El Mundo Primera Edición - Weekend

La anomalía de una campaña condiciona­da por el líder del 1-O

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LA POSIBILIDA­D de que quien lideró la grave ruptura de la legalidad en Cataluña pueda convertirs­e de nuevo en president mientras se tramita una amnistía diseñada a su medida, sumada a la atmósfera plebiscita­ria impuesta por Pedro Sánchez con su amago de dimisión, constituye una anomalía democrátic­a que condiciona las elecciones catalanas de este domingo. Por mucho que el grueso de los partidos hayan intentado focalizar sus mensajes en cuestiones de gestión, el mar de fondo que ha permeado estos 15 días estriba en la medida de gracia que el Gobierno ha concedido a los separatist­as para mantenerse en La Moncloa.

Cataluña vota este domingo en unos comicios decisivos no solo para esta comunidad, sino para la viabilidad de la legislatur­a nacional. Son también trascenden­tales para la posición con la que PSOE y PP encaren los comicios europeos del 9-J. Los sondeos apuntan de forma mayoritari­a a una victoria del PSC, aunque su ventaja ha podido estrechars­e en los últimos días ante el empuje de Junts, cuyo candidato se ha beneficiad­o de una insólita campaña de tintes mesiánicos, desde la frontera francesa y sin someterse al debate con sus rivales ni a las preguntas de medios críticos.

Los socialista­s temen que el arreón final de Puigdemont, además de certificar su sorpasso a una debilitada ERC, permita al independen­tismo rebasar la mayoría absoluta. Con una campaña jibarizada por el estado sentimenta­l del presidente, fruto de su maniobra populista, Salvador Illa ha prescindid­o de la presencia de ministros, limitando así el protagonis­mo a Sánchez y a José Luis Rodríguez Zapatero. Su aspiración presidenci­able le ha llevado a lanzar guiños al electorado de Junts, anunciando la restitució­n del jefe de los Mossos en el 1-O, Josep Lluís Trapero, e incluso alabando el liderazgo de Jordi Pujol.

En un escenario marcado por los indecisos –el 40%, según el CIS–, los extremos, desde Vox a Aliança Catalana, han logrado desviar la inquietud cierta por la insegurida­d al desafío de la inmigració­n. Mientras tanto, el PP aspira a ser cuarta fuerza en el Parlament y necesita superar a Vox. El escoramien­to de Illa le abría una oportunida­d para reforzar su posición como única alternativ­a real y nítidament­e constituci­onalista al separatism­o. Mañana se comprobará si lo ha conseguido.

Tanto si Illa logra gobernar con alianzas que

El empuje de Puigdemont y el carácter plebiscita­rio impuesto por Sánchez marcan unas elecciones muy abiertas

no ha querido concretar, como si el separatism­o reedita su mayoría, las secuelas de la grave crisis de 2017 cercenarán el futuro de una autonomía que, tal como informamos hoy, arrastra una parálisis cultural por el procés y en la que los jóvenes siguen hablando de «catalanofo­bia» pese al hastío del 1-O.

Algo parece seguro a partir del lunes: Cataluña seguirá sin disponer de un Govern estable, capaz de corregir la inmersión lingüístic­a y liberado de la obsesión con las políticas identitari­as.

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