Wagner es madridista
Una primavera más los titulares entonan el cantar de la gesta inverosímil, resignados a hacer surco en la leyenda. Pero cuando la epopeya adquiere la nota familiar del costumbrismo, sin perder por el camino un ápice de épica, quizá sea hora de elevar la excepción a norma de una vez.
Antes del partido, Fernando Alonso musitó un vaticinio lacónico, muy propio de esa circunspección septentrional con la que modula sus juicios: «Lo veo difícil», me confesó. Pero lo cierto es que el Madrid dominó al Bayern desde el principio. Consciente del acicate que los blancos encuentran en la adversidad, fiado del contragolpe, Tuchel regaló el balón a los locales, que no sabían muy bien qué hacer con él. En el descanso Raúl clavó el diagnóstico y el tratamiento: «Tchouaméni aporta seguridad pero no rompe líneas ni quiere el balón. A Kroos lo han anulado. El partido está para Camavinga. Es el único que puede abrir espacios a Jude y Vini», me explicó.
Carletto terminó haciéndole caso y tras la reanudación Vinicius tuvo ocasión de recordar a Kimmich quién de los dos es el mejor jugador del mundo. Pero sus incursiones vietnamitas por la banda no hallaron rematador. Así que el imprudente Davies tuvo la ocurrencia de marcarle un gol al Madrid en el Bernabéu en una semifinal de Champions. Estaba convencido de que hacía lo correcto. A mi espalda Oliver Kahn gritó: «¡Yes!». Tremendo error.
Hay algo más difícil que remontar una derrota en la ida, materia en la que se doctoró el campeón de Europa de 2022: remontar en el minuto 86 de la vuelta. Pero si hay gente que solo se siente viva lanzándose en paracaídas y demorando temerariamente el tirón de la anilla, el Real Madrid necesita inocularse una sustancia que lo mata -la amenaza de la derrota- para reaccionar. No le gusta dar miedo: le gusta vencerlo. Por eso se impone retos de supervivencia extrema justo cuando más controlada parece una eliminatoria. Ancelotti aguardó a que el caldero mágico de Chamartín alcanzase el punto de ebullición y en ese instante convocó a la clase obrera para erigirla en sujeto histórico. El jornalero de la gloria fue Joselu.
Cuando terminé de aullar me giré cortésmente y estreché la mano enorme de Kahn, reducido a la condición de nibelungo perplejo. Wagner también es madridista.