Los madrileños, indeseables para el Gobierno
La escena nos recuerda las huidas y caminatas de los civiles desamparados en lugares como Gaza o Ucrania: cientos de personas caminando inseguramente sobre las vías para llegar a la estación de Atocha después de una avería de un tren de cercanías que los tuvo una hora encerrados, sin aire acondicionado, antes de escapar a la vía. Esa peregrinación penosa frenó a su vez la entrada de otros trenes, mientras se anunciaban problemas donde tantas veces los hay, el corredor subterráneo de Atocha a Chamartín. Fue el tema informativo del inicio de la semana –y del regreso del puente– en nuestras páginas y en los demás medios madrileños.
Nada nuevo, aunque sea uno de los casos más espectaculares: se han registrado más de 130 averías e incidencias en Cercanías en los cuatro primeros meses de este año. La gente está que trina, se subraya que esos trenes llevan más de 20 años sin modernizarse y que las infraestructuras se encuentran abandonadas. Y todo ello, sin mencionar siquiera la caótica reforma de la estación de Chamartín ni extendernos hacia otras infraestructuras de transportes, como el decadente y agotador aeropuerto de Barajas que, casualidades de la vida, el famoso presentador televisivo británico Jeremy Clarkson definía como «el más estúpido del mundo» el mismo día de lo de Cercanías.
Desde estas páginas criticamos cuando es necesario a nuestro Ayuntamiento o a nuestra Comunidad Autónoma, pero no ponemos en duda sus esfuerzos –a veces, no del todo inspirados– por mejorar la vida de los madrileños. Pero estaciones, aeropuertos y tantos otros servicios e infraestructuras de Madrid dependen de la Administración del Estado y de sus ministerios, con sede en el Palacio de la Moncloa. AENA, Adif, Renfe y tantos otros departamentos dependen de esa Administración, y están sumidos en la indiferencia o la hostilidad hacia sus conciudadanos que es tan evidente en sus responsables, desde el presidente Sánchez y su odio a los «reaccionarios» hasta el estrambótico ministro Puente, dedicado a insultar al presidente argentino en vez de organizar y mejorar los transportes en España, que es su teórico cometido oficial.
No le demos demasiadas vueltas: el fracturado Gobierno del PSOE, de los populistas de izquierdas y de los separatistas considera a los madrileños como forasteros desagradables y desdeñables, versión local de los inmigrantes ilegales que Gran Bretaña está expulsando a Ruanda. Somos fachosfera –y eso que muchos votan a la izquierda– y no merecemos más que el desdén.