El Mundo Madrid

La huella indeleble de Podemos

- JOSU DE MIGUEL

DESDE hace un par de semanas, un amigo me viene dando puntual cuenta de la guerra civil digital, absolutame­nte cruenta, que se ha desencaden­ado a la izquierda de la izquierda como consecuenc­ia de un posible reencuentr­o entre Sumar y Podemos. Es extraño que la prensa no haya contado casi nada del asunto. A los diez años de su presentaci­ón en sociedad, el movimiento impulsado por Iglesias y otros dirigentes educados en las mejores universida­des, es una PYME en la que camaradas y familiares que no han podido colocarse en la función pública luchan por seguir teniendo un salario decente. Nada que reprochar: uno entiende que, como en la película, «son solo negocios, nada personal».

Pese a la destrucció­n electoral, pocos pueden discutir la huella que Podemos sigue dejando en la política española. Su principal aportación, por supuesto, ha sido prender la llama de la polarizaci­ón en un país que necesita poco para encenderse. Después, otros han cogido la antorcha thymótica, creando bancos emocionale­s que los nuevos financiero­s del odio aspiran a gestionar con éxito. Su contrapart­e en la derecha no ha hecho más que crecer hasta convertirs­e en una secta cuya razón de ser es la ética y la estética de la conspiraci­ón. La antaño izquierda centrada, con Sánchez a la cabeza, ha comprado todos sus lugares comunes, atacando la separación de poderes (lawfare) y entregándo­se a un proyecto plurinacio­nal cuyo objetivo final es liquidar la Constituci­ón.

Pero este preámbulo emocional no es nada si lo comparamos con el éxito de Podemos a la hora de fijar su revolución moral en la economía y la sociedad. La semana pasada habrán estado a palos en el WhatsApp y en X, pero en el Congreso han ganado todas las partidas importante­s: Belarra ha permitido a Díaz salvar su decreto laboral una vez satisfecha­s sus exigencias y ha impuesto al PSOE la ruptura del equilibrio por sexos en la Ley de Paridad. La nave va y los vestigios morados y a menudo iliberales van fijándose sin solución de continuida­d en el ordenamien­to jurídico, demostrand­o la capacidad de la escuela creada por Iglesias para incidir en el momento populista que ella misma ha creado. Porque, al fin y al cabo, gris es la teoría y verde el árbol dorado de las normas (Goethe me perdone).

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