El Mundo Madrid

Del tiqui-taca al toma y daca

- ORFEO SUÁREZ

A esta nueva selección le ha acompañado hasta Alemania una máxima: la muerte del tiqui-taca. Se ha dicho con algo de hastío, incluso desprecio. Lo primero que hay que decir es que el tiqui-taca dio mucho a España, el mejor periodo de su historia, una trilogía única: Euro-Mundial-Euro. Respeto, pues. Esta selección está a otra cosa, porque cambian los futbolista­s y cambian las tendencias, ya que el fútbol no es ajeno a la Ley del péndulo, pero con una competitiv­idad que recuerda a la de los mejores tiempos. En la larga decadencia de la Edad de Oro no había mostrado España una amenaza semejante a la que exhibió en Gelsenkirc­hen ante el rival que apeó a la selección en las dos pasadas Eurocopas (2016 y 2021), con Del Bosque y Luis Enrique. El camino es distinto: del tiqui-taca al toma y daca.

La España del pasado, sostenida por futbolista­s únicos, genuinos, era capaz de tener un ritmo de balón frenético. La España del presente es frenética en el movimiento de sus jugadores, en la presión, en la intensidad en el choque y en la frecuencia de las ocasiones, impropia de la igualdad que se supone a un duelo contra Italia en una fase final. Ninguna selección hasta ahora ha sido tan desbordant­e como lo fue España durante una hora. Corre, combina, dispara y se divierte. El marcador fue una ficción.

Nico Williams es la personific­ación de ese frenesí, con todo lo que el frenesí precisa: fe, alegría, ambición y fuerza. Es el fútbol-rap de España. La manera en la que sometió a Di Lorenzo en cada carrera fue la propia de un guepardo frente a un hombre. Con esa puesta en escena nada tiene que envidiar a Mbappé, Dembélé, Foden, Sané u otras estrellas del regate del torneo. Ninguno ha hecho por ahora lo que hizo el vasco ante Italia, que cayó por uno de sus centros. Aunque la maldición del gol en propia puerta la sufriera Calafiori, fue simplement­e la pieza que dobló ante un acoso insostenib­le.

Con Nico y Lamine Yamal España posee dos futbolista­s que jamás ha tenido. Un síntoma también de los tiempos no sólo futbolísti­cos, también sociales. Son los hijos de los inmigrante­s. Un poder semejante inclina el juego de cualquier equipo y lo inteligent­e no es equilibrar­lo, sino acentuarlo. De la Fuente lo hace y adapta al nuevo escenario piezas que parecen llegadas del pasado, como Pedri. Al adelantarl­o a la mediapunta, lo acelera y busca su pase y gol. Lo tuvo por dos veces para hacer más grande a Donnarumma. El selecciona­dor sale reforzado con este primer puesto garantizad­o a falta de un partido. La apuesta por Cucurella, uno de los mejores, es también suya, personalís­ima. En los octavos empieza otra Euro, la Euro del miedo. El mejor anticuerpo es el frenesí.

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