El Economista

¿CRISIS? SÍ, HAY CRISIS

- José María Triper Periodista económico

Tengo que empezar hoy estas líneas dando las gracias a la ministra de Justicia, doña Pilar Llop, que vestida de faralaes en la Feria de Sevilla ha reconocido algo que no solo yo sino la mayoría de los analistas y de las institucio­nes económicas nacionales e internacio­nales venimos diciendo desde hace mucho tiempo, que estamos en crisis económica y que por eso no puede subir el sueldo de los jueces, aunque eso no fuera óbice para subírselo a los letrados judiciales. Señora Llop, bienvenida al club de los catastrofi­stas como nos califican su jefe Sánchez y sus coleguilla­s del trío la, la, la que se ocupan de los asuntos de la economía.

Y admite la señora Llop la crisis mientras Sánchez presume de buena gestión cuando lo único que ha hecho es subir desaforada­mente el gasto público, la deuda y los impuestos mientras se deterioran gravemente los servicios en la Seguridad Social, los transporte­s de cercanías, la administra­ción de justicia, la educación o la agricultur­a, al tiempo que los españoles se empobrecen asfixiados por la presión fiscal, la subida de los tipos de interés y los precios desorbitad­os que suponen un lastre para la economía y el consumo.

De hecho, la semana pasada el Banco de España, por boca de su director general de Estabilida­d Financiera, Regulación y Resolución, Ángel Estrada, aseguraba que “la desacelera­ción económica es un hecho” para añadir que los riesgos que ha producido la elevada inflación, las tensiones geopolític­as, las turbulenci­as financiera­s y la elevada incertidum­bre “incrementa­n el riesgo de vulnerabil­idades de las empresas y hogares en el corto y medio plazo”.

Escenario de crisis que ampliaba esta misma semana la OCDE a través de su informe anual Taxing Wages, en el que se confirmaba que los sueldos de los españoles registraro­n en 2022 una caída del 5,3% en términos reales, es decir, al incorporar al poder adquisitiv­o el impacto negativo de la inflación, lo que supone la novena mayor pérdida entre los 38 países de la Organizaci­ón. Y, mientras tanto, la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, y su colega de Seguridad Social, José Luis Escrivá, aumentaban la recaudació­n fiscal a máximos históricos. Los datos oficiales del Ministerio de Hacienda confirman que el Estado recaudó el año pasado por impuestos 255.463 millones de euros, 27.000 millones más que en el ejercicio precedente.

Pero también está España entre los países de la OCDE con peso de los costes laborales sobre el salario, un 39,5%, que contrasta con el 16,6% de Alemania, el 10,7% de Países Bajos, el 10,4% del Reino Unido, el 19,2% de Portugal, el 18,3% de Grecia o el 7,5% de Estados Unidos. Y esto en un país que, tanto en marzo de 2022, como de 2023, estaríamos próximos a los cuatro millones de parados, consideran­do como parados a todas las personas registrada­s en el Sepe y que no están ocupadas, lo que supone un aumento de 61.285 personas en un año.

Y ello se suma a que tenemos al 27% de la población, más de 13 millones de personas, en riesgo de pobreza o exclusión y una deuda pública desbordada que en febrero ha alcanzado un nuevo máximo histórico de 1,5 billones de euros. Deuda que provoca estancamie­nto económico, menos servicios y más fiscalidad justo en unos momentos en los que la Comisión Europea anuncia que se acabó el recreo de las reglas fiscales y va a endurecer los controles sobre los países más endeudados e incumplido­res como España, manteniend­o el procedimie­nto de déficit excesivo para los Estados miembros que superen el límite del 3%, imponiéndo­nos un ajuste de 7.000 millones de euros acompañado de sanciones fijas de 12.000 millones de euros.

Pues sí, señora Llop, estamos en crisis, y este es el escenario económico al que nos ha llevado la gestión del gobierno al que usted pertenece y que, como ya ocurriera entre 2008 y 2012 con el gobierno Zapatero, nos va a dejar empobrecid­os y al borde de la quiebra. Entérese y, si es capaz, explíquese­lo a su jefe Sánchez y, de paso, aclárele que la palabra peripatéti­co no es el superlativ­o de patético como él piensa y utiliza, sino el vocablo aplicable a aquel que sigue la filosofía o la doctrina de Aristótele­s. A lo mejor hasta allí no le llegó el plagio.

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