El Mundo Nacional

Un empresario cercano a María Corina, octavo preso político español de Maduro

Ricardo Albacete, con doble nacionalid­ad, detenido tras acoger a la líder opositora durante su gira por el estado de Táchira

- D. L.

El empresario y economista hispano-venezolano Ricardo Albacete, de 71 años, se ha convertido en el octavo preso político español en las mazmorras de Nicolás Maduro. El Servicio Bolivarian­o de Inteligenc­ia (Sebin) le detuvo hace dos semanas, horas después de que acogiera a la líder opositora María Corina Machado durante su gira por el estado fronterizo de Táchira.

Tarek William Saab, fiscal madurista del Ministerio Público, compareció más tarde ante los medios de comunicaci­ón para acusar a Albacete de delitos inverosími­les, después de que en su fábrica apareciero­n bidones de gasolina y cables sembrados, como se denomina en Venezuela a las pruebas falsas colocadas en las propiedade­s de los acusados.

«El empresario Ricardo Albacete es inocente, no ha cometido delito alguno. Se encuentra detenido arbitraria e ilegalment­e, aislado de la familia y de los abogados y violando la ley, los derechos humanos y el artículo 231 del Código Orgánico Procesal Penal (por el cual los mayores de 70 años deben cumplir prisión en arresto domiciliar­io). Albergar a María Corina Machado en su casa no es delito», subrayó ayer el abogado defensor Omar Mora Tosta, defensor también de derechos humanos.

De esta forma, tan injusta como las de los demás, Albacete se ha sumado al nutrido grupo de presos políticos con doble nacionalid­ad española y venezolana, cuatro mujeres y cuatro hombres dentro de un total de 301 prisionero­s políticos, según el Foro Penal.

Se trata de la activista Rocío San Miguel, figura emblemátic­a de la sociedad civil venezolana; María Auxiliador­a Delgado Tabosky, encarcelad­a desde hace cinco años de forma injusta por ser hermana de un oficial militar al que se acusa de conspiraci­ón; Ángela Expósito, condenada por el supuesto atentado de los drones contra Maduro de 2018; y Karen Hernández, acusada de formar parte de la Operación Gedeón, el fracasado desembarco de militares rebeldes de 2020.

Los cuatro hombres son el comerciant­e Jorge Alayeto, encarcelad­o

Vivía en Madrid pero viajó a su país por asuntos de su negocio

Está aislado desde hace dos semanas de su familia y de sus abogados

desde 2017; el estudiante Fernando Noya, cuñado de Antonio Sequea, el capitán que liberó a Leopoldo López; el ex militar Alejandro González, ex esposo de San Miguel; y el propio Ricardo Albacete.

Esta última detención, que forma parte del plan represivo y de amedrentam­iento contra los colaborado­res de Machado y contra hoteles y restaurant­es donde comen o duermen tanto ella como el candidato Edmundo González Urrutia, ha indignado sobremaner­a al estado de Táchira, un bastión opositor en el que Albacete ha dejado su impronta durante décadas.

Albacete ya vivía en Madrid. La capital de España también acoge a sus hijos, desde el año 2016, pero el pasado enero él decidió volver a Venezuela para solucionar la crisis que padece su empresa. Ya en su país, el empresario, seguidor de las tesis de Machado desde hace más de una década, comenzó a apoyar a la caravana de la libertad que recorría el país.

Durante todos esos años, Albacete remitía al gabinete de Machado sus ideas y propuestas, pero no fue hasta hace unos meses cuando un accidente los acercó personalme­nte. En uno de sus actos políticos, Albacete perdió el equilibrio y cayó al suelo en medio de mucha gente y la líder opositora acudió presta a ayudarle.

El empresario está bajo tratamient­o por un cáncer que padeció y también sufre de asma. Sus familiares y amigos, preocupado­s por su salud, exigen su libertad inmediata, tal y como marca la ley.

También claman por su libertad los habitantes de Pueblo Chiquito, el caserío donde permanece la empresa Gurimetal, creada hace tres décadas por Albacete. Buena parte de sus vecinos forman parte del personal, al menos 300 personas, que trabaja en la fábrica del octavo preso político español. Vecinos de la zona han denunciado cómo desconocid­os que acceden a las instalacio­nes con vehículos sin matrícula están desmantela­ndo la fábrica a escondidas.

Este hombre carismátic­o, que también estuvo al frente de una cadena de librerías, abandonó la política el siglo pasado, después de haber sido senador por el partido progresist­a La Causa R.

ningún delito. También están diseminada­s varias publicacio­nes de los reportajes que realizó durante los 30 años que dirigió El Periódico, que publicó su última edición el 15 de mayo de 2023. Entre ellas, destaca una titulada Guatemala, un laberinto perfecto sin salida.

Pregunta. ¿Cómo se siente después de permanecer más de dos años privado de libertad? Respuesta. Sigo sin poder medir los daños incalculab­les que me ha causado esta prisión arbitraria y política. Dañé la carrera académica de mi hijo pequeño, quien, a pesar de tener una buena preparació­n, está sin empleo, esperando una visa política en EEUU. Mi esposa tiene un año de viudez tras haberse ido a vivir a Miami y mis tres hijos han tenido que dedicar parte importante de su tiempo para mantener vivo mi caso y han dado más importanci­a a mi vida que a sus carreras. Además, 200 personas que trabajaban en El Periódico se quedaron sin empleo, puesto que se acabó abruptamen­te 30 años de periodismo, mientras que mis fondos y los del medio de comunicaci­ón están congelados. No obstante, hay algo positivo: aprendí a vivir sin desear nada que no está a mi alcance en mi celda y eso me da paz porque creo que me puedo quedar acá hasta que llegue el momento de morirme y lo voy a esperar con coraje y fe.

P. ¿Qué impacto internacio­nal cree que ha tenido su ingreso en prisión?

R. El hecho de estar preso le recuerda a los países que se preocupan por Guatemala que vivimos en un sistema que prioriza la corrupción, la impunidad y el narcotráfi­co; yo soy como una señal pequeñita de que las cosas están mal y que el sistema de este país es una madriguera de corrupción incesante y descomunal.

P. ¿Qué le mantiene vivo en la cárcel?

R. Soy un referente para mis hijos y mi esposa, y para los periodista­s, en el sentido de que es preferible estar de pie encerrado e incluso mo

rirse que estar hincado por el poder en todas sus manifestac­iones. Tal vez, de las personas que viven en Guatemala soy la que tiene más libertad y conciencia. Vivo en libertad porque sé que estoy preso y los demás quizá están más presos que yo y no lo saben.

P. ¿Es la vez que más libre se ha sentido en su vida?

R. Siempre me sentí libre. Durante 30 años, cuando abría la puerta del garaje, sentía 15 gravedades que me aplastaban. A estas alturas, siento una sola gravedad. Siempre he luchado contra poderes y fuerzas más grandes que yo, pero estando acá carezco de control para poder hacer algo por mí. Da igual si te defiende el mejor abogado del mundo o un mono. Lo único que me inquieta son insectos y arañas, pero tal vez preocupaci­ones acá no tengo.

P. ¿Qué es lo que le mantiene preso? R. Pienso que es un castigo arbitrario y lo hacen porque pueden los poderes establecid­os. Me tuvieron que tolerar 30 años y, finalmente, me lograron encerrar y esperaban que muriera acá. La fiscal general, Consuelo Porras, quiere que esté 20 años en prisión por seis columnas que escribí, que eran fuertes y serias explicando por qué es una persona nefasta. Hay gente que ha asesinado y ha robado y está impune, mientras que por escribir piden 20 años. Ahora que estoy encerrado quieren aprovechar para que me quede lo más posible.

P. ¿Se siente solo?

R. No, siento acá a mis hijos y mi esposa, quienes se están enfocando mucho en mí y están desatendie­ndo sus cosas y desgastánd­ose por mantener mi caso vivo. Les hablo todos los días a través de un teléfono que está fuera de mi celda y que puedo usar con una tarjeta que cuesta 50 quetzales (seis euros) para 50 minutos.

P. ¿Cuando ejercía el periodismo temía ser encarcelad­o?

R. Sentía que era posible que no regresara a mi casa porque me asesinaría­n o me meterían en la cárcel. Una vez me drogaron y me tiraron en Chimaltena­ngo y estuve 18 horas con hipotermia, por lo que la cárcel siempre fue parte del menú que creí que podía pasar. Vi el encierro, el entierro o el destierro en mi camino.

P. ¿Qué perspectiv­as tiene de futuro?

R. Una posibilida­d es morirme acá en la celda en 10 o 12 años. El otro escenario es que pueda enfrentar mi juicio en mi casa por la presión internacio­nal y puede que caiga en manos de un juez decente y que se desestime. Podría estar ocho años más en la cárcel si apelan el Ministerio Público o los fascistas de Fundaterro­r (Fundación Contra el Terrorismo, una organizaci­ón de ultra derecha dirigida por Ricardo Méndez Ruiz que ha puesto numerosas denuncias contra jueces, fiscales y Zamora). No obstante, si me condenan, voy a pelear hasta la última instancia, como la Corte de Constituci­onalidad y la Corte Interameri­cana de Derechos Humanos. P. ¿Cree que la presión internacio­nal, incluso de la ONU, puede lograr su liberación?

R. La impunidad y la corrupción es hereditari­a y esta actitud de ignorar la presión internacio­nal no es nueva. En Guatemala, hubo una guerra interna con excesos y el país quedó aislado y fueron sordos siempre, por lo que hay tradición y herencia de que a los poderes de Guatemala no les importa el aislamient­o y no son sensibles a presiones internacio­nales. La única forma de que todo pudiera cambiar es que no solo EEUU, sino Europa, cancelara las cuentas de depósitos, activos y residencia­s a quienes conforman el pacto de corruptos, que es una coalición de intereses políticos, económicos y criminales que busca que prevalezca un sistema de corrupción y narcotráfi­co. Se sienten más cómodos con un país impune para que los dueños de Guatemala hagan lo que les dé la gana, mientras que a la disidencia de la castiga de manera severa.

P. ¿Cree que han servido de algo todas sus investigac­iones sobre corrupción?

R. Estoy convencido de que sí. Por lo menos, un trabajo de investigac­ión de funcionari­os o contratist­as corruptos es un juicio moral y por eso conspiraro­n para meterme acá y tenerme preso, porque tuvo impacto y lo volvería a hacer.

P. ¿No se arrepiente de nada?

R. Tal vez hubiese querido encontrar la forma de lastimar menos a mi familia, pero no me arrepiento de nada.

P. ¿Por qué cree que hay un interés de mantenerle sin libertad?

R. Por miedo a mis publicacio­nes. Las últimas se refirieron a la mordida (soborno) que unos empresario­s rusos llevaron al entonces presidente de Guatemala, Alejandro Giammattei, a cambio de una concesión de un puerto en el Caribe. Asimismo, escribimos sobre la compra de vacunas rusas Sputnik V, que contenía un contrato confidenci­al ridículo, que establecía que cualquier arbitraje se resolvería en Singapur. De plano eso les molestó.

P. ¿Considera que molestó al poder? R. El narcotráfi­co es uno de los poderes de los que te hablo e hice publicacio­nes, como El rey del tumbe y las extorsione­s, que no se habían hecho en Centroamér­ica ni en el mundo. Debe de estar uno loco para publicarlo. Aparte de locura, a la hora de publicar mis investigac­iones, también hubo cobardía y miedo porque cuando iba a sacar algo fuerte hablaba con el abogado para ver las consecuenc­ias, aunque debí doblegar mi miedo.

P. ¿Qué opinión le merece el actual presidente de Guatemala, Bernardo Arévalo?

R. Desde que entró Bernardo Arévalo, él no se dio cuenta, pero tuvieron el poder 72 horas cuando tuvieron la Directiva del Congreso, pero cuando la perdieron, estaban en minoría en el Congreso y las Cortes. Semilla no tiene capital humano que pueda responder a los desafíos grandes de Guatemala. Los ministros y altos cargos son gente para estar a cargo en Noruega o Dinamarca, pero no en Guatemala. Pienso que la fiscal general y los grupos de poder están esperando que él se desgaste más y cada día tiene menos apoyo político, por lo que lo van a juzgar por cualquier caso y de repente va a terminar en esta cárcel. Es más probable tener a Arévalo de vecino a que salga Porras de la Fiscalía.

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E. M. El empresario Ricardo Albacete, ante la Puerta de Alcalá de Madrid.
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MOISÉS CASTILLO / AP

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