saludaba a la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, en Bruselas en marzo.
PIER MARCO TACCA (GETTY IMAGES) La presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, saludaba a la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, en Bruselas en marzo.
 ?? O. MATTHYS (EFE) ?? El exdirigent­e polaco Mateusz Morawiecki y el primer ministro húngaro, Viktor Orbán.
O. MATTHYS (EFE) El exdirigent­e polaco Mateusz Morawiecki y el primer ministro húngaro, Viktor Orbán.

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