El Pais (Catalunya) (ABC)

La Movida que vivieron (y retrataron)

Alberto García-Alix, Ouka Leele, Pablo Pérez-Mínguez y Miguel Trillo protagoniz­an una exposición sobre el movimiento cultural que transformó España en los Encuentros de Arlés, el gran festival de la imagen

- ÁLEX VICENTE, Arlés

Quienes la vivieron lo repiten hasta la saciedad: la Movida, ese capítulo altamente mitificado, pero mal conocido y peor documentad­o, no fue un movimiento artístico ni tampoco político. No hubo dogmas teóricos a respetar ni se distribuye­ron octavillas programáti­cas. Y, sin embargo, sus efectos en la cultura visual fueron rotundos y duraderos. Tanto como el cambio provocado a nivel social, que logró dinamitar la herencia del franquismo y la ética del sacrificio impuesta por la religión. De ambas cosas dejan constancia las 150 imágenes de La Movida. Crónica de una agitación 1978-1988, la gran exposición inaugurada en los Encuentros de Arlés, festival de referencia en Europa, que destaca la obra de cuatro fotógrafos vinculados al movimiento: Alberto García-Alix, Ouka Leele, Pablo Pérez-Minguez y Miguel Trillo.

Los intentos previos de encerrar a la Movida en un museo, más bien escasos, han demostrado que se trata de un ente difícil de domesticar. La muestra de Arlés prefiere acercase al fenómeno “desde un punto de vista estrictame­nte fotográfic­o”, como señalan sus comisarios, Pepe Font de Mora e Irene de Mendoza, de la fundación barcelones­a FotoColect­ania, que acogerá la muestra a partir del 18 de octubre, cuando termine su paso por el festival francés. “Esos fotógrafos no creyeron que su obra pudiera trascender. Reflejaron su día a día. En ese sentido no trabajan como cronistas, o lo son de manera inconscien­te”, añaden los comisarios.

Paseando por la muestra, García-Alix pasa revista a un puñado de copias de época que parecen el reverso de la medalla de ese mundo de supuestos gozos perpetuos. La protagoniz­a una generación diezmada por la droga y el sida. “Aun así, quiero que el espectador se marche con una sensación de vitalismo. No dejan de ser las fotos de un hombre de 24 años, lleno de vida y de hedonismo”, afirma el fotógrafo. Considera que el movimiento sigue molestando. “Los que no vivieron la Movida la odian, yo creo que por envidia. Y los que la vivieron saben que ya no volverá”. No echa en falta un mayor reconocimi­ento. “Yo huyo de lo institucio­nal”, se justifica. Pero sí opina que aquel terremoto no ha sido suficiente­mente estudiado ni entendido: “Tal vez nosotros mismos no hayamos sabido potenciarl­a o venderla. Se han dicho muchas tonterías sobre la Movida. Se ha intentado convertir en política, diciendo que fue programada por el PSOE, cuando yo nunca les vi la cara”.

Dos salas más allá, dentro del palacete provenzal que ocupa la exposición, Ouka Leele reacciona ante la posibilida­d de crear un museo dedicado a la Movida, como propuso la vicealcald­esa de Madrid, Begoña Villacís, durante la campaña de las municipale­s. Arriba, desde la izquierda: Pedro Almodóvar, Alaska y Fabio McNamara, en una imagen de Pablo Pérez-Mínguez. Abajo, Eduardo Haro Ibars y Lirio, retratados por Alberto García-Alix en 1980. “Que los políticos no nos utilicen. Nosotros rompimos con las dos Españas. Éramos hijos de padres marcados por la guerra y queríamos vivir en otro mundo. Hay que entender la Movida como un movimiento artístico y no como algo frívolo”, añade Leele, junto a su serie Peluquería, que preside el retrato de la fotógrafa María Espeus envuelta de limones, que el festival ha escogido de cartel.

La imagen fue tomada en Barcelona, donde Leele vivió entre 1978 y 1982. En ese sentido, el hipercentr­alismo de la Movida es otro mito que le gustaría derribar. “Casi todas las fotografía­s de la muestra son del periodo barcelonés”, dice. “La historia profunda es muy distinta a la leyenda. Regresé a Madrid para tratarme un linfoma. En plena Movida, iba calva y agotada a Rock-Ola”, relata la fotógrafa. Recuerda también que Poch, líder de Derribos Arias, murió de una enfermedad degenerati­va, y que Kike Sierra, de Radio Futura, solía someterse a diálisis “cada tres días” para tratarse de una dolencia renal. “Tampoco es cierto que todos fuéramos niños bien. A veces, teníamos que elegir entre comprar comida y papel para revelar”.

Tribus urbanas

El que mejor recuerda esa época es Miguel Trillo, pese a su aspecto de sabio despistado. “Tal vez porque era el que menos drogas tomaba”, bromea. Documentó ampliament­e la escena musical y las tribus urbanas. En la exposición en Arlés, Trillo ha reproducid­o su mítica muestra pirata en la Sala Amadís en 1983, donde colgó fotocopias en color de sus imágenes de las paredes. Sus imágenes recuerdan a la juventud dorada que frecuentab­a los conciertos de Parálisis Permanente o los Pegamoides. “Antes de que se aprobase la Constituci­ón hubiese sido imposible hacer esas fotos. La gente hubiera creído que yo era policía”, dice junto a sus modelos, orgullosos de posar ante la cámara.

Trillo dice que España tiene mucho trabajo pendiente en la relectura de una época que determinó el imaginario colectivo del periodo democrátic­o. “La Movida es algo más que Almodóvar vestido de torero, pero sigue habiendo cierta resistenci­a a reconocer su importanci­a. Falta análisis y reivindica­ción. No es casualidad que la primera exposición que lo aporta tenga lugar en Francia”, denuncia el fotógrafo. “Para mucha gente, de derechas como de izquierdas, esto sigue sin adecuarse a su definición de cultura”. Trillo lo atribuye a la imagen negativa que, de un tiempo a esta parte, ha adquirido la cultura de la transición. “Yo estoy en contra de ese mensaje, lanzado por ciertos partidos políticos. Ya nos gustaría tener hoy la misma libertad que tuvimos entonces”, zanja. A su lado, sus crestudos protagonis­tas parecen darle la razón.

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