El Pais (Catalunya) (ABC)

Campanella homenajea el humor negro de Lubitsch

El director estrena la comedia ‘El cuento de las comadrejas’

- GREGORIO BELINCHÓN, Madrid

¿Qué ha ocurrido para que los espectador­es olviden a algunos de los grandes referentes del cine? Juan José Campanella se pregunta esto en El cuento de las comadrejas, su nueva comedia, que se estrena en España el próximo viernes y que describe la vida en una mansión de una vieja estrella ganadora del Oscar, su marido —un actor de segunda—, el director de sus películas y su guionista. El cuarteto languidece hasta que en la casa aparece una joven pareja amante del cine, pero que esconde ulteriores e inmobiliar­ias intencione­s. Actriz de pasado glorioso, escalera de mansión, joven pretendien­te... “Creo que el guiño a El crepúsculo de los dioses, de Billy Wilder, nace de la película original, Los muchachos de antes no usaban arsénico [de 1976, con Narciso Ibáñez Menta]... pero si usamos esas referencia­s renuncio a atraer a la gente joven”, comenta entre risas el director de El hijo de la novia yde El secreto de sus ojos, que ayer promociona­ba el filme en Madrid.

“La original era como un filme de la [productora británica] Ealing, y esta es como si la Ealing hubiera contratado a Ernst Lubitsch y le hubiera dado absoluta libertad. Tiene un lado de ternura y amor que en la primera no existía”.

El bonaerense, de 59 años, lleva con el guion desde 1997, sin decaer porque quería homenajear a sus mayores. “Siempre me gustó que la película escondiera un juego de cine, porque el cuarteto protagonis­ta de El cuento de las comadrejas va explicando al público a su vez cómo se hace una película, y yo quería añadirle vueltas de tuerca, diálogos rápidos y que acabara con una celebració­n de un cine que ya no se hace”. Campanella es un profundo conocedor de la obra de Capra, y algo de él hay en esta comedia: “Bueno, no sé si le hubiera gustado mi final...”.

Durante décadas, Campanella ha repetido como un mantra que en el cine no hay felicidad, “sino alivio”. Y en su octavo largometra­je la frase sobrevuela los recuerdos de los protagonis­tas. “Tantas cosas pueden salir mal, en cada paso haciendo una película, que cuando en cambio llegas a buen puerto solo encuentras un poso de alivio”, confirma entre risas. “Aquí he estado tranquilo, gracias sobre todo al reparto”. Junto a tres estrellas como Graciela Borges, Luis Brandoni y Óscar Martínez, Campanella suma a Marcos Mundstock, la voz profunda de Les Luthiers. “Ha hecho poco cine, pero posee una presencia y un timbre... Es mi ídolo argentino más grande. Yo necesitaba cuatro glorias que tuvieran incorporad­a grandeza; están bárbaros”.

Jóvenes contra viejos, modernidad contra clasicismo... “No son los temas de la película, aunque las parejas sí me sirven para armar, en su contraste, el conflicto”, explica el director, de negro, tomando un café tras otro en un sofá de la Academia del Cine. “El tema tiene que ver más con cómo ves la vida. A unos todo les vale para ganar, a otros todo les vale para pasarlo bien. En resumen, el pragmatism­o contra el romanticis­mo. Y yo me siento en el lado de los que lo pasan bien. Paradójica­mente, de todas mis películas, que contaban con personajes más jóvenes, esta es la que más le gusta a los jóvenes, que acaban aplaudiend­o a rabiar, tal vez porque contiene más carga transgreso­ra, se identifica­n más con el cuarteto protagonis­ta, muy políticame­nte incorrecto”. ¿En estos tiempos, Campanella tiene miedo de ser castigado por esa incorrecci­ón? “Hay cosas que antes no molestaban y ahora empiezan a molestar. Sigo pensando que nos deberíamos reír de todo, que hay maneras de bromear de cualquier cosa; sin embargo las sensibilid­ades han cambiado”.

El cine para adultos inteligent­es de Lubitsch, de Wilder, de Capra, ese tono que busca Campanella, cada vez se ve menos en las pantallas. “Y duele. El cine de diálogo ingenioso desapareci­ó cuando la taquilla extranjera empezó a sumar más que la estadounid­ense. Hollywood cree que esos diálogos no viajan bien. En fin, si se cierra esa salida, siempre me queda el teatro [está construyen­do una sala para 700 personas, el Politeama, en su ciudad]”.

Las comadrejas entran en los gallineros buscando alimento. O como se escucha en pantalla: “Un bichito se come a otro bichito, que se come a otro bichito...”. Campanella ríe: “Uno querría que la vida no fuera así, pero la historia lo confirma. Si observas a un individuo, hay bondad. Si te alejas para coger perspectiv­a, alguien devora a alguien”.

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El cuento de las comadrejas. Graciela Borges (izquierda), Óscar Martínez, Clara Lago y Marcos Mundstock, en
 ?? / JULIÁN ROJAS ?? Juan José Campanella, ayer en Madrid.
/ JULIÁN ROJAS Juan José Campanella, ayer en Madrid.

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