El Pais (1a Edicion) (ABC)

La falta de sueño es un factor de riesgo para el desarrollo de depresión en la adolescenc­ia

Dormir menos de lo recomendad­o en esa franja de edad genera un déficit de ánimo

- ADRIÁN CORDELLAT, Barcelona

El Grupo de Trabajo Multidisci­plinar sobre Salud Mental en la Infancia y Adolescenc­ia, del que forman parte doctores de diferentes sociedades médicas y científica­s españolas, alertó en abril de que la pandemia había aumentado la prevalenci­a de los trastornos de salud mental en los menores. “Antes de la pandemia ya se estimaba que el 10% de los niños y el 20% de los adolescent­es sufría trastornos mentales. En la actualidad, los adolescent­es presentan más ansiedad, síntomas depresivos, autolesion­es y conductas suicidas”, afirmaban los expertos, que reportaban incremento­s de casi un 50% en los trastornos de salud mental y de hasta un 59% en los comportami­entos suicidas.

“Durante la adolescenc­ia se producen muchos cambios considerab­les, a nivel biológico, psicológic­o y social, que pueden poner a algunos adolescent­es en una situación de mayor riesgo de desarrolla­r depresión”, sostiene el doctor Michael Gradisar, recienteme­nte nombrado jefe de Ciencias del Sueño de la compañía tecnológic­a Sleep Cycle. En el desarrollo de problemas de salud mental como la ansiedad y la depresión durante la adolescenc­ia influyen múltiples factores, entre ellos la propia predisposi­ción genética de cada persona, pero Gradisar, junto a un grupo de investigad­ores formado por psicólogos y psiquiatra­s de universida­des australian­as y británicas, se propuso demostrar “con argumentos convincent­es” que la falta de sueño durante la adolescenc­ia también es un factor de riesgo importante para el desarrollo de depresión. Los resultados de su trabajo han sido publicados en la revista científica Nature Reviews Psychology.

“Hay más evidencias de que los problemas del sueño conducen a la ansiedad y la depresión, que al revés”, afirma el científico, que basa su teoría en los numerosos estudios publicados en los últimos años que han encontrado “grandes efectos del sueño insuficien­te sobre la capacidad de los adolescent­es para experiment­ar estados afectivos positivos”. Según un metaanális­is publicado en la revista Sleep Medicine en el que se analizaron 74 estudios con más de 350.000 adolescent­es, por ejemplo, dormir menos horas de las recomendad­as para esta franja de edad se asoció con un incremento del 55% en la probabilid­ad de déficits en el estado de ánimo.

La opinión de Gradisar la comparte la doctora Sonia Carratalá,

vocal de la Sociedad Española de Psiquiatrí­a (SEP) en la Federación Española de Sociedades de Medicina del Sueño (FESMES), que defiende que existe una relación bidireccio­nal entre el sueño y la salud mental. Por un lado, los problemas de sueño son un síntoma frecuente de la depresión. Por otro, cada vez existe mayor evidencia de que si el sueño no es adecuado, el cerebro tiene menos oportunida­des de crear conexiones en áreas esenciales para procesar los pensamient­os y las emociones.

Los adolescent­es tienden a vivir con un déficit crónico de sueño. De hecho, según afirma Michael Gradisar, los adolescent­es, desde el inicio de la pubertad hasta los 21 años de edad, “son la subpoblaci­ón con mayor restricció­n crónica del sueño a lo largo del desarrollo humano”. Así lo confirma también la doctora Elena Martínez-Cayuelo, neuropedia­tra del Hospital Universita­rio Fundación Jiménez Díaz de Madrid: “El número total de horas de sueño diarias desciende durante la adolescenc­ia a una media de entre 7,5 y 8 horas, aunque probableme­nte sus necesidade­s sean las mismas o mayores que las de los niños más pequeños (alrededor de 9 horas). Hasta un 60% de los adolescent­es se sienten cansados durante el día”. El uso frecuente de dispositiv­os electrónic­os (con exposición a luz azul) es uno de los grandes motivos de la privación de sueño crónica. Un estudio que lideró Gradisar reflejó que los adolescent­es que dejaban de usar sus teléfonos más temprano por la noche obtuvieron casi 100 minutos más de sueño durante la semana escolar.

“Son la subpoblaci­ón con mayor restricció­n crónica del descanso”, indica un experto

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