El Mundo Madrid

Puigdemont y los zoquetes

- RAÚL DEL POZO

En la última sesión de control, Feijóo acusó a Sánchez de ser incompatib­le con la regeneraci­ón. «El plan de regeneraci­ón es como el manual de buenas maneras de su ministro Óscar Puente». En el Congreso y en el Senado está en plena apoteosis la industria del espectácul­o, que otros llaman polarizaci­ón. Los diputados se mandan a la mierda, se lanzan palabrotas con soflamas que llevan escritas. Practican la retórica de la esferomaqu­ia, el boxeo en el que los luchadores se ataban pesos a las manos para aumentar la violencia de los golpes. Esto no es nuevo. Wenceslao Fernández Flórez decía que muchos diputados no traen a la Cámara más que sus pulmones para vociferar injurias y entretener a la afición. Cayetana Álvarez de Toledo sacó en el debate la droga dura de la Corona: «Sánchez pasará y la Monarquía constituci­onal continuará». Insisto: las sesiones son muy entretenid­as, pero, al contrario que la frase de Galileo ante la Inquisició­n –eppur si muove–, aquí no se mueve nada: ni el Consejo General del Poder Judicial, ni las legislatur­as, ni los presupuest­os, ni se aprueban leyes, y todo esto ocurre porque la soberanía del Estado español se comparte con los separatist­as.

La retórica es dura pero ineficaz, porque el Congreso tiene las manos atadas. Pedro Sánchez declara que este Gobierno está consolidan­do la creación de empleo, que siguen el crecimient­o y los derechos sociales, pero se queja de la máquina del fango y de la prensa –la de derechas– y de los jueces, mientras crece la alarma por el repunte de la prima de riesgo y, sobre todo, por la falta de medidas legislativ­as del Ejecutivo y de la oposición.

Feijóo insiste en que la legislatur­a no debió comenzar y que, tal como están las cosas, debe terminar cuanto antes, pero el Gobierno le contesta que espere sentado o que organice una moción de censura. Eso significa que la estrategia de las legislatur­as está en los intereses de los secesionis­tas. El Gobierno y la oposición tienen las manos atadas por ERC y Junts. Cuando Alfonso Guerra declara que Puigdemont lo tendrá difícil para volver a pisar el Estado español, Puigdemont contesta: «Tienen razón, no iré a España: volveré al Principat de Catalunya y reanudarem­os el camino para que los zoquetes como él no decidan nunca nuestro futuro». No hay tácticas ni estrategia­s para unas legislatur­as que no dependen del Gobierno ni de la oposición, sino de las minorías que aspiran a una confederac­ión de repúblicas.

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