“Me han chantajeado... Soy el ejemplo de lo que sufre el agricultor”
LA DENUNCIA DE CAYETANO MARTÍNEZ DE IRUJO, EL HIJO MÁS CAMPERO DE LA DUQUESA DE ALBA Desde la «tacita de plata», como su padre llamaba a la finca de naranjos en la vega del Guadalquivir, asegura que una empresa se comprometió a llevarse 200.000 kilos de n
Un portón granate de dos planchas custodia los naranjos de los Alba. Arbustos de cinco metros de altura y treinta años de antiguo están siendo vaciados a toda prisa en El Rincón, la finca de 32 hectáreas que se extiende por la tierra aparentemente seca de la Vega del Guadalquivir, junto a Sevilla. La fruta es depositada en unos cajones grises, apilados a la espera de ser colocados en los camiones, lista para su distribución. Cayetano Martínez de Irujo examina la naranja de ese campo que su padre llamaba «la tacita de plata». Está enfadado. «Me han chantajeado. Soy, tristemente, un ejemplo de lo que está sufriendo el agricultor en este país, sin ayuda, sin amparo de la Administración sea del color que sea, sin una legislación que le proteja mientras hay empresas que lo humillan y lo ponen de rodillas. Me indigna y yo tengo medios para defenderme, pero estoy pensando en los agricultores con menos recursos cuya única salida es someterse a estos abusos», dice.
Cayetano Martínez de Irujo asegura que una empresa se comprometió a llevarse toda la naranja de su finca por un precio y que, después, se negó a cargar con toda la producción y a pagar el dinero acordado por la que ya se había llevado. «Yo tengo una finca dividida en dos variedades, lane late y valencia. Vendí la primera variedad. Evidentemente, la ven una o dos veces antes de llevársela. Deciden que la quieren comprar. De todo esto hace un par de meses. Habíamos estado con 5 o 6 compradores ajustando hasta el último detalle para ver a quién se la vendíamos y se paralizó la venta. Fue cuando se produjo aquella entrada de naranja enorme de Egipto y eso nos supuso estar un mes con la fruta en el árbol, perdiendo tiempo y dinero, tratando la fruta para que aguante. Finalmente, la empresa elegida empieza a recoger la fruta. Cuando faltan más o menos cinco camiones por recoger, deciden que ya no recogen más. Argumentan que la fruta no tiene la calidad que pensaban, pero yo creo que eso no es cierto porque hemos podido ir vendiéndola después. Creo que tenían suficiente y no querían más. Y por su cuenta deciden que los seis u ocho camiones que se han llevado, los van a pagar a menos precio que el convenido porque, dicen, han tenido que lavar la naranja dos veces. Y aquí viene el chantaje final. Les dije: ’paguen los camiones que se han llevado y los que están en cuestión vamos a discutirlos’. Y me respondieron: `No, me rectifica la factura o no le pago nada’. Les dijimos: ‘Pues devuélvanos la fruta’ Y nos respondieron que ya la habían vendido. Y no hemos cobrado nada, salvo el anticipo de 10.000 euros». «Lo que me subleva es que hacen esto y se quedan tan anchos. Yo he vivido en Holanda, en Francia y en Alemania y allí en un juicio rápido les fastidias el balance del año». Este relato es del martes día 7.
EL CONTRATO Y EL PAGO
El contrato al que ha tenido acceso Crónica indica que la naranja será retirada del árbol, que la empresa «se compromete a sacar toda la producción contratada», 200.000 kilos (a 24 céntimos el kilo de naranja), y que «declara conocer expresamente el calibre y condiciones en las que se encuentran las naranjas objeto de este contrato y se obliga a no realizar reclamación alguna por ningún concepto una vez haya retirado la producción». La empresa aludida mostraba el miércoles su sorpresa porque Martínez de Irujo hubiese realizado una denuncia pública cuando todavía el caso estaba en manos de los abogados sin que hubiera pasado ni una semana del desencuentro. Asegura que recolectó 132,000 kilos y dejó el resto porque no cumplía con la calidad requerida y añade que, si se ve forzada, recogerá el resto del
producto. El justificante del pago total de los camiones retirados tiene fecha del miércoles 8 (día en el que este periódico contactó con la empresa, también productora), pero ésta asegura haberlo realizado un día antes.
El caso de Cayetano Martínez de Irujo es controvertido, pero no es de los peores. A la redacción de Crónica han llegado casos de citricultores que se encuentran con empresas que les compran la producción y no les abonan. Suspenden pagos y desaparecen con los beneficios obligando a los agricultores a resignarse o a emprender acciones legales por unas cantidades que ni se acercan a las que defiende Martínez de Irujo pero que significan los ingresos con los que intentan compensar su propio trabajo y mantener unas propiedades que a menudo no son rentables y que vienen cargadas con unos gastos desproporcionados de agua, luz, abono, mano de obra y mantenimiento, en un sector maltratado que les hace extremadamente vulnerables. Un sector muy susceptible porque, según fuentes sindicales, está siendo muy frecuente que las empresas intenten incumplir los contratos con el agricultor, a la baja, cuando cambian las circunstancias del mercado.
«Ahora mismo estamos con la recogida de las últimas variedades y hay mucha especulación. Si vienen barcos de Egipto, Turquía, Brasil, Argentina o Sudáfrica, se para la recolección y descienden los precios. Y, encima, Europa les bonifica porque reduce las tasas arancelarias a las importaciones. La industria ni siquiera quiere ya llevarse los cítricos a cambio de nada y el agricultor ha de pagar para tirarla y que no sobrecargue los árboles», explica una fuente sindical que prefiere no revelar
su identidad. Pedro Gomárez, de ASAJA añadirá: «Estamos pidiendo a la AICA, la Agencia de Control Alimentario del Ministerio de Agricultura que actúe y verifique si hay incumplimientos de contratos. El sistema no está funcionando y el ministerio ha de comprometerse con esas verificaciones».
Jenaro Aviñó director de AVA, discrepa respecto a ese análisis, pero no sobre la vulnerabilidad de los agricultores ni el desinterés y la incompetencia de la Administración: «En comparación con el año pasado ha entrado la mitad de la naranja procedente de Egipto, pero las grandes superficies, que cobran lo mismo, pero pagan menos al agricultor, lanzan mensajes de miedo que hacen bajar los precios. La Ley de cadena, que debería garantizar que todos los eslabones han de cubrir costes, no funciona, la Administración no hace lo que debe y, aunque no es lo habitual, cuando un agricultor no ve satisfecho el contrato que ha firmado, no suele denunciar a la AICA porque tiene miedo a ser señalado y no poder vender más». En resumen, vulnerables y abandonados. Y cabreados como Cayetano Martínez de Irujo.
AVA: ”La Ley no funciona, el Gobierno no hace lo que debe”
“Las grandes superficies difunden miedo y baja el precio”