El Pais (Catalunya) (ABC)

De Caracas a Guadalajar­a vía Facebook

- CARLOS ARRIBAS, Guadalajar­a Pedroso: “En realidad empecé hace 11 años entrenando a Teddy Tamgho”

La Fuente de la Niña es casi Maranello, una fábrica de campeones desde cuyos muelles de reparto salen valiosos productos a conquistar el mercado y la gloria del atletismo español, y el mundial. Al frente, en su oficina del estadio de atletismo de Guadalajar­a, esto es, paseando junto a los fosos de arena, por los pasillos de la zona de saltos, su máximo responsabl­e, Iván Pedroso.

Yulimar Rojas, la campeona olímpica y plusmarqui­sta mundial de triple salto, descansa el fin de semana con una pequeña contractur­a en el psoas, así que Pedroso voló ayer a París para guiar hacia la victoria en el mitin de la Diamond League a Jordan Díaz, el plusmarqui­sta español (17,76m) y gran futuro del triple salto mundial, quien, con 17,66m, superó al cubano Andy Díaz (17,65m) y al campeón olímpico, Pedro Pablo Pichardo (17,49m). Fátima Diame, la mejor saltadora española del momento, y Tessy Ebosele, subcampeon­a mundial y europea júnior de triple salto, saltaron el jueves en Castellón, y también Héctor Santos, saltador de longitud que le pisa los talones a Eusebio Cáceres, el mejor español, y Huang Changzhou, el mejor saltador chino. Solo la medallista olímpica Ana Peleteiro, embarazada, descansa.

Es la factoría Pedroso, el grupo de entrenamie­nto del que sale la mejor calidad, los ferraris del salto.

“Desde un principio el objetivo era este: llegar a la élite como entrenador”, cuenta Pedroso, cubano de 49 años, quien, como saltador de longitud de 8,71m fue campeón olímpico en Sídney 2000 y nueve veces campeón mundial, y que llevaba años viviendo en Guadalajar­a. “Empecé en realidad hace 11 años entrenando a Teddy

Tamgho [triplista francés, campeón del mundo en 2013, uno de los seis que en la historia han pasado de 18 metros]. Fue él quien me dio toda la fuerza que tengo, y ahora es mi socio en el grupo. Luego llegó Ruth Ndoumbé [triplista española que se retiró joven tras una grave lesión de rodilla], y luego, por Facebook, cogí a Yulimar Rojas...”.

Y, entonces, de repente, como si la zona de saltos de la pista de atletismo, tan pegada a la A-2, fuera en realidad un escenario en el que se representa una obra teatral, esplendor de auge de Iván Pedroso, o algo así, la voz del campeón cubano queda enterrada bajo el sonido abrumador del reguetón que brota del gran altavoz que la mismísima Yulimar Rojas, la reina de los parajes, ha plantado en mitad del césped. Y esa es la señal para que ella, la mujer de los 15,74m, que algún día serán 16m, entre en escena.

Una chispa en Caracas inicia la gran explosión. Verano de 2015. Yulimar Rojas, una niña casi, una atleta de 14 metros con sueños grandes, le envía a Pedroso un mensaje por Facebook. ¿Me entrenaría­s? Sabe de Pedroso porque un par de veranos antes, viendo el Mundial de Moscú por la tele, vio a Tamgho, ganador,

“Ana Peleteiro se incorporó y poquito a poquito ya entró en esta dinámica”

“Es lindo haber sido el comienzo de todo esto”, dice la campeona olímpica

abrazarse al cubano, su entrenador, y se dijo ya entonces, quiero que me entrene ese hombre. “No, imagínate. Yo abrí la brecha para que todos se decidieran... Enviar el mensaje, recibir el sí, luego venir a España, empezar a entrenar en 2016, entrar en los planes de Iván, la veteranía del maestro, lo que él sabía...”, dice Rojas. “Ha sido la mejor decisión. A raíz de esa decisión mira todo lo que ha pasado... Todos han decidido venir a este equipo. Y los resultados hablan por sí solos. Eso es lo que te da el mérito, lo que hace que tu nombre esté en boca de todos”.

Y siguiendo el rastro de Yulimar maravillos­a llegaron a la fábrica de triplistas el portugués Nelson Évora, campeón olímpico en Pekín 2008, y su pareja entonces, Ana Peleteiro, que aún buscaba estabiliza­rse después de la crisis que siguió a su título de campeona mundial júnior en 2012. “Es increíble, ¿no? No lo había visto de esa forma, pero me enorgullec­e, me hace sentir privilegia­da. A raíz de esos buenos logros que hemos logrado juntos, ha venido Ana, ha venido Nelson, han venido todos los chicos de este año. Hemos creado un grupo bastante maravillos­o, bastante unido, y a pesar de todo nos llevamos todos muy bien. Es lindo haber sido el comienzo de todo esto”, dice la campeona olímpica de Tokio.

“Y me siento la líder de todos, sí. Iván me lo deja ver de esta forma, ¿sabes? Por ejemplo, a veces cuando no concordamo­s en el tema de ir a Venezuela, que es uno de los puntos ahí un poco a tratar, ir a mi país y pasarme del tiempo que tengo estipulado para tener vacaciones, entonces Iván me dice, Yulimar, tú eres la líder, tienes que dar ejemplo, tienes que estar aquí tal día que yo te diga, que todos te ven a ti, todos te ven como la base del equipo, sí, sí. Es eso. Yo también me considero así. Trato de ser constante, de no bajar nunca el nivel, y mantener un respeto en el equipo. Estoy muy contenta de estar en este equipo. Me siento la líder, me siento la mamá, la más veterana...”.

Ambición

Pedroso oye tantas veces su nombre que se vuelve, mira, y entiende que es la señal para que él continúe la narración. “Yuli es el centro del grupo, al igual que Ana también. Y la presencia de Nelson desde que llegó, al ser campeón olímpico, era muy importante para el grupo. Ahora todos se entrenan y miren adonde miren no hay un atleta que esté de relax, los atletas están siempre con ambiciones, y esto es lo bueno que tiene el grupo, miren a donde miren siempre hay un atleta que está entrenando a tope, y los anima a todos. Ana llegó en un momento muy, muy especial, porque los atletas que tengo son atletas que están encaminado­s, que tienen metas grandes, y Ana se incorporó y poquito a poquito ya entró en esa dinámica de que quiere más, quiere más, y eso es lo que a mí me interesa, más que todo”, dice Pedroso. “Me interesan solo los atletas con ambición, que no se entrenen solo porque quieren ganar algún dinero, no, quiero que sean de los que se entrenan porque les gusta, porque quieren llegar a lo más alto, quieren ser los mejores. Eso es lo que busco en mis atletas”.

Y Yulimar añade, claro, que su ejemplo es la luz que deben seguir. “Si Yulimar puede, yo puedo”, dice la saltadora venezolana, y que es así, con esa disposició­n mental, con la que llegan los nuevos que se han sumado este año, Diame, Santos, Ebosele… “Es así. Todo se puede lograr si trabajas para eso. Si lo tienes en mente, si nunca desistes, si nunca bajas los brazos, si nunca dices que no a nada...”. “Trato de que todos sean parejos. Tengo fuertes, tengo rápidos... Y trato de llevarles todo al mismo nivel... Ebosele es fuerte y estoy más en la técnica…”, explica Pedroso. “Estoy haciendo con ellos el trabajo que hice yo con mi entrenador en Cuba, Milán Matos, que nos fuimos un poco de los sistemas... Admirábamo­s la forma de trabajar de los americanos, que eran muy rápidos, y de los rusos, que eran todos muy fuertes. Al unirlo todo debes tenerlo todo parejo, ni muy fuerte, ni muy rápido, todo al par, y así es más efectivo”.

“Yo no estaré nunca en una oficina, yo, siempre en la pista”, dice el jefe de todo eso. Y mira soñador más allá de la autopista que flanquea el estadio, y los camiones y su ruido… Y del pasillo de al lado, en el que su compatriot­a Luis Felipe Méliz entrena a otras futuras estrellas del salto, como el cubano Lester Lescay, campeón olímpico de la juventud, o el peruano José Luis Mandros, y más allá, en el saltadero de altura, Javier Sotomayor trabaja con su hijo Jaxier. “Estamos aquí de momento, y mi niña me ata aquí, pero que alguien lo vea y alguien me dé la oportunida­d de montar una academia o algo más estructura­do… Pero tiene que venir alguien a proponerlo”.

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/ I. FLORES Agachados, Diame, Pedroso y Peleteiro. Arriba, desde la izquierda, Rojas, Ebosele, Whisby, Copello, Changzhou, Santos, Díaz, Soares y Évora.

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