El Mundo Primera Edición - Weekend

”Me decepciona mucho la actitud de EEUU con la guerra de Ucrania”

El ganador de dos Oscar se pone mallas para debutar en una serie de época. Interpreta a Benjamin Franklin en un ‘thriller’ diecioches­co de espías

- Por Jorge Benítez

AinstintoM­ichael Douglas se le ha puesto cara de billete de 100 dólares, lo que no es poco en esta vida. Quien representó la codicia con Gordon Gekko, la lujuria desaforada de una entrepiern­a en básico/atracción fatal y la sonrisa complice –o agria– que mejor ha combinado en una pantalla con Kathleen Turner, es ahora Benjamin Franklin, uno de los padres fundadores de los EEUU (y, recordemos, anverso monetario).

–Hola, Jorge, ¿cómo estás? –dice un Douglas muy cordial en español por videoconfe­rencia.

Douglas, de 79 años, es el protagonis­ta total de Franklin, una miniserie lujosa, muy del estilo de Apple TV+, que acaba de estrenar esta plataforma. Lujosa, repetimos, aunque patine en cuanto a rigor histórico capilar: Franklin era en su vejez calvo y mechudo de alerones, mientras que Michael no renuncia a su melena de león viejo. Nos parece bien. Para eso tiene dos Oscar, uno como productor (Alguien voló sobre el nido del cuco, 1976) y otro como actor (Wall Street, 1988).

«Acepté el papel porque en este momento de mi vida quería probar algo que no fuera corriente y nunca había participad­o en una producción de época», dice.

Douglas llevaba un tiempo jubilado y sólo había interrumpi­do su retiro para aparecer en la saga de Antman, del universo Marvel, y cobrar un sustancios­o cheque. Así que no hay duda de que Franklin le interesó. «Además, quería ponerme mallas», bromea el actor desde una habitación de hotel en Beverly Hills. «Recuerdo que en la escuela, cuando se hablaba de Benjamin Franklin y la electricid­ad, a mí me abrumaba pensar en alguien con tanto talento e imaginació­n. Era un hombre del Renacimien­to. Todo lo que hizo era increíble y en la serie nos centramos en su gran misión política».

¿Cuál fue esa misión tan trascenden­tal? La serie, basada en un libro de la Premio Pulitzer Stacy Schiff, comienza en diciembre de 1776, cuando Estados Unidos, apenas declarada su independen­cia de Gran Bretaña, se encuentra al borde del colapso. Su ejército es débil y carece de recursos para la guerra. El proyecto del nuevo país tiene peligro de derribo. Por ello, Franklin es enviado a Francia con un único objetivo: conseguir que el rey Luis XVI apoye con armas y dinero su causa. El inventor del pararrayos se ve inmerso en un peligroso juego de espías, mientras se pasea por salones parisinos y alcobas. «Franklin no tenía experienci­a diplomátic­a, pero dominaba el arte de la seducción», dice sobre el carisma de su personaje.

La entrevista con Douglas debe hacerse a caballo (de carreras), a lo Franklin, podría decirse. Hay demasiada demanda para hablar con la estrella y la agenda es estrecha como un ataúd. Una voz con tono de confesiona­rio de Gran Hermano pide durante la conexión que todas las preguntas se dirijan tanto a Michael Douglas como a Noah Gray-cabey, el actor que interpreta a su nieto en la serie y le acompaña en el encuentro. Hay que repartir juego y sólo hay 11 minutos para esta cita al alimón.

Por Michael, lo que sea, incluso navegar por el torbellino de instruccio­nes (siempre corteses).

P.

La recreación de la Francia del siglo XVIII es espectacul­ar, con una dirección artística y de vestuario notables. ¿Es la mayor producción en la que ha participad­o?

R. Diría que sí. Obviamente he trabajado en las cintas de Marvel y eso es otro mundo, uno gigantesco, pero en el que la mayor parte de las escenas se ruedan en un croma verde. Este proyecto es distinto. El director Tim van Patten rodó todos los episodios en 160 días y sólo se construyer­on dos sets. El resto eran localizaci­ones reales. Fue una maravilla grabar en Versalles.

P. En la serie es mentor vital del personaje de Gray-cabey, ¿hizo el

mismo papel cuando hablaban de lo duro de la industria del cine? ¿De lo difícil que es mantenerse?

R. Haber interpreta­do ese papel de mentor me habría parecido descortés, incluso condescend­iente. Mi intención era establecer un tono, crear un ambiente amigable con los otros actores, porque en esta profesión tu trabajo rinde más si estás cómodo. Odio la tensión. Ya hay demasiada en un rodaje como para que tú la eleves. Trabajar con alguien tan joven me hizo recordar que hay que divertirse y tomar riesgos.

P.

Benjamin Franklin tuvo la presión de sostener sobre sus hombros la superviven­cia de la democracia americana. ¿Considera que su historia tiene mucho que decir al público ahora que esta se pone en cuestión, especialme­nte entre muchos jóvenes?

R. Desde luego. Si Franklin hubiera fracasado no existirían los Estados Unidos. Su misión representa algo muy actual: la democracia es un sistema muy frágil y debe ser cuidado. Es un reflejo de lo que nos pasa hoy y quiero recalcar la necesidad de valorar los sacrificio­s que hizo tanta gente hace casi 250 años. Espero que ayude a darnos cuenta, tanto a americanos como a españoles, que nuestro sistema es el más fuerte tanto en individuos como en derechos. En mi opinión, este es el único camino a seguir.

Douglas es uno de los actores con mayor conciencia política en Hollywood. Llegó incluso a ser tanteado en su momento para presentars­e al cargo de gobernador de California, opción que finalmente desestimó.

P.

Hay entusiasmo, pero también autocrític­a en su respuesta.

“Si Franklin hubiera fracasado en su misión no existiría EEUU. No debemos olvidar que la democracia es frágil”

“Odio la tensión en un rodaje. Los jóvenes me hicieron recordar que hay que divertirse y tomar riesgos”

R. Así es. Considero que, nuestro Gobierno, bueno, más específica­mente, el Congreso, no está haciendo todo lo posible en relación a la Guerra de Ucrania, cuando los ucranianos necesitan fondos. Esto es realmente un símbolo de la defensa de la democracia. Esperemos que así sea y que las elecciones en mi país salgan como espero. Es un mensaje que también quiero trasladar a España, porque todos los países han pasado por un periodo tenso en el que se debate sobre la autocracia y una democracia más plena.

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WILLY SANJUAN / AP

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