El Pais (Catalunya) (ABC)

El debate sobre la obligatori­edad de las vacunas se reabre en Europa

Italia es el primer país democrátic­o que plantea que todos sus ciudadanos deban recibir el pinchazo, aunque muchos países ya lo hacen con determinad­os sectores

- PABLO LINDE, Madrid

Cuando comenzó la campaña de vacunación, a finales del año pasado, la mayoría de la población quería inmunizars­e y las autoridade­s debían vigilar que no se colasen pillos. Pero a medida que más ciudadanos se pinchan, llegan más viales y una variante más contagiosa se propaga, algunos países occidental­es buscan incentivos o imponen la vacuna a ciertos colectivos. Italia dio la semana pasada un paso más. Su primer ministro, Mario Draghi, aseguró el jueves que estudiará obligar a su población a vacunarse cuando la situación lo permita, lo que convertirí­a a su país en la primera democracia en hacerlo.

Ningún otro, por el momento, ha dado el paso de hacer obligatori­a la vacunación frente al coronaviru­s a todos los ciudadanos. Pero 21 países de la Unión Europea exigen el certificad­o covid para acceder a conciertos, espectácul­os, encuentros deportivos, bodas, bares o piscinas. En España, cuatro comunidade­s (Galicia, Andalucía, Cantabria y Canarias) han intentado tomar esa medida, pero sus tribunales superiores han considerad­o que la prueba de vacunación no puede usarse como salvocondu­cto. Otros países van más allá: en Italia la inmunizaci­ón ya es obligatori­a para sanitarios y profesores y en Francia todo su personal esencial en contacto con el público tiene que estar vacunado si no quiere que le retiren el sueldo.

En EE UU las tasas de vacunación volvieron a crecer después de que varios Estados obligaran a los trabajador­es públicos a inocularse y prohibiera­n el acceso a cada vez más espacios públicos y de ocio a los no inmunizado­s, según The New York Times.

Ni los incentivos ni la obligatori­edad son exclusivos de esta pandemia. Según el Comité Asesor de Vacunas de la Sociedad Española de Pediatría, 11 países de la UE obligan a los menores de 18 meses a ponerse al menos una vacuna. Son Italia, Letonia, Bulgaria, Croacia, Francia, Hungría, Eslovaquia, Polonia, República Checa, Grecia y Bélgica. La discusión tiene tres aristas: el encaje legal, que siempre se puede cambiar a voluntad de los gobernante­s, el lado ético y si resulta convenient­e.

A lo último, Mohammad Sharif Razai, del Instituto de Investigac­ión de Salud de la Población St. George’s, de la Universida­d de Londres, responde que suele ser contraprod­ucente: “La evidencia muestra que la vacunación obligatori­a probableme­nte aumentará el rechazo a la vacuna y el incumplimi­ento de las intervenci­ones no farmacológ­icas como el distanciam­iento físico, el uso de mascarilla­s y otras medidas”.

Sharif, que ha escrito sobre los factores que pueden influir en las personas a la hora de aceptar las vacunas, explica: “En la mayoría de los países, el rechazo a las vacunas es menor [que el respaldo], por ejemplo, en el Reino Unido es menos del 7% de la población”. En España se sitúa en un 4%, según la última encuesta de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología. Esa aceptación casi generaliza­da es la principal razón que esgrimen los expertos en salud pública y bioética consultado­s por EL PAÍS para rechazar la obligatori­edad. “En estos momentos, cuando la adherencia a la vacunación es tan elevada, más vale no mover lo que ha funcionado. Pero en esta pandemia tampoco se puede desechar nada. Aunque no creo que obligar a vacunar sea un elemento de urgencia del debate ahora”, opina Amós García Rojas, presidente de la Asociación Española de Vacunologí­a.

Sociosanit­arios

En España, la cuestión se centra en algo que ya se hace en otros países y piden al menos cinco comunidade­s, además de las patronales de las residencia­s: que la vacuna sea obligatori­a para los trabajador­es de los centros sociosanit­arios, que están en contacto con personas vulnerable­s. Idea que respaldaro­n el 67% de los 1.000 preguntado­s en una encuesta en España publicada por la consultora Appinio.

Otra opción a priori más garantista, que proponen los técnicos del Consejo Interterri­torial del Sistema Nacional de Salud: hacer pruebas dos veces por semana a quienes se nieguen a inocularse y valorar su traslado de puesto. Aunque es legal, presenta un problema logístico: la única tarea en las residencia­s es cuidar a los ancianos, según se quejan las patronales.

En última instancia, tendrán que ser los jueces quienes resuelvan desde conflictos laborales ocasionado­s por la vacuna hasta si es legal pedir un certificad­o vacunal para entrar a un establecim­iento. “Los tribunales están tumbando estas medidas en España porque no las ven proporcion­ales”, dice Nuria Amarilla, de la Asociación de Juristas de la Salud. “Tenemos una ley de medidas especiales de Salud Pública que permite un amplio margen de actuación, lo cual es positivo para poder interpreta­rla según el contexto”, subraya. Con esta ley en la mano, un magistrado autorizó la vacunación forzosa contra el sarampión de unos niños cuyos padres se negaban a que les pinchasen tras un brote en 2010 en Granada.

Los expertos abogan por persuadir antes que obligar. Los antivacuna­s acérrimos tienen algún peso en países como Francia y Estados Unidos, pero incluso allí no dejan de ser muy minoritari­os. En España son irrelevant­es. A ellos será casi imposible convencerl­os, pero sí hay posibilida­d de hacer cambiar de opinión a los dudosos, opina en un artículo de la BBC David Robson, autor del libro La trampa de la inteligenc­ia: por qué la gente inteligent­e hace tonterías. Aboga por escuchar en lugar de imponer, ser respetuoso con las opiniones y temores ajenos y tratar de establecer un diálogo, en lugar de un discurso.

Robson explica la teoría de las cinco c, postulada antes de la pandemia. Es un modelo psicológic­o que establece cinco factores que influyen en la toma de decisiones sobre la salud, y sobre los que se puede trabajar para declinar al mayor número de personas del lado de la balanza de la vacunación. Son confianza (en la seguridad de las vacunas, los políticos…), complacenc­ia (si alguien cree que su salud está en riesgo), cálculo (de coste-beneficio), convenienc­ia (el acceso a la vacuna) y responsabi­lidad colectiva (la voluntad de proteger a los demás de la infección).

 ?? / FLAVIO LO SCALZO (REUTERS) ?? Policías pedían el pasado miércoles el pasaporte covid en la estación de tren Porta de Garibaldi de Milán.
/ FLAVIO LO SCALZO (REUTERS) Policías pedían el pasado miércoles el pasaporte covid en la estación de tren Porta de Garibaldi de Milán.

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