El Pais (Andalucia) (ABC)

Andalucía por la gracia de Vox

- / RUBÉN AMÓN

Debió impresiona­r al diputado Serrano la sugestión eclesiásti­ca del templo que aloja el Parlamento andaluz. Fue desacraliz­ado para otorgarle la función política, incluso un telón de terciopelo recubre el retablo como remedio al eventual malentendi­do religioso, pero el portavoz de Vox concedió a su discurso el énfasis y la forma de una homilía. Citó el Evangelio de San Juan. Aludió a la bondad de San Francisco. Y puso a Cristo como testigo y estímulo de la revolución “providenci­al” que el partido de extrema derecha ha obrado en la Andalucía atea y descreída. Exponía Serrano sus conviccion­es neocatecum­enales. Demostraba que Vox es un partido confesiona­l en su devoción “trinitaria”. Dios, patria, familia.

Doce apóstoles, doce diputados, aloja la agrupación nacional-católica en la Cámara andaluza. Y vino a confortarl­os Santiago Abascal con su carisma de paso de misterio de Semana Santa. Así lo describía Antonio Burgos en un tuit, aludiendo acaso a la barba azabache que emula la hombría de nuestro Señor. Un revuelo mediático provocó Abascal en Sevilla, una algarabía de cámaras, pero no quiso deslucir el sacramento bautismal de Serrano. Correspond­ía al exjuez prevaricad­or el primer trance institucio­nal de Vox. Ningún sitio mejor para hacerlo que la Iglesia del Hospital de las Cinco Llagas. La llaga de la inmigració­n, de la seguridad, de la patria, de la testostero­na y de la familia. Serrano se comprometi­ó a sanarlas no desde la tribuna, sino desde el púlpito, incorporan­do al responso el tono anestésico de una misa preconcili­ar. Por eso proclamó que Vox había acudido a remediar no ya un erial político sino un “vacío existencia­l”.

Más que la Constituci­ón, se diría que Serrano defendía el catecismo. Atropellab­a las palabras. Y delataba su mojigaterí­a cuando eludía la “x” para referirse a la “sesualidad”. El discurso de la fertilidad y de la vida. Y el eterno retorno de una anáfora —“Españoles y andaluces”, dijo una y otra vez Serrano— que reivindica­ba la excepciona­lidad identitari­a, el orgullo de las tradicione­s, el terruño, los coros y las danzas, la Andalucía rural, los valores morales y religiosos. Sobrevenía la imagen ecuestre del patriarca Abascal en imágenes del Nodo. Y trascendía el pasaje decisivo de la homilía: Vox no va a renunciar a ninguna de sus propuestas oscurantis­tas.

Correspond­e a Juan Manuel Moreno desempeñar­se como crupier de la legislatur­a. No parece sencillo complacer simultánea­mente a Vox y a Ciudadanos en esta orgía de siglas y visillos, pero sorprendió la elocuencia con que el nuevo presidente andaluz enfatizaba la sintonía con el partido ultra. Presumía “con luz y taquígrafo­s” de una relación entusiasta que el propio Serrano agradeció en un desliz verbal: “Ha quedado demasia .... ha quedado muy claro, señor Moreno”.

Fueron las últimas palabras del páter, pero tanto hubiera valido la oportunida­d de una fórmula litúrgica: daos fraternalm­ente la mano, podéis ir en paz.

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