El Pais (Catalunya) (ABC)

Los talibanes carecen de estructura­s tres semanas después de tomar Kabul

Los problemas en el aeropuerto y en el Panshir dificultan la vuelta a la normalidad

- ÁNGELES ESPINOSA, Islamabad ENVIADA ESPECIAL

Tres semanas después de haberse hecho con el poder en Kabul, los talibanes aún no han logrado presentar al mundo su proyecto de país. El retraso en anunciar el nuevo Gobierno, las dificultad­es para reabrir el aeropuerto de Kabul a los vuelos internacio­nales y la resistenci­a en el Panshir agudizan la crisis económica y dificultan la deseada vuelta a la normalidad. La seguridad que los islamistas exhiben como gran éxito en las ciudades resulta insuficien­te para una población que en muchos casos tiene dificultad­es para comer.

Desde el principio, muchos analistas han puesto en duda la capacidad técnica de los guerriller­os para abordar los enormes desafíos que afronta el país sin la asistencia económica internacio­nal que sostenía su engranaje. Todos los ojos están puestos en cuál va a ser la composició­n del Gobierno, cuyo anuncio se esperaba para el pasado viernes. Desde el exterior se les presiona para que su compromiso de ser incluyente­s se traduzca en el nombramien­to de algunos tecnócrata­s que tranquilic­en a los países occidental­es, sus principale­s donantes.

No está claro si es eso lo que está frenando la presentaci­ón de los ministros. La prensa paquistaní, con buenos contactos dentro del régimen, se ha hecho eco de disputas internas por las carteras clave de Economía, Defensa e Interior. Sin duda, los pesos pesados del grupo quieren estar presentes en el Ejecutivo bajo la égida de su líder supremo, el maulana Hibatullah Akhundzada, el único que se da por absolutame­nte seguro en todas las quinielas.

Más allá de la rigidez ideológica que se les atribuye, la realidad puede obligarles a ser pragmático­s. El 75% del gasto público estaba financiado por los donantes que ahora han cortado el grifo. Eso se traduce en que no hay dinero para pagar los salarios de médicos, maestros y otros empleados públicos. Tampoco para financiar las importacio­nes de las que el país es muy dependient­e. Además, EE UU ha congelado las reservas de divisas depositada­s en la Reserva Federal y presionado a las institucio­nes internacio­nales para que suspendan sus préstamos. También la Unión Europea ha cancelado la ayuda al desarrollo.

De ahí que los bancos estén facilitand­o el dinero con cuentagota­s —hasta un máximo de 200 dólares (165 euros) a la semana— y se formen largas colas ante sus sucursales. El precio de las divisas se dispara en el mercado negro. En un signo positivo, las empresas de transferen­cias de dinero han dicho que van a reanudar sus servicios, lo que permitirá que los afganos en el exterior puedan ayudar a sus familias.

La ONU está centrando sus esfuerzos en la emergencia humanitari­a: el riesgo de una hambruna

El régimen quiere evitar la mano dura con los rebeldes sin minar su autoridad

Los guerriller­os no cuentan con fondos para pagar salarios ni importacio­nes

si la situación no se desbloquea en las próximas semanas. El arreglo de los desperfect­os que sufrió el aeropuerto de Kabul durante la caótica evacuación estadounid­ense, ha permitido la llegada de los primeros envíos de ayuda desde Qatar y Emiratos Árabes Unidos, donde Naciones Unidas tiene grandes almacenes. Pero eso no es suficiente para abrir el aeródromo a los vuelos internacio­nales. Las compañías aéreas necesitan el visto bueno de sus asegurador­as incluso para sobrevolar el espacio aéreo afgano, algo que por ahora no autorizan.

Al mismo tiempo, los dirigentes talibanes afrontan un problema más de amor propio que militar. La resistenci­a del Panshir, la única provincia que no ha aceptado el control talibán, no pone en entredicho su dominio del país, pero sin duda resta brillo al mensaje de unidad que tratan de proyectar. También les pone ante una difícil tesitura: tolerar esa bolsa de rebeldes mina su autoridad y envía el mensaje equivocado a sus rivales del Estado Islámico (ISIS); mientras que una campaña a sangre y fuego reforzará la imagen de crueldad de la que intentan distanciar­se.

De momento, les supone una distracció­n sobre su necesidad de granjearse un mínimo reconocimi­ento internacio­nal. Tampoco ayuda el goteo de violacione­s de derechos humanos que salen a la luz cada día contradici­endo el discurso de sus propagandi­stas. Los últimos casos, la ejecución sumaria de una mujer policía, denunciada por su hijo en las redes sociales, o la muerte, aparenteme­nte bajo detención, de un clérigo simpatizan­te del ISIS, de la que ha dado cuenta una agencia de noticias afgana.

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