La playa sí estaba bajo los adoquines
El combativo Orica recupera la sonrisa del ciclismo frente al sufrimiento bajo el liderazgo de su director Neil Stephens
El sábado, en el Aubisque, se masticó ciclismo del bueno, con Simon Yates de protagonista. El domingo, en Formigal, se vivió ciclismo de emboscada, con Contador y Nairo en los papeles protagonistas desarmando al chico bueno de la carrera, Chris Froome. Ayer, calor del que derrite las ideas. Tensión todos los días. Mucha tensión, guerras ganadas, batallas perdidas. “¿Sabes dónde analizamos lo ocurrido y lo que estaba por venir? En la playa. Jugamos, nos peleamos en el agua y terminamos de sacar consecuencias y tomar decisiones, enfrente de la playa, en el chiringuito, tomando unas cervezas”. Es el Orica, en palabras de Neil Stephens, su director deportivo, el equipo diferente, el otro ciclismo. El equipo de los vídeos impactantes, llenos de sentido del humor, el del autocar que choca en el Tour contra la pancarta de la línea de meta, el del ciclismo solidario.
Paseando por el hotel de descanso en Peñíscola (en el ciclismo hay hoteles de descanso aunque se entrene, aunque se sufra, aunque se piense), Stephens tiene una teoría elaborada sobre la particular filosofía del equipo australiano. “Igual lo que sucede es que no nos tomamos tan en serio estas cosas”. Se para con un grupo de discapacitados físicos, charla con ellos con su acento que es una mezcla de australiano y guipuzcoano de Oiartzun, donde reside hace ya muchos años, cuando dejó el desierto de su isla por el olor a sidrería y prados verdes. Y se hizo gran ciclista, con su cuerpo menudo y rocoso.
Y lo mismo piensa el colombiano Juan Esteban Chaves, su corredor franquicia, 54 kilos bajo una gorra puesta al revés sin un solo rastro del Orica en la indumentaria. Un muchacho frente a la carrera, con la sonrisa como carta de presentación y un crucifijo colgando de la pulsera que adorna su mano izquierda. Cuando habla del Orica, y su particular forma de ser, lo resume en una frase que lo dice todo sin decir aparentemente nada: “Hay que estar sin estar”, es decir, fuera de los focos, “porque nosotros no tenemos superestrellas, pero todos los miembros del equipo son buenos y con un promedio de edad de 26 años.
Consagración
Lo dice un muchacho de 26 años que ya ha sido 5º en la Vuelta del pasado año, segundo en el Giro de la presente temporada y ahora es tercero en la ronda española, el otro emblema de Colombia tras Nairo Quintana, el hombre de la permanente sonrisa, casi un arma disuasoria ante cualquier crítica y ante cualquier halago. Ni lo primero le incomoda, ni lo segundo le disgusta. “Creo que el año pasado en la Vuelta ya demostré que era un ciclista para vueltas de tres semanas y este año lo he demostrado en el Giro, donde fui segundo y gané la etapa reina, y ahora en la Vuelta donde aspiro al podio”.
Un sofá más allá, escucha Neil Stephens, que le entiende y que ya ha dicho que aspiraba a ganar la Vuelta “y la perdimos el domingo” en la emboscada de Contador y Nairo “porque nos cortó una caída”. A Stephens se le abren los ojos de par en par