«¿Elecciones? No sé ni cuándo son. Si me ponen una discoteca...»
Tras el éxito de 2021, Vox concurre con dos ‘paracaidistas’ a los que nadie conoce. El anterior coordinador, hoy del PP, aspira a la Alcaldía: «Me negué a seguir su doctrina»
Dentro de siete días, la democracia volverá a desplegar su tenderete de urnas de metacrilato y mesas electorales en los 179 municipios que dibujan la Comunidad de Madrid como una cara de Bélmez. Una democracia que, cada cuatro años (a veces incluso menos), cabe en una papeleta y un sobre que apenas pesan 19 gramos; como dijo el astronautra aquel, un pequeño gesto de muñeca para el hombre, un gran gesto para el devenir de todos los partidos políticos que, hasta el viernes, rebañarán cada voto en cada pedanía, como si fuera la última gota de agua del océano electoral. Toca, pues, sacar la calculadora y echar cuentas.
De aquellas elecciones a la Asamblea de Madrid en mayo del 21, hubo un pueblo donde Vox pulverizó todos los récords: Garganta de los Montes. Enraizado en la Sierra Norte, se camufla entre las rocas de la montaña con sus casas del color de la tierra, sus suelos empedrados, su iglesia del siglo XV rasgando los últimos fríos de la primavera. Con apenas 400 habitantes –407 según el último censo, nos confesará más tarde Arturo, el juez de paz–, este término municipal se convirtió en todo un símbolo para el partido de Santiago Abascal hace ahora dos años, cuando Vox obtuvo el 24,2% de los votos. Este porcentaje fue el más alto alcanzado por la lista de Rocío Monasterio en toda la Comunidad de Madrid. Le siguieron Navas del Rey, con el 18,9%, y Ambite, con el 17,3%.
A pesar de la canción de Julio Iglesias, la vida no sigue igual en Garganta de los Montes. En la plaza principal del pueblo, custodiada por la iglesia y el Ayuntamiento, varios carteles electorales invitan a los vecinos a votar a Jaime Carretero, candidato del Partido Popular a las municipales. El próximo domingo, Carretero aspira a convertirse en el próximo alcalde del pueblo «por el proyecto ilusionante de Ayuso». Y sin embargo, hace ahora dos años él fue el gran valedor del éxito de Monasterio en este pequeño pueblo serrano. Le preguntamos por su cambio de siglas. «Yo era el coordinador de Vox en el Garganta de los Montes durante las anteriores elecciones autonómicas, e hice campaña por Rocío Monasterio. El partido me reconoció el éxito en las urnas, pero a partir de entonces las condiciones cambiaron. Me exigieron que tanto yo como el resto de candidatos que llevase en las listas en los siguientes comicios debían estar afiliados a sus siglas. Pero esto no es como en Madrid, la capital, donde hay un nivel de afiliación muy grande. Aquí, en Garganta de los Montes, solo éramos dos afiliados. Es muy difícil conseguir gente y muy fácil ser señalado, así que les dije que no. Su respuesta fue mandarme paracaidistas, es decir, candidatos externos, de fuera del pueblo. Pero yo con eso no trago; tiene que que ser gente de aquí, que conozca la realidad de los vecinos. Así que me negué a seguir su doctrina».
Después de que Carretero rompiese la baraja, la partida se presenta
«Hice campaña por Monasterio. Hoy siento el mensaje de Díaz Ayuso»
«Vox me exigió ir con afiliados en sus listas. Me negué y me fui»
«He ordeñado vacas a puñete», dice Victoria, vecina de 91 años
«Hay gente mayor que necesita que les llamen y presten atención»
«Aquí sabemos lo que vota cada uno. Las siglas no son tan importantes»
muy distinta el próximo domingo, como en un Juego de Tronos electoral pensado por el mejor equipo de guionistas. Vox concurrirá a las municipales y autonómicas con candidatos paracaidistas a los que nadie conoce –apenas se han presentado a los vecinos una tarde con una mesa informativa–, y su antiguo coordinador aspira a convertirse en alcalde bajo las siglas del PP. «Esta alcantarilla está atascada, menos mal que no ha llovido», dice Carretero mientras atravesamos la plaza principal hacia el Ayuntamiento. De camino, va saludándose con los vecinos más madrugadores. «Voy a comprar el pan», le anuncia una mujer con la bolsa de tela bajo el brazo por la calle del Molino. «Ahora todavía es pronto, pero al mediodía, con el sol, saldrán a tomar un poco de vitamina D», advierte Carretero.
Pedro y Arturo, el juez de paz, son ya veteranos y le han visto crecer. Son, también, el símbolo de esa España rural que se va quedando cada vez más vacía y cada vez más vieja. Hace frío.
–¿Le van a votar el domingo? –encuestamos con descaro.
–¿A quién, a éste loco? –bromea Pedro. –Lo conozco desde que era un niño. Aunque me llevaba más con su padre. No sé ni cuándo son las elecciones. Me pasa como con los partidos de fútbol, que no hago ni caso. Pero bueno, habrá que ir, ¿no?
Antes de llegar a la escuela, pasamos por delante de la casa del candidato. Es de piedra caliza, como todas las demás en Garganta de los Montes, evocando el estilo de vida centenario del Valle del Lozoya. «¿Vive usted solo, casado, en pareja, con hijos?», preguntamos. «Estoy soltero. Tengo una empresa de construc
Y es que sigue siendo Garganta de los Montes un pueblo de peso ganadero. Al final de un camino pedregoso y difícil, Rosa y su marido tienen un terreno con algunas gallinas y una docena de ovejas. Se escucha un rebuzno a lo lejos. «Sí, hay burros. De cuatro patas, pero también los tenemos con dos piernas, no nos privamos de nada», ríe Rosa mientras echa de comer a sus ovejas. De vuelta al pueblo, mientras su marido arregla el tejado de la casa, Carretero advierte: «Toda esta manzana es suya, que es la jefa del pueblo».
–Si, pero lo he conseguido con ésta –responde Rosa señalándose la parte baja de la espalda. –Trabajando y trabajando. ¿Has visto cómo tengo la higuera de brebas?
Ya es mediodía en Garganta de los Montes. El viento de Guadarrama arrecia algo, tampoco mucho. Toca hablar de lo importante. Si sus vecinos le dan la confianza en las urnas el próximo domingo, ¿cuales serán las líneas maestras de Carretero como alcalde?
«Esta mañana acabamos de anunciar la rebaja del IBI a todos los vecinos que estén empadronados en el pueblo. Vamos a potenciar el programa Soledad no Deseada, que en un pueblo con un éxodo y un envejecimiento tan fuertes, es muy necesario. Hay mucha gente mayor que necesita una persona que les llame, que les preste atención, que les pregunte cómo están. Vamos a abrir una ludoteca para que, durante dos o tres horas al día, los padres puedan disponer de tiempo para ellos, sin niños. Y queremos construir una piscina municipal. Ésta es una de nuestras apuestas estrella. Y más en un pueblo como éste, donde los inviernos son tan tristes, donde anochece a las cinco de la tarde y a partir de esa hora no hay nada que hacer. Así, pondremos otra piedra más contra ese éxodo rural que poco a poco nos va matando y nos empuja a desaparecer».
Pasa un coche. «Mira, mi adversario socialista», señala Carretero mientras saluda con la mano al conductor. «Pero nos llevamos bien, ¿eh? Más o menos todos sabemos lo que vota cada uno. Un año te puede gustar lo que propone el PSOE y al siguiente lo que propone el PP. Y luego hay que cumplir con esa promesa, porque si no, todo queda en agua de borrajas. Al final, las siglas, aquí, no son tan importantes».
Pregunta. ¿Cómo se encuentra tras el fallecimiento de su hermano? Respuesta. Ha sido un golpe duro. Pero la campaña no me deja mucho tiempo para pensar en otras cosas. Eso me está ayudando, a diferencia de mi madre, por ejemplo, cuyo único pensamiento es él. Paré durante tres días y estuve dándole vueltas a la cabeza. Se hicieron muy largos.
P. Lleva semanas hablando de un Gobierno de coalición del que Almeida no quiere saber nada.
R. Seguiremos insistiendo, porque la alternativa, la izquierda, es muy preocupante. Si de nosotros depende, habrá un Gobierno de coalición en Madrid. Uno leal y transparente. Diremos los puntos en los que hay acuerdo y los que no. Según los resultados, cada uno aplicará sus políticas. Al señor Almeida no le vamos a dar un cheque en blanco, porque ya engañó a los madrileños en 2019. La única manera de garantizar lo pactado es desde el Gobierno municipal. No hay mejor garantía.
P. Y si la izquierda apretara, Almeida no cediera y el Gobierno dependiera de usted, ¿qué haría?
R. Yo entiendo que el resultado de las elecciones dejará bien claro si tenemos fuerza suficiente para formar un gobierno de coalición y que la izquierda no pueda gobernar. Le proponemos al alcalde Almeida que hagamos un Gobierno de coalición que dé estabilidad y con una absoluta lealtad. Por nuestra parte, habrá siempre lealtad, transparencia y compromiso. Y confiamos en que ellos hagan lo mismo. Si no, serán ellos los que se retraten ante los madrileños. Luz y taquígrafos.
P. Subraya mucho la palabra lealtad. R. La vida sin lealtad no tiene sentido. Sin lealtad a tus padres y a tu familia; sin lealtad a tu pareja; sin lealtad a tu nación. Sin lealtad, en la política no existe absolutamente nada.
P. ¿Se ve como vicealcalde?
R. Me veo donde los madrileños digan que tengo que estar. Si dicen que soy el próximo alcalde, lo asumiría. Y si dicen que no tenemos fuerza suficiente, también. Ellos tienen la palabra y entraremos a gobernar de acuerdo al resultado que saquemos de las urnas. P. ¿Se fía de alguien en política?
R. Me fío de mis compañeros, de Santiago Abascal y de aquellas personas que han dado un paso al frente, viniendo de opciones políticas muy diferentes. Es decir, me fío de todos aquellos que son honrados y valientes.
P. ¿Es imposible sentarse a negociar con Ortega Smith?
R. No, no es imposible. Y de hecho yo he participado en muchas negociaciones. Estuve cuando se logró un acuerdo para que Juanma Moreno gobernase en Andalucía y no entrase el partido socialista, evitando que siguieran como si fuera su cortijo. Yo estuve en el acuerdo en el que se logró que Manuela Carmena no fuese la alcaldesa, y yo fui quien negoció con Almeida el acuerdo de investidura, que no de Gobierno. Conmigo se puede negociar, pero hay que estar dispuesto a aceptar que tenemos una representación, que hay que respetar a nuestros votantes. Ortega lo que no va a hacer es ser el felpudo de nadie y venir aquí a comer lentejas y que nos pongan delante. Ahora hemos dicho que se acabó firmar papeles con el PP. El acuerdo de legislatura se hará con un notario delante y entraremos en el gobierno. No es que sea inflexible, es que creen que somos ingenuos.
P. Dicen por ahí que Madrid no quiere a Pedro Sánchez. ¿Es verdad?
R. Hay una parte que, desgraciadamente, aún le quiere. Ojalá fuera tan rotundo el mensaje. Hay todavía gente que no es consciente del daño que le está haciendo Pedro Sánchez a la propia nación, a la libertad y al estado de derecho. Están cegados por las siglas de su partido y no se dan cuenta de que Pedro Sánchez traiciona a los suyos sin ningún problema, que les mintió. Desgraciadamente en Madrid aún hay personas que siguen engañadas, votando opciones como la de Sánchez. Por suerte, cada vez son menos. Lo que yo afirmo es que podemos ser suficientes para que no gobierne la izquierda y para que Sánchez y sus políticas no lleguen al Ayuntamiento.
P. Se normalizó lo del cordón sanitario a Vox, pero ni se plantea con Bildu. ¿Qué opina usted?
R. Pues es una de esas grandes cosas que alguien en política tendrá alguna vez que responder. Se permitió hacernos eso que han llamado cordón sanitario. Una definición equivocada porque es un cordón antidemocrático y sectario. En cambio, no se le ha hecho a la banda terrorista ETA, no se le ha hecho a los partidos separatistas y golpistas. Tenemos la paradoja de que a nosotros se nos ha señalado y se nos ha estigmatizado. Muchos españoles ya se van dando cuenta de que quienes hicieron esos cordones sanitarios hoy son irrelevantes en política.
P. ¿Por qué la izquierda rehúsa hablar de temas de política nacional?
R. Supongo que porque saben que todo lo que significa Pedro Sánchez es miseria, traición, dogmatismo y, por tanto, procuran quitarse las siglas de encima. Pero no sólo esconde sus siglas la izquierda. Las candidaturas del PP parecen personalistas, con el anagrama del partido en pequeñito. Lo hemos visto en Feijóo, en Ayuso y en otros muchos candidatos. Esos son los que se avergüenzan de su partido, nosotros lo ponemos en grande.
P. Hablemos de Madrid. De la reforma de las normas urbanísticas. ¿Por qué no se ha llegado a firmar?
R. Un 27 de diciembre nos cuelan 1.800 folios y nos dicen que se convoca inmediatamente después una comisión de urbanismo para aprobarlo. Nosotros aprobamos el inicio del expediente, lo que se llama el avance del plan, y a partir de ahí comenzamos un proceso de estudio detenido y negociación, porque en esto se juegan mucho los madrileños y algunos creyeron que ya nos tenían contra la pared. Nos amenazaron con los sectores y con los lobbies de la construcción. Creían que nos íbamos a amedrentar. Nosotros aprobaremos estas normas cuando veamos que son lo mínimo necesario que necesita Madrid. Pero mientras que consideremos que son inaceptables muchas de las cosas que tienen esas normas, con nosotros que no cuenten.
P. ¿Le han presionado mucho?
R. Ha sido tremendo. Una de las pruebas más duras desde que estoy en política, porque hasta dentro de mi partido no entendían qué estaba pasando. He tenido que aclarar las razones por las que no firmábamos. Las normas tienen una merienda ideológica para que cuatro sigan sacando dinero e impongan ideología de género.
«Ha sido una de las pruebas más duras desde que estoy en política; no cedimos con la cuestión de género»