PATIO GLOBAL
‘Piérdete pobre pato’ es un título como homenaje a un célebre insulto de Sarkozy
Ricos y rentistas sueñan con el final abrupto del sistema que tanto les ha beneficiado
QUÉ. Bruselas coloca una estatua del Tío Gilito en el centro de la ciudad para denunciar los estragos del sistema económico y «soñar con una sociedad más justa» . QUÉ. La obra, creada en 2010, define el espíritu (trasnochado) de un pueblo idealista y contumaz que, siguiendo a Max Weber, cree que toda experiencia histórica demuestra que el hombre no hubiera obtenido lo posible si no hubiera pugnado una y otra vez por alcanzar lo imposible.
Bélgica es, hoy, un país que tiene el dinero casi por castigo. Nación sin pueblo y pueblo sin nación, muy endeudado, pero con poco paro, buena productividad, enormes rentas y alto poder adquisitivo. Un país de dinero, con gente con dinero, en el que la mayor parte de los empresarios sólo hay una cosa que odien más que perder dinero: ganarlo. Están dispuestos a todo, a casi cualquier cosa, por no conseguir un cliente más, una venta adicional. En esta patria, como decía un chiste de la RDA, el cliente es el rey pero el camarero es el emperador.
Son especialistas sin espíritu, venusianos en un mundo marciano, jipis herederos del 68 que en la mejor tradición europea han logrado sin saber cómo la productividad holandesa con el espíritu contestatario y sindicalista francés. Implacables, impenitentes, indiferentes. Genios a los que admirar. Hace unos días, la comuna de Bruselas plantó en la Plaza de Sainte-Catherine una estatua del Tío Gilito (Balthazar Picsou en francés) del artista Sven‘t Jolle. Se llama Casse-toi alors, pauvre canard!, que viene a ser un Piérdete, pobre pato, y que es un juego de palabras con el Piérdete, pobre gilipollas ,espetado por Nicolas Sarkozy a un señor que no quiso darle la mano durante una feria de agricultura hace 15 años.
La obra representa al multimillonario que nadaba en piscinas de monedas, pero sobre una viga cubierta de alquitrán y plumas, un castigo medieval e imagen de la humillación pública. El artista la concibió hace 15 años, en medio de la Gran Recesión global, como ataque a la desigualdad, los abusos de los ricos, contra esa «naturaleza prolífica y generadora» del dinero, en palabras de nuevo de Weber. Buscando una «reflexión sobre los estragos del capitalismo y de nuestra sociedad consumista» y «una oda para imaginar una sociedad más justa haciendo sonar la muerte del capitalismo», según el ayuntamiento. Pero los belgas, para quienes lo que no es contradicción es dogmatismo, la metieron en un sótano y la sacan ahora. Parafraseando a Carlyle, las clases burguesas rara vez antes y nunca después demostrarán tanto heroísmo.