Francia se ve obligada a adquirir más productos agrícolas brasileños
Pese a ello, París aún veta el tratado de libre comercio de la UE con Mercosur
El Tratado de Libre Comercio entre la UE y Mercosur sigue estancado a pesar de que la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, aseguró esta semana desde Brasil que espera que se ratifique “antes de que acabe el año”.
Pero en ese tiempo en el que la presidenta de la Comisión estuvo de gira por América Latina la semana pasada, la Asamblea Nacional de Francia votó en contra de ratificar el Tratado de Libre Comercio (TLC) con Mercosur con 281 votos a favor y 51 en contra.
Este acuerdo fue firmado en hace ya cuatro años ( junio de 2019) pero sigue pendiente de ratificación debido a que países como Francia, Austria, Países Bajos o Irlanda les preocupa que corra peligro su sector agrario. En el caso de Francia, están temerosos de que la exportación de carne sudamericana ponga en peligro a los ganaderos galos.
Pero el comercio entre Francia y Brasil confirmó su dinamismo en 2022. Las exportaciones francesas aumentaron un 24,2%, hasta alcanzar los 4.100 millones, según los datos del Ministerio de Economía francés (Bercy). Estos datos hacen que el país amazónico pasase de ser el socio número 30 en el listado francés a ocupar el puesto 28.
Además, en Bercy reconocen que el impacto de la guerra en Ucrania en los mercados agrícolas y energéticos “contribuyó en gran medida al incremento de las importaciones francesas desde Brasil”. En concreto, los datos señalan que esas mercancías estuvieron compuestas de productos agroalimentarios, hidrocarburos y minerales de hierro. En concreto, el comercio de estas materias creció un 47,6% en 2022, hasta los 4.300 millones de euros, haciendo que Brasil ascienda del puesto 36 en 2021 al 34 en esta materia.
A priori podría parecer que Francia es el país más proteccionista de cara a ratificar este acuerdo, pero en realidad si la tendencia continúa así, le convendría ratificar el acuerdo de libre comercio entre ambos bloques.
Pero los galos no son los únicos que no quieren que el campo se les eche encima. Fuentes diplomáticas han confirmado a elEconomista.es que Austria es uno de los países más proteccionistas con sus agricultores. Viena razona que mientras los Estados miembro han aumentado los estándares climáticos, medioambientales y de bienestar animal en el sector agrario, la forma del actual acuerdo no requiere que los países del Mercosur apliquen dichos estándares, lo que podría generar cierta desventaja competitiva en el sector de su país. Algo que también manifestaron las asociaciones agrícolas austríacas.
Un discurso parecido mantiene Francia. El ministro delegado encargado de Comercio Exterior francés, Olivier Becht, aseguró tras la votación en la Asamblea Nacional que la posición de su país es clara: “Este acuerdo no cumple con los requisitos franceses en términos de desarrollo sostenible”. El dirigente galo dijo que la UE “debe seguir negociando”.
Las versiones de Francia basculan entre los objetivos de desarrollo sostenible y la pérdida de ventaja de sus ganaderos. Pero lo cierto es que hay unos que pesan sobre los otros. Ya en 2019, cuando se firmó el acuerdo, los ganaderos galos se levantaron contra del documento. El sindicato de Jóvenes Agricultores y la Federación de Sindicatos Agrarios de Francia aseguraron que el acuerdo crea “enormes distorsiones entre los agricultores franceses y los otros”, dijeron refiriéndose a la producción agraria de Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay (países que integran el Mercosur).
A la Comisión Europea le queda todavía mucho trabajo por delante para ratificar este acuerdo de libre comercio, pero Von der Leyen no paró de transmitir sosiego y mandón un mensaje de convencimiento en todas sus visitas. En Argentina, la dirigente aseguró que lo que quieren es “un acuerdo que equilibre las economías de cada una de las regiones y tenga en cuenta las asimetrías”. Estas declaraciones se produjeron el mismo día que se supo que la Asamblea Nacional gala había votado su negativa a ratificar el acuerdo.
A la UE le conviene sacar adelante este acuerdo, en un momento en el que China y Rusia están forjando nuevas alianzas geopolíticas, sobre todo en América Latina, ya que poseen el 60% de las reservas de litio mundial, un mineral esencial para la transición energética, sobre todo en materia de movilidad sostenible, ya que con dicho material se elaboran las baterías de los vehículos eléctricos.
El alto representante de la diplomacia de la UE, Josep Borrell, reiteró que la relación comercial entre América Latina y Europa es hoy “un imperativo estratégico”.