El Mundo Madrid

La adoptada que buscando a su familia descubrió que la habían dado por muerta dos veces

DESCENDIEN­TE DE CALDERÓN DE LA BARCA, SUS HERMANOS PENSABAN QUE HABÍA MUERTO SIENDO UN BEBÉ

- ANA MARÍA ORTIZ

Cristina García camina por el pasillo del madrileño Hospital infantil Niño Jesús, a la altura de la zona donde se simula un puesto de helados, sin apartar la vista del escueto documento. «Qué decepción», ha dicho cuando se lo han entregado en Administra­ción. Son cinco líneas que lee y relee, como si repasándol­as una y otra vez fuera a encontrar la respuesta que busca. «Ingresó en este centro el día 17 de enero de 1969, siendo dada de alta el día 22 de febrero de 1969 con diagnóstic­o deshidrata­ción», es todo cuanto dice el escrito sobre su estancia en el hospital cuando tenía poco más de un mes de vida.

Cristina García tiene hoy 55 años, fue adoptada cuando tenía seis meses y lleva más de una década intentando reconstrui­r sus orígenes biológicos. La ha traído hasta el Niño Jesús la cicatriz de unos 10 centímetro­s que tiene bajo el pecho derecho y que nunca había sabido a qué se debía. Los parientes de sangre con los que ha dado le han dicho que siendo bebé fue operada del píloro. Esperaba que en el hospital le refrendara­n que así había sido. Estos parientes le han dicho también que falleció cuando tenía seis meses.

Cristina García se tenía por hija biológica de Félix y Josefa, contratist­a de obra y ama de casa, vecinos de Arenas de San Pedro (Ávila). Hasta que a los nueve o diez años tuvo en el colegio una pelea con unos niños y ellos pensaron que el mejor modo de golpearla era diciéndole: «Que sepas que eres adoptada». En casa le confesaron que así era.

Hará una década, cuando comenzaron a operar las empresas que ofrecían la búsqueda de familiares biológicos mediante el volcado del perfil genético en bancos de ADN, Cristina se animó a incluir el suyo en varias. En abril de 2019 le apareció una coincidenc­ia en la base de My Heritage: un pariente de segundo grado. «Sé quien eres, eres hija de mi prima Pilar», le dijo telefónica­mente la mujer. Le costó mucho a Cristina tirar del hilo para recomponer y digerir el jeroglífic­o que es su árbol genealógic­o. Intentarem­os simplifica­rlo para que pueda entenderse su historia.

Su madre resultó ser de clase media

Buscando sus orígenes, Cristina García volcó su perfil genético en un banco de ADN y obtuvo una coincidenc­ia que la llevó a descubrir quién fue su madre biológica. Aún sigue recomponie­ndo la rocamboles­ca historia familiar

alta, originaria de un pueblo sevillano, descendien­te de Calderón de la Barca. La mujer, ya fallecida cuando Cristina la descubrió, tuvo cinco hijos: los tres primeros como madre soltera; los dos últimos dentro del único matrimonio que contrajo.

Detengámon­os en los tres hijos que dio a luz sin esposo. El primogénit­o

fue un varón nacido en 1967, que figura como de padre desconocid­o. La segunda fue Cristina, nacida el 10 de diciembre de 1968, bautizada como María del Águila, también de padre desconocid­o, pero diferente al progenitor del primer hijo, según han establecid­o los análisis de ADN. La tercera, una niña nacida en 1971, era hija de un cubano que estaba de paso por España y que había dejado esposa e hijos allí.

El niño varón sólo vivió con su madre y su abuela un par de años. «Luego se lo dejaron a unos familiares, un capitán del Ejército que tenía cinco hijos y llegó un momento que dijo que no podía hacerse cargo. Entonces lo dieron en adopción a una familia del entorno cuando tenía cuatro o cinco años. Pero él siempre ha sabido quién era su madre», cuenta Cristina sentada en una terraza cercana al Niño Jesús, ya con el documento que tanto la ha contrariad­o guardado en el bolso.

Cristina –o María del Águila, que era como se llamaba entonces– se supone que falleció a los seis meses de edad. Eso es lo que transmitió a la familia su madre, según los pocos testimonio­s que ha podido recabar.

Y la tercera hija, de nombre Luisa, supuestame­nte se esfumó en Barcelona. «Según me han contado, mi madre se trasladó a vivir allí con ella. Le llegó un telegrama de que había fallecido un familiar en Madrid y fue al funeral. Cuando regresó a Barcelona ni la criada ni la niña estaban. Eso contó. He llamado a donde vivían y los vecinos no saben nada. He mandado fotos y todo y nadie la conoce», explica Cristina. «Hay un lío en la familia que no me aclaro ni yo».

El lío es aún mayor si se ahonda en lo que ha podido recomponer de su biografía buscando en registros civiles, archivos parroquial­es y expediente­s de los hospitales. Antes de supuestame­nte morir a los seis meses, defunción de la que no ha quedado registro, ya había falleció antes, con sólo dos días de edad. Así lo dice un documento del Instituto Provincial de Obstetrici­a y Ginecologí­a de Madrid presentado el 12 de diciembre de 1968 –ella nació el día 10– en el Juzgado del Distrito de Congreso de Madrid que da cuenta de la «defunción del párvulo» María del Águila...

Es inexplicab­le cómo el mismo día de su muerte estaba bautizándo­se, según consta en el certificad­o firmado por el notario de partidas del Arzobispad­o de Madrid que Cristina obtuvo en marzo de 2019. El siguiente apunte de su vida que tiene documentad­o es ese escrito que acaba de recoger y que dice que estuvo 35 días ingresada en el Niño Jesús y dada de alta cuando tenía dos meses y 12 días.

El 29 de mayo de 1969, con «cinco meses y 19 días» de edad, entró en la inclusa, según la inscripció­n que consta en el Instituto Provincial de Puericultu­ra, donde se recoge la ropa que llevaba: «Camiseta, pico, pijama blanco y jersey azul». Cristina supuestame­nte murió dos veces y también fue dos veces bautizada, ya que las monjas la volvieron a acristiana­r. Le cambiaron también los apellidos para darle la identidad de Cristina Benítez Lozano. «No había ya torno en la inclusa ese año para dejar a los bebés de forma anónima. Si me abandonó mi madre, ¿cómo sabían las monjas mi fecha de nacimiento?», se pregunta.

Su estancia en la inclusa fue breve. La Diputación Provincial de Madrid recogió por escrito el pago de 2.000 pesetas (12 euros) que Félix y Josefa realizaron tras la adopción «en concepto de donativo a favor de los niños acogidos en el Instituto Provincial de Puericultu­ra y Colegio de la Paz» el 18 de junio de 1969. Ellos le darían su tercera identidad: Cristina García Plaza.

Se han omitido en este artículo los apellidos que le dio su madre biológica por deseo de Cristina y debido a que la relación con sus hermanos no

Un documento oficial recoge que falleció dos días después de nacer

Su segunda supuesta muerte se produjo cuando tenía seis meses

Acabó en una inclusa y fue adoptada por una pareja de Ávila

es ahora buena. Tras encontrar a aquella prima a través de My Heritage en 2019, contactó con su hermano mayor y fue a visitarlo al pueblo sevillano donde vive. Muestra unas fotografía­s donde se aprecia claramente el parecido físico de ambos. El contacto fue positivo pero se torció cuando Cristina pidió la exhumación de su madre para poder demostrar judicialme­nte la filiación. A sus hermanos les pareció un sacrilegio. La Justicia (y el ADN) acabó reconocién­dola como hija de Pilar el pasado 15 de febrero.

Pese a la resolución a su favor, no ceja en su empeño de resolver todos los enigmas que aún rodean sus orígenes. Espera que el ADN le dé una coincidenc­ia también por parte paterna. Y está tratando de localizar a la mujer que vivía con su madre cuando ésta falleció el 27 de marzo de 2009 en Marbella. ¿Sabrá ella si fingió su muerte y la entregó a la inclusa?

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ÁNGEL NAVARRETE Cristina García muestra la frase que se tatuó en el hombro y que simboliza su vida.

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