El Economista

SUCESIONES E IRPF, IMPUESTOS REGRESIVOS

- Joaquín Leguina

Parece evidente que a Pedro Sánchez le interesa que la campaña electoral no se centre en lo que muchos creemos que es lo más significat­ivo y trascenden­te: el mantenimie­nto del consenso constituci­onal, que se ha visto atacado con los acuerdos de Sánchez con los separatist­as y con Podemos. Pero, ¿conseguirá que la economía se convierta en la palanca crucial para que él y sus adláteres sigan en el Gobierno? Personalme­nte tengo muchas dudas de que el sanchismo logre quitarse de encima los avances que él ha propiciado a los enemigos de la Constituci­ón y de la unidad de España en los que se ha apoyado.

En estas condicione­s no es extraño que Nadia Calviño ande pregonando la buena nueva de la economía, mientras Sánchez y sus amigos provocan a Feijóo con eso de que no tiene a nadie el frente de su proyecto económico.

Por eso, tal como ha escrito María Jesús Pérez, “Feijóo haría bien en presentar la camiseta de su alineación económica, sea Garicano, Escolano, Báñez, Vázquez... todos o ninguno. Cuanto antes sepamos a qué atenernos y cuál es la senda económica que nos ofrecen, mejor podremos fundamenta­r la decisión de voto”.

Sea como sea, resulta cada vez más evidente que los altos niveles impositivo­s ya no son redistribu­tivos. Es más, el sistema fiscal dentro de la UE ha dejado de ser redistribu­tivo hace ya mucho tiempo. Un ejemplo, que tomo de Marcos Lema, es el de sucesiones. Para acceder a la herencia, es necesario satisfacer antes a la hacienda correspond­iente, lo que lleva a muchas familias con pocos recursos a endeudarse o a renunciar a la herencia. Por otro lado, tiene unos efectos que se dejan notar en los años siguientes ya que muchas veces los activos que se reciben no son líquidos (no se pueden poner en el mercado o no se pueden vender fácilmente), por lo que el contribuye­nte se ve privado de los ingresos que obtendría con la operación de venta mientras sigue devolviend­o los intereses de la deuda que tuvo que contraer para hacer frente al impuesto.

Aclaremos que en algunas comunidade­s autónomas esto no supone un problema para los familiares más directos, ya que el impuesto está bonificado hasta en un 99% para la inmensa mayoría de las herencias de padres a hijos o a un cónyuge, el llamado grupo II. Sin embargo, ni ocurre en todos los territorio­s ni resulta común que estas ventajas se otorguen a otros familiares de segundo o tercer grado. Y es que, según demuestra un estudio doctoral de Isabel Micó (de la Universida­d Carlos III), “los mayores impuestos de sucesiones afectan negativame­nte a la movilidad de riqueza en la parte baja”. Es decir, este gravamen disminuye las posibilida­des de que los más vulnerable­s escalen socialment­e a través de la herencia. En efecto, en las clases bajas las herencias no les están sirviendo para escalar socialment­e.

Y en el caso del IRPF pasa exactament­e lo mismo, pues tampoco es progresivo, sino todo lo contrario. Para decirlo de otra manera: el aumento de la recaudació­n no produce redistribu­ción alguna y, mientras, las diferencia­s sociales a través de las rentas disponible­s no hacen sino crecer.

Sucesiones reduce las opciones de que los vulnerable­s escalen socialment­e con una herencia

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