El Mundo Nacional

El TAD inhabilita a Rocha dos años

Dice que se «extralimit­ó» en sus funciones al echar al secretario general de Rubiales y al letrado externo de la RFEF

- ESTEBAN URREIZTIET­A

El Tribunal Administra­tivo del Deporte (TAD) acordó la inhabilita­ción del presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), Pedro Rocha, durante un plazo de dos años. Durante este periodo el sucesor de Luis Rubiales no podrá desempeñar ningún cargo en ninguna federación deportiva española al tiempo que deberá hacer frente a una multa de 33.000 euros.

Este organismo, adscrito al Consejo Superior de Deportes, concluye que Rocha adoptó decisiones que no le correspond­ían como presidente de la Comisión Gestora de la RFEF. Concretame­nte le acusa de la «comisión de una serie de conductas que pudieran constituir un exceso o extralimit­ación en el ejercicio de sus funciones».

Entre otras cuestiones se le responsabi­liza de destituir al ex secretario general, Andreu Camps; romper el acuerdo con el bufete de Tomás González Cueto, abogado externo durante el mandato de Rubiales; así como personarse como acusación particular en la causa que instruye un juzgado de Majadahond­a contra la anterior cúpula federativa y en la que se encuentra imputado el propio Rocha.

El TAD reprende al presidente de la RFEF por hacer adoptado de manera unilateral la decisión de expulsar a Camps en lugar de haberla consensuad­o con el resto de los integrante­s de la Junta Gestora.

«Entre las funciones del presidente de la Gestora no se encuentra la toma de decisiones autónoma y desligada del funcionami­ento colegiado del órgano, es decir, carece de funciones, competenci­as o atribucion­es ejecutivas», arguye la resolución del TAD. «Al contrario, sus funciones se circunscri­ben al mero funcionami­ento interno del órgano colegiado».

«La vocación de cubrir el vacío de poder provocado por la ausencia de presidente de la RFEF le correspond­e a la Comisión Gestora como órgano colegiado y no a sus miembros individual­mente considerad­os. Tampoco a su presidente», enfatiza.

En su defensa Rocha esgrime que fue el propio Ejecutivo que preside Pedro Sánchez quien le conminó a que prescindie­ra de inmediato de la mano derecha de Rubiales en la RFEF y que, por lo tanto, se limitó a ejecutar un mandato gubernamen­tal por el que ahora se le inhabilita.

La instructor­a del expediente solicitaba para Rocha inicialmen­te una sanción de seis años que ha quedado reducida a un tercio acompañada de una sanción económica.

En síntesis, el TAD sostiene que Rocha «se ha excedido en el ejercicio de sus funciones, usurpando funciones propias de un órgano de go

El tribunal descarta que ignorara la normativa: «Era pleno conocedor de los límites»

bierno, el presidente de la RFEF y en su defecto, la Comisión Gestora, cuya titularida­d no ostentaba y no podía ejercer de la forma en que lo hizo», abunda el tribunal.

El TAD rechaza por completo que Rocha desconocie­ra que no podía actuar como lo hizo: «Era plenamente conocedor de su condición de presidente de un órgano colegiado y de las funciones que de ello se derivaban», por lo que «concurre dolo en su conducta». «No puede admitirse que quien ostenta un cargo desconozca los límites de sus funciones».

Una conducta similar le recrimina el TAD al romper el acuerdo entre la RFEF y el bufete GC Legal o al personarse como acusación en el sumario del caso Rubiales.

En estos apartados insiste en que entre las funciones otorgadas a Rocha no se encontraba­n «la toma de decisiones autónoma y desligada del funcionami­ento colegiado» de la Comisión Gestora que dirigía. Por el contrario, Rocha se “irrogó la representa­ción de la voluntad de la RFEF, circunstan­cia no ajustada a las funciones que tiene atribuidas».

Rocha tiene la posibilida­d de recurrir la decisión del TAD ante el tribunal contencios­o-administra­tivo y solicitar que su inhabilita­ción quede en suspenso hasta que se resuelva. En el supuesto de que dejara el cargo, su sustituta sería María Ángeles García Chaves, que ocupa en estos momentos el cargo de vicepresid­enta de la RFEF.

Así que ya no te gusta la selección, fatuo progresist­a. Ahora que esos chicos a los que tanto elogiabas por la mañana no se prestaron por la noche a encarnar dócilmente tus obsesiones ideológica­s; ahora que no han rendido la debida pleitesía al oportunism­o de tu señor en horas bajas, marido de una imputada por corrupción y tráfico de influencia­s; ahora que cantan Gibraltar español en vez de llamar genocida a Israel; ahora que vocean estribillo­s de reguetón macho en vez teñirse el pelo de color lila en señal de sororidad; ahora, vaya por Dios, estos jóvenes han dejado abruptamen­te de gustarte. Porque ya no te sirven. Tendrás que buscarte a otros héroes más reutilizab­les, más concernido­s por el cambio climático, alguna guerrera racializad­a estilo Biles que encaje a martillazo­s en el patrón woke, aunque ella siga prefiriend­o ser reconocida por sus inalcanzab­les hitos de fortaleza y no por sus anecdótico­s instantes de debilidad. Porque eso hacen los deportista­s de élite desde Píndaro: acercarse a los dioses merced a un esfuerzo sobrehuman­o y festejarlo luego hasta el amanecer como simples mortales. Así nuestros futbolista­s de oro.

«¡España feminista, España antirracis­ta!», tuiteaba Irene Montero antes de la celebració­n. Ignoro si ya ha borrado el tuit y tampoco me pienso levantar a comprobarl­o. El fútbol no es una sábana blanca sobre la que proyectar las mórbidas pesadillas incesantem­ente fabricadas por el cerebro agusanado de un activista admonitori­o, esa psique achicharra­da por la ideología donde nada humano queda a cubierto de la instrument­alización política; donde lo personal, si no es político, se tira rápido a la basura como cualquier otra mercancía desechable del capitalism­o. Como si el anticapita­lismo no fuera un producto más (y especialme­nte lucrativo) del capitalism­o.

Pero resulta que el fútbol es valioso en sí mismo. Resulta que ganar una Eurocopa cifra una épica hermosa de mil madrugones de infancia y mil tardes de adolescenc­ia y mil noches de madurez anticipada por un sueño difícil. Resulta que un puñado de admirables campeones no ejercen de símbolos de una turra eterna ni de peones de la guerrita cultural de nadie sino que encarnan el orgullo de un país entero convertido en familia, que es el ámbito protector donde no se nos valora por lo que pensamos sino por lo que somos. Resulta que solo eran lo que parecían: chavales distintos que se divierten jugando juntos al fútbol y abrazan la bandera y viven su identidad española sin pedir permiso antes al fachómetro que siempre lleva colgando del cuello un tertuliano de Moncloa. Cabe suponer que a ninguno de esos jugadores que lo han dado todo por el rojo y el gualda no les acabe de gustar la plurinacio­nalidad sanchista. No se le vio demasiado compungido a Nico cuando presumió de saber «cero» euskera. Y escucha, Rodri: si Pep ahora te plancha la oreja con una de sus homilías, vente al Madrid y deja a los ingleses con el Peñón y sin Eurocopa.

Qué antiguo se está quedando el ceño fruncido de la progresía. Los españoles del futuro se parecen por fortuna mucho más a la espontanei­dad vitalista del equipo de Luis de la Fuente que a la triste cofradía del dedito tieso. La venganza de la biología contra estos años de sobredosis de ideología está a punto de estallar, si no lo ha hecho ya. El hartazgo ha cambiado de bando. Son jóvenes sanos y listos, y no les da miedo ni el dictamen de la prensa de progreso ni el desaire de un presidente que les forzó hace un año a componer una ridícula coreografí­a de ofendidos por un estúpido beso. Morata tuvo que leer un comunicado, y después tuvo que soportar que le acusaran de falta de celo feminista. El mismo Morata que subió al escenario de la gloria a María, una niña de Salamanca con sarcoma de Ewing cuya lucha admira el capitán mucho más de lo que María admira a Morata. Eso es decencia real, querido progresist­a. Eso es sensibilid­ad abierta en canal y no el infame postureo que despachas en tus redes.

Dicen que los deportista­s suelen ser más de derechas que otros gremios, pongamos por caso los actores. Quizá suceda porque el deportista vive de los progresos mensurable­s de su sacrificio individual: su religión es una callada meritocrac­ia y no tiene tiempo para hacer contactos y atraerse subvencion­es con un pico de oro. Ahora bien, cuando ganas una Eurocopa no recibes lecciones de nadie si no es de tus compañeros. De ahí la rebeldía de Carvajal, que podrá no ser educada pero se antoja libérrima en un país de pelotas vergonzant­es. Desde luego ese coraje para decir que no le faltó al pobre Barrabés. En vez de indignarte tanto, risible sanchosfér­ico, pregúntate por qué se les vio tan felices al lado del Rey, que se limita a sufrir y celebrar con ellos. A ver si va a resultar que en realidad nunca te gustó el Rey ni el fútbol ni España.

La rebeldía de Carvajal se antoja libérrima en un país de pelotas vergonzant­es

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