La nueva ofensiva de Bukele
Tras su guerra contra las pandillas, el presidente de El Salvador lanza una operación anticorrupción con motivo del cuarto aniversario de su mandato Con los tres poderes en su mano quiere reducir el Estado
«En cuatro años, el Salvador es otro país y eso no lo puede negar nadie, ni siquiera la oposición». Con estas palabras comenzó Nayib Bukele su discurso en la Asamblea Legislativa con motivo del cuarto aniversario de su mandato. El presidente destacó que, gracias a su «guerra contra las pandillas», El Salvador tiene «un nivel de seguridad con el que sueñan en Latinoamérica» tras dejar atrás un país «controlado por terroristas sin libertad ni esperanza».
Bukele se jactó de ser el único mandatario que ha tenido El Salvador que no «rinde cuentas» a la comunidad internacional, ni «nos doblegamos ante los países que nos quieren decir cómo resolver nuestros problemas». Gracias al Plan de Control Territorial y al Régimen de Excepción, que lleva un año de vigencia y que se ha saldado con 69.000 detenidos, el presidente destacó que se ha logrado «arrebatar a los delincuentes el control del Estado». Así, subrayó que hoy la «normalidad es caminar a las nueve de la noche o estar en el parque con amigos», algo que, según recordó, «hasta hace poco era impensable cuando la población vivía en zozobra por una estructura terrorista con tentáculos en todo el Estado».
«Las pandillas eran las más grandes y sanguinarias del mundo y, por eso, tuvimos que crear nuestro propio método sin permitir que nadie nacional o extranjero nos ordenara qué hacer» para poner fin a este fenómeno que ha causado miles de muertes en El Salvador desde la década de los 90. Para lograr este objetivo, remarcó que hubo que «reinventarse», para lo cual dijo que primero logró la Presidencia hace cuatro años y, finalmente, con el triunfo en 2021 de su partido Nuevas Ideas en la Asamblea Legislativa,
«se logró la gobernabilidad y la depuración del sistema judicial y la Fiscalía».
Sin el control absoluto de los tres poderes, Bukele reconoció que «hubiera sido imposible luchar en la guerra contra las pandillas», mientras que recalcó que el régimen de excepción, que lo ha prorrogado la Asamblea Legislativa en 14 ocasiones, «nos ha permitido saborear por fin la paz por primera vez desde que tenemos memoria». En ningún momento hizo alusión al informe de Cristosal presentado esta semana que denuncia que, en el último año, se han producido 153 muertes en las cárceles, donde los reclusos sufren «torturas sistemáticas, choques eléctricos y detenciones arbitrarias».
El mandatario insistió en que, con la suspensión de derechos constitucionales y la presencia de la policía y los militares en las calles, «se ha ido arreglando lo que estaba mal y al fin los salvadoreños pueden pensar en otra cosa que no sea evitar que los maten». Por ello, incidió en que «ya no somos los mismos», puesto que ahora lo cotidiano empieza a ser que «la gente vaya al centro histórico de noche, que haya conciertos todas las semanas, que los hoteles estén llenos y que las familias regresen a su casa a la hora que quieran».
Pese a ello, admitió: «Todavía no
estamos donde queremos», dado que se debe garantizar una «mejor gestión pública» para garantizar los recursos necesarios destinados a «satisfacer las necesidades que nos faltan». En esta línea, Bukele declaró la «guerra contra la corrupción», teniendo en cuenta que «al igual que las pandillas, tiene tentáculos en todos los niveles del Estado y no nos deja invertir en soluciones y proyectos para la gente y mucho menos en grandes obras que nos permitan crecer más rápido y frenar el letargo y subdesarrollo en el que nos mantuvieron».
Bukele criticó que, en El Salvador, «los corruptos pasan todo el tiempo pensando en cómo hacer para sacar más dinero de las arcas del Estado», si bien recordó que para que exista un funcionario corrupto «generalmente hay un empresario corruptor». Por esta razón, aseguró que, así como se ha combatido «frontalmente» a las pandillas con «toda la fuerza del Estado y todas las herramientas legales sin titubear en ningún momento, también iniciaremos una guerra frontal contra la corrupción y actuaremos con los delincuentes de cuello blanco vengan de donde vengan, por lo que nadie piense que está blindado».
De este modo, anunció que, al igual que la megacárcel construida recientemente para los «terroristas», también se levantará una prisión para los corruptos a quienes «incautaremos todo lo que tengan y haremos que devuelvan lo robado». Como primera medida, este jueves pasado, la Fiscalía de El Salvador intervino 165 propiedades del ex presidente del país Alfredo Cristiani (1989-1994), valoradas en 10,6 millones de dólares, tras acusarle Nayib Bukele de ser «uno de los mayores corruptos de nuestra historia reciente».
Otras de las medidas que anunció en su discurso son sendas propuestas de decreto para reducir las alcaldías de 262 a 44, así como el número de diputados en la Asamblea Nacional de 84 a 60 para reducir los gastos administrativos. Bukele fue despedido por la mayoría de los diputados al grito de «reelección, reelección».
Aunque no lo anunció, todo hace indicar que optará a un segundo mandato en las elecciones de febrero de 2024, tal como adelantó en septiembre del pasado año. «Ya no somos los mismos y esto es solo el inicio», concluyó entre vítores.
Su estrategia con la corrupción será igual que la usada con las pandillas
Bukele presumió de no someterse «a la comunidad internacional»