Diplomacia de tuiteros
Ya habían avisado de que el 24, año de tantas elecciones, se corría el riego de desarrollar peligrosas involuciones y enfermedades en las democracias, con rupturas entre países que practican la diplomacia populista del insulto. En España hay una epidemia de mala educación con algunos políticos charlatanes, bronquistas y embaucadores, además de paranoicos narcisistas, que se dicen unos a otros sacos de mierda; en esa cacería participa el presidente, que ha provocado altercados con algunos gobiernos y retirada de embajadores, entre ellos el de Argentina. Cada cual insulta a su capricho y cada vez estamos más solos en un momento de decadencia de las democracias, cuando en la nuestra hay intentos de intimidar a los periodistas y a los jueces, contagiados de la pandemia de las democracias.
A los partidos les importa más la polarización que la razón de Estado, que convierten en la razón de establo. La diplomacia, que era el arte y la ciencia de las relaciones entre estados para triunfar con astucia, está degenerando en mala educación. Hasta el Vaticano, que era espejo de lo diplomático, practica el gamberrismo y el Papa descubre ahora el mariconeo. Lo que se inventó para evitar la guerra provoca contiendas y traiciones, y sobre todo malos modos y deslealtad institucional en una legislatura a punto de caer.
Con la retirada de la embajadora argentina se inició la agresión contra Milei del Gobierno. Le llamaron drogata. Pero la apoteosis final del escándalo se ha celebrado en el kilómetro cero, donde la presidenta ha entregado una medalla al que ha insultado al presidente del Gobierno de España, a su familia y a su ideología, con la complacencia y colaboración de Ayuso, lo cual es una deslealtad que beneficia al político injuriado. Milei llamó cobarde a Pedro Sánchez sin que ella rechistara. Que la estrella del cine mudo trate con tanta admiración al león ultra de la motosierra no va a contribuir a elevar su popularidad. Ya le dicen las ministras a Feijóo que deje de llamar valiente a un provocador y que rompa con ella. En su entrevista con Alsina, Felipe González denunció el desastre de la democracia a golpe de tuit que ha cambiado la forma de hacer diplomacia. Pero lo más asombroso fue la solemnidad del acto en el que la presidenta de Madrid se comportó durante unas horas como jefa de Estado. Ahora declara que no ha visto al presidente de Argentina insultar a España ni al Rey. Le queda a Ayuso mucho carisma, pero lo va despilfarrando.