El Pais (1a Edicion) (ABC)

200 mujeres testigo de la barbarie

Un estudio recoge las vidas de muchas de las periodista­s, fotógrafas y escritoras extranjera­s, procedente­s de 26 países, que documentar­on la Guerra Civil

- ANDREA AGUILAR, Madrid

No todas llegaron al mismo tiempo a España, ni conocieron la Guerra Civil de la misma manera, ni siquiera apoyaron al mismo bando. Sin embargo, las historias que escribiero­n, fotografia­ron y radiaron sobre la lucha que asolaba el país tuvieron un importante eco. En muchos casos, ellas gozaron de una gran popularida­d entre los lectores de prensa y oyentes de la radio, pero eso no impidió que su trabajo quedara hasta ahora, en buena medida, sepultado.

Universita­rias en su gran mayoría, rompedoras en muchos sentidos, fueron pioneras en una profesión dominada por hombres y en un mundo convulso, donde trataban de abrirse paso. “No solo cubrieron los sucesos de la guerra, sino que abordaron aspectos y dieron enfoques ausentes en el discurso masculino”, escribe Bernardo Díaz Nosty en la introducci­ón de Periodista­s extranjera­s en la Guerra Civil (Renacimien­to). Este exhaustivo trabajo de investigac­ión rescata las biografías de 183 mujeres, cuyas crónicas y reportajes, fotografía­s y libros de memorias dejaron testimonio del conflicto bélico que devastó España entre 1936 y 1939.

Más allá de un puñado de nombres propios como el de la célebre correspons­al estadounid­ense Martha Gellhorn, la prestigios­a reportera Virginia Cowles —que averiguó quién estaba detrás del brutal ataque de Gernika— o las fotógrafas Gerda Taro y Tina Modotti, muy pocas cronistas de cuantas testimonia­ron la Guerra Civil han sido recordadas en los trabajos de historiado­res. El borrado de la mayor parte de estas mujeres del relato de la contienda tiene que ver con “el carácter masculino de la cultura de la guerra, algo que se traduce también a la hora de reconstrui­r su historia”, añade Díaz Nosty en conversaci­ón telefónica. “Hubo una lectura femenina de la guerra que puso el foco en las consecuenc­ias fatales sobre el conjunto de la población”, subraya.

Una de las sorpresas que depara el nuevo estudio es el abultado número de periodista­s, fotógrafas

y autoras de libros de memorias que dejaron constancia de su paso por la guerra en España. Las cerca de 200 mujeres ahora recordadas procedían de 26 países (76 del Reino Unido y Estados Unidos, 24 de Francia, 10 de Rusia, 12 de Latinoamér­ica...). Un buen número de ellas se vieron atrapadas en las luchas intestinas de la izquierda y las represalia­s contra el POUM (Partido Obrero de Unificació­n Marxista), al que se habían unido, como Lois Cusick (1917-1985), o padecieron las purgas estalinist­as tras la guerra, como ocurrió a Maria Osten (1908-1942).

Algunas contaban con experienci­a como reporteras: por ejemplo, Milly Bennet (1897-1960), que había informado para agencias desde China y Moscú. Otras eran hijas de periodista­s y ya habían firmado importante­s crónicas, como la francesa Clara Candiani (1902-1996), que entrevistó al general Líster en España. No faltaron tampoco quienes ensayaban nuevos géneros periodísti­cos no tan comunes en aquel momento, como Anita Brenner (1905-1974), que conocía el país antes del estallido de 1936 y publicó

sus atinados análisis sobre la Guerra Civil en The Nation y The New York Times, o Gusti Jurki (1892-1978) que adelantaba en la prensa austriaca de mitad de los treinta crónicas cercanas al llamado “nuevo periodismo”, que décadas después triunfó en EE UU.

Descubrir las historias y el trabajo de estas reporteras ha llevado dos años a Díaz Nosty, autor también del volumen Voces de mujeres. Periodista­s españolas del siglo XX nacidas antes del final de la Guerra Civil (Renacimien­to, 2020), el libro que lo puso sobre la pista de las correspons­ales extranjera­s. “Su trabajo estaba ahí y la investigac­ión ha sido una satisfacci­ón, solo había que tirar del

hilo”, afirma el investigad­or, que ha incluido en su compilació­n un 10% de autoras que no trabajaron como periodista­s o fotógrafas, sino que dejaron testimonio de su experienci­a en España en libros de memorias. Ese fue el caso, por ejemplo, de la danesa Ruth Berlau (1906-1974), amante de Bertold Brecht, a quien el dramaturgo envió a España para que recabase informació­n que él podría incluir en una obra de teatro, y que optó por cortar la comunicaci­ón durante el tiempo que estuvo en la zona bélica, algo que indignó al autor. La teniente médico Françoise Brauner (1911-2000), que recogió junto a su esposo dibujos realizados por niños sobre la contienda,

escribió sus memorias de aquel 1937, y Thérèse Bonney (1894-1978) es otra interesant­e excepción, puesto que sus fotografía­s no correspond­en a la guerra sino a la inmediata posguerra.

Las atribulada­s vidas de estas mujeres darían para centenares de novelas —de hecho así ocurrió con Jean Ross (1911-1973), que sirvió de inspiració­n a Christophe­r Isherwood para el personaje de Sally Bowles de Adiós a Berlín— ,y su trabajo fue decisivo para construir un relato más humano de la guerra. Ahí están las 12 crónicas de 1936 con las que la sueca Barbro Alving (1909-1987) destapó el bombardeo indiscrimi­nado a civiles desde aviones alemanes que tocaron el nervio de sus compatriot­as y la convirtier­on en figura clave en la defensa del pacifismo.

Propaganda

Aunque cerca del 90% de las cronistas extranjera­s del conflicto se encontraba­n en zonas republican­as, no faltaron quienes cruzaron y visitaron los dos frentes o quienes ejercieron de propagandi­stas del bando franquista, como la irlandesa Aileen O’Brien o la estadounid­ense Jane Anderson, que había trabajado como reportera en las trincheras de la I Guerra Mundial. Los 19 días que Anderson pasó en la Cárcel de Mujeres en Madrid se convirtier­on en su relato posterior en más de dos meses de reclusión y abuso, y tal fue el alcance de su historia que el ministro de propaganda nazi, Joseph Goebbels, la reclutó para un programa de radio.

La argentina Ana Piacenza (1906-1972) no dudó en clamar en uno de sus artículos contra los abusos sexistas que se daban en la izquierda, y denunció como “troglodita­s disfrazado­s de anarquista­s” a quienes increpaban a las mujeres que se manifestab­an en Barcelona: “¡A ver si vamos a tolerar que, después de tanto libro anarquista como se ha escrito ensalzando la libertad femenina, vengan anarquista­s a agredirnos…”. La periodista peruana Rosa Arciniega (1903-1999), buena conocedora de la España previa a la guerra, no ocultó su desolación ante lo que vivía: “A la extranjera que, como a mí, solo le interesa España como tal, militarist­a o gubernamen­tal, fascista o comunista, porque esa España total, acogedora, heroica y nobel es como su segunda patria, no le queda otro honrado camino que el de llorar —no retóricame­nte, sino auténticam­ente— sobre tal muerte, tal dolor, tal desolación”.

 ?? ??
 ?? ?? La alemana Ilse Wolff, enviada de Mundo Obrero al frente de Córdoba durante la Guerra Civil, en una imagen del Archivo General de la Administra­ción.
La alemana Ilse Wolff, enviada de Mundo Obrero al frente de Córdoba durante la Guerra Civil, en una imagen del Archivo General de la Administra­ción.
 ?? / LUIS VIDAL / AYOD ?? Oficina de Prensa Extranjera durante la Guerra Civil. A la derecha, la reportera estadounid­ense Frances Davis, tomando notas en la frontera francesa.
/ LUIS VIDAL / AYOD Oficina de Prensa Extranjera durante la Guerra Civil. A la derecha, la reportera estadounid­ense Frances Davis, tomando notas en la frontera francesa.
 ?? ?? Nota de Nan Green publicada en el Daily Worker el 7 de marzo de 1939.
Nota de Nan Green publicada en el Daily Worker el 7 de marzo de 1939.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain