Puigdemont y los zoquetes
En la última sesión de control, Feijóo acusó a Sánchez de ser incompatible con la regeneración. «El plan de regeneración es como el manual de buenas maneras de su ministro Óscar Puente». En el Congreso y en el Senado está en plena apoteosis la industria del espectáculo, que otros llaman polarización. Los diputados se mandan a la mierda, se lanzan palabrotas con soflamas que llevan escritas. Practican la retórica de la esferomaquia, el boxeo en el que los luchadores se ataban pesos a las manos para aumentar la violencia de los golpes. Esto no es nuevo. Wenceslao Fernández Flórez decía que muchos diputados no traen a la Cámara más que sus pulmones para vociferar injurias y entretener a la afición. Cayetana Álvarez de Toledo sacó en el debate la droga dura de la Corona: «Sánchez pasará y la Monarquía constitucional continuará». Insisto: las sesiones son muy entretenidas, pero, al contrario que la frase de Galileo ante la Inquisición –eppur si muove–, aquí no se mueve nada: ni el Consejo General del Poder Judicial, ni las legislaturas, ni los presupuestos, ni se aprueban leyes, y todo esto ocurre porque la soberanía del Estado español se comparte con los separatistas.
La retórica es dura pero ineficaz, porque el Congreso tiene las manos atadas. Pedro Sánchez declara que este Gobierno está consolidando la creación de empleo, que siguen el crecimiento y los derechos sociales, pero se queja de la máquina del fango y de la prensa –la de derechas– y de los jueces, mientras crece la alarma por el repunte de la prima de riesgo y, sobre todo, por la falta de medidas legislativas del Ejecutivo y de la oposición.
Feijóo insiste en que la legislatura no debió comenzar y que, tal como están las cosas, debe terminar cuanto antes, pero el Gobierno le contesta que espere sentado o que organice una moción de censura. Eso significa que la estrategia de las legislaturas está en los intereses de los secesionistas. El Gobierno y la oposición tienen las manos atadas por ERC y Junts. Cuando Alfonso Guerra declara que Puigdemont lo tendrá difícil para volver a pisar el Estado español, Puigdemont contesta: «Tienen razón, no iré a España: volveré al Principat de Catalunya y reanudaremos el camino para que los zoquetes como él no decidan nunca nuestro futuro». No hay tácticas ni estrategias para unas legislaturas que no dependen del Gobierno ni de la oposición, sino de las minorías que aspiran a una confederación de repúblicas.