APRENDA A ESCRIBIR COMO CHUCK PALANHIUK
El autor de ‘El club de la lucha’ desgrana en ‘Plantéate esto’ algunas de sus técnicas literarias
«Si escribes para comprarte una mansión, para ganarte el respeto de tu padre o para convencer a Zelda Sayre de que se case contigo, olvídalo. Hay formas más fáciles y rápidas de alcanzar tu verdadera meta. En cambio, si quieres escribir porque te encanta leer y escribir, plantéate las recompensas».
Este texto acabaría aquí si no hubiera una página por rellenar y unos cuantos consejos para quien algún día pueda escribir El club de la lucha, Snuff o Asfixia. En realidad, no podrá. Porque ya están escritos y el plagio es delito. Pero algún afortunado podrá convertirse en novelista. Chuck Palanhiuk (Washington, 1962) le expone algunas claves en Plantéate esto: Momentos de mi vida como escritor que lo cambiaron todo (Penguin Random House).
Primera regla de este club: «Nadie nace para trabajar de esto [...] Yo tuve suerte». No está claro si Palanhiuk nació para ello, pero sabemos que trabajó en una fábrica de camiones y se hizo escritor en «una casa en ruinas» donde se sentía un «delincuente» tras «estafar» a su editor. De ahí este «manual amable sin zalamerías» con más «información práctica» que la de los
«gurús de la escritura infladores de precios».
Vayamos a la práctica: el maestro recodas»; mienda «usar listas» para «componer un inventario mítico y privado». Por ejemplo, «gente a la que asesinar». Después, el punto de partida puede ser una escena física –«voz pequeña»– para «inundar de adrenalina al lector» y después pasar a «una aburrida charla» –«voz grande»–. «La culpa es del cine. (...) Sólo en el porno funciona mejor poner las partes habladas primero».
Ante «el público más sofisticado que ha habido nunca», defiende Palanhiuk contra la opinión mayoritaria, hay que crear un «estribillo» para «esconder las costuras de la narración»; «inventarse un mundo», como el de un niño, que «establezca reglas y roles» para que «la gente pueda comparar sus vi«olvidarse de gustar», porque «los gustos cambian con el tiempo»; «subvertir las expectativas» con «errores de lenguaje» como, por ejemplo, «un pasaje largo y elegante que termine de golpe con la palabra incorrecta», y, sobre todo, «realzar el elemento físico» de la historia con «personajes que toman drogas o sufren enfermedades» o «mostrando sexo, violencia y procedimientos médicos». También ayuda unos padres muertos que absorban «los peores miedos del lector».
Para conseguirlo, el autor apuesta por escribir en «lugar aburridos, con pocos estímulos, pero en presencia de otra gente»: aeropuertos, concesionarios de coches, salas de espera de hospitales... «Nunca sabes cuándo vas a encontrarte una idea, una imagen o un comentario valiosos». Lo que hay que hacer es transformarla en «un buen arranque que crea un interrogante y promete responderlo» y sumarle dos elementos: «el reloj» y «la pistola».
El reloj es «cualquier cosa que limite la longitud de un relato, obligándolo a terminar en el algún momento». De un embarazo a una muñeca hinchable que se desinfla pasando por los motores ardiendo de un avión. Y la pistola es «algo que presentas y escondes al principio, confiando que el público se olvide de ello. Cuando por fin lo revelas, quieres que resulte al mismo tiempo sorprendente e inevitable. Como la muerte o el orgasmo al final del acto sexual». Una vez escrito llega la promoción y la venta. Aquí también hay técnicas. «A menudo la gente se refrena por miedo a ofender o a que la juzguen. Pero si eres tú quien asume el riesgo y mueve la primera pieza, los estarás autorizando a que se arriesguen a compartir sus historias». En resumen, hay que «ir a fiestas» y «compartir las partes más incómodas y poco halagadoras de la vida» para que el resto cuente las suyas. Si ha llegado aquí, quizás no escriba El club de la lucha, pero habrá aprendido algo de Palanhiuk.
“Si escribes para comprar una mansión o ganarte el respeto de tu padre, olvídalo”