El Mundo Madrid

«Control previo de los medios», siempre igual

- CABO SUELTO ANTONIO LUCAS

ESTE sueño político (húmedo y terco) de tener cercadita a la prensa es una tentación en la que insisten todos los gobiernos en democracia. Entiendo vertiginos­amente a Pedro Sánchez cuando se queja del monóxido de los bulos y llama (incluso) fango al fango, porque fango (al fin y al cabo) es el hábitat general de este tiempo. Cómo ocultar la verdad de que en esta profesión hay, como en cualquier oficio, usurpadore­s que rebajan a mentira o chisme cuanto tocan. Hombres y mujeres adscritos a la fea misión de dar asco. Como el negocio es grande, aunque el beneficio escaso, hay tajo para todos: también para los abortos que acosan y ponen cuños falsos en documentos falsos por si pueden confundir a alguien para enturbiarl­o todo un poco más. Por eso, claro que sí, conviene combatir la basura con herramient­as fuertes. Decentes. Legales. Homologada­s.

Pero el problema es otro. Lo difícil no es distinguir el periodismo fiable, hecho con materiales nobles, de ese otro falsorro, hediondo, delincuenc­ial a jornada completa. El peligro es utilizar de nodriza esa mercancía malformada para rebañar de paso a los medios que, desde la orilla contraria a los intereses de un Gobierno, sí ejercen el periodismo. Porque molestan sabemos que lo ejercen. Cada vez que desde la política se propone regular a los medios siempre salimos trasquilad­os. La gente tiene derecho a saber qué sucede. Porque lo otro es limitar la libertad de expresión. El abuso no es llamar delincuent­e a quien está en la cárcel previo paso por los jueces, sino inventarse el delito y echarlo a rodar. Son dos posiciones enfrentada­s. ¿Controland­o los medios se acaba con el tráfico de la mentira? No. Controlar es sacar a paseo el censor que casi todo político lleva en el alma dormido. Porque el control es pasar las portadas por barbería antes de publicar. Lo hemos visto antes. Acordaos del Rey emérito. Yo me acuerdo.

La propuesta trapecista de Pedro Sánchez sobre la posibilida­d de supervisar más de cerca a los medios no saldrá bien. Legalmente no puede salir bien. Nunca ha salido bien. Es fácil de comprender: no se puede ser un poco libre igual que no se puede ser un poco virgen. Todo o nada. La libertad de expresión no es un milagro, sino una conquista. Sólo faltaba que el periodismo hediondo fuese, además, el atajo para adelgazarn­os otro tanto a los demás. Control previo de los medios, propone el presidente. Por qué. Cuándo. Dónde. Quién. Qué. Para esto no hacen falta cinco días de desahogo.

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