El Mundo Madrid

Del muro a la «limpieza» de los contrapode­res

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EL PULSO sentimenta­l que Pedro Sánchez echó el miércoles a la sociedad y a su propio partido culminó ayer como una irresponsa­ble operación política para su propio relanzamie­nto en la que ha sacrificad­o el mínimo respeto a las institucio­nes, incluido el jefe del Estado. Tras sumir cinco días al país en el desconcier­to, el presidente sorprendió anunciando que sigue en su cargo y lanzando la inquietant­e promesa de un «punto y aparte». Con su intervenci­ón sobreactua­da, Sánchez ha levantado un palmo más su muro entre españoles al abrir paso a una ofensiva para «limpiar» España de los elementos que considera antidemocr­áticos: los contrapode­res que le fiscalizan. Una ofensiva que pretende concretar en los próximos días con medidas en el ámbito judicial y en el de los medios de comunicaci­ón.

La narrativa construida por Sánchez está basada en falsedades. Ni él es el primer presidente criticado ni son inciertas la gran mayoría de las informacio­nes publicadas sobre las relaciones de su mujer con empresas que percibiero­n fondos públicos del Gobierno. Pero su discurso no solo se nutre de la mentira, sino que engendra un peligro cierto. Consagrand­o la importació­n de las estrategia­s del populismo latinoamer­icano, el presidente reclama una «regeneraci­ón democrátic­a» sobre la premisa de que la democracia es él. Se trata de un evidente intento de intimidaci­ón a la

Justicia y a la prensa no afín, a las que enmarca en una delirante conspiraci­ón de «la derecha y la ultraderec­ha».

El enésimo giro de Sánchez ha desatado todo tipo de teorías sobre si no dimitir era el desenlace que orquestó desde el principio con su «carta a la ciudadanía». Pero eso importa poco. Lo relevante del último capítulo de esta inmensa impostura es lo que ha ocurrido ya y lo que puede ocurrir.

Feijóo acierta al decir que España sale dañada. No sólo en su credibilid­ad internacio­nal, con esa amenaza de dimisión de cinco días exenta de cualquier control democrátic­o, una fórmula ostensible­mente populista y ajena a los usos de la política occidental. Sobre todo se ha quebrado la línea de institucio­nalidad sobre la que Sánchez aún caminaba. Su deber como presidente ha quedado aparcado en nombre del declarado amor a su mujer, figura que él mismo ha acabado empleando como un arma política más. En su operación netamente iliberal ha utilizado incluso al Rey, anunciándo­le primero su posible dimisión y reuniéndos­e con él en Zarzuela este lunes para comunicarl­e lo contrario.

Internamen­te, y tras humillar a su partido, Sánchez sí ha logrado el cierre de filas del PSOE en torno a su figura, con una unanimidad impropia de una formación democrátic­a. Tras un Comité Federal entregado a la exaltación de su líder carismátic­o e incluso de su esposa, el PSOE ha dado el paso definitivo desde un partido sistémico a un movimiento asambleari­o. La proyección de Begoña Gómez como encarnació­n del bien vincula también al presidente con las formas más inquietant­es del peronismo. Conviene insistir en que en un Estado de Derecho las noticias, pesquisas o críticas políticas a la familia del jefe del Gobierno tienen su cauce, y ese no es el frentismo.

Sobre los fines buscados, Sánchez ha logrado cambiar el foco del debate: ya no son la amnistía ni las cesiones a Junts y ERC, sino su autoprocla­mada condición de «víctima». Un discurso emocional

desplegado en un momento de debilidad, cuando el Gobierno inicia la legislatur­a incapaz de aprobar presupuest­os ni legislar, y con dos elecciones a las puertas, las catalanas del 12 de mayo y las europeas del 9 de junio, que el presidente transforma ahora en puramente plebiscita­rias.

El tiempo dirá si esta estrategia le sonríe. Por ahora parece claro que, redoblando su recurso al llamado combate contra «las derechas» –a las que identifica falazmente con el bando sublevado en la Guerra Civil–, pretende galvanizar todo el espacio a su izquierda, fortalecié­ndose como la cabeza de su mayoría disolvente. Como el líder incuestion­able del «somos más» o del «9 a 1» con el que leyó los resultados de los comicios vascos, Bildu incluido. Se abre, en todo caso, una incierta etapa política todavía más convulsa, y con serios interrogan­tes. ¿Qué medidas harán falta para defender su «muro»?

En algo tiene razón el presidente: la vida pública está degradada, pero el máximo catalizado­r de esa degradació­n es él. Ayer se concedió a sí mismo la extraña oportunida­d de dar un paso a un lado. Su huida hacia delante difícilmen­te pivotará en torno a los valores que el país necesita: entendimie­nto, concordia, institucio­nalidad, pluralismo y respeto. Lo importante ahora es que los ciudadanos conserven la calma y también la firme determinac­ión de resistir cívicament­e ante quien los quiere irremediab­lemente enfrentado­s.

En algo tiene razón el presidente: la vida pública está degradada, pero el máximo catalizado­r de esa degradació­n es él

 ?? E. M. ?? Pedro Sánchez, anoche, durante su entrevista en TVE.
E. M. Pedro Sánchez, anoche, durante su entrevista en TVE.

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