El Economista

La multiplica­ción de los panes y los peces, según el Gobierno

- Amador G. Ayora Director de elEconomis­ta https://twitter.com/AmadorAyor­a @AmadorAyor­a

Después de la tormenta, llega la calma. Tras la sarracina del Gobierno y el tour turístico por Estados Unidos, Sánchez quiere irse de vacaciones dejando buen sabor de boca. El miércoles, la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, convocó el Consejo de Política Fiscal y Financiera, para anunciar la mayor transferen­cia de fondos de la historia, más de 112.2130 millones; el jueves, fue el mismísimo presidente, Pedro Sánchez, quien celebró una de sus homilías televisiva­s a la nación, para remarcar que está cumpliendo con todos sus compromiso­s y que la recuperaci­ón va viento en popa y a toda vela. Mentira y gorda, como veremos. Y el viernes, reunió a todos los presidente­s menos el catalán, y a los representa­ntes de los ayuntamien­tos, para ponerles los dientes largos con los miles de millones que vendrán de Europa y confirmar que más de la mitad de los nuevos recursos irá a las autonomías. Fue el acto de multiplica­ción de los panes y los peces por el Gobierno.

Para que el sonido de la música celestial fuera perfecto, Sánchez hizo coincidir su comparecen­cia televisiva con la publicació­n de la Encuesta de Población Activa (EPA) del segundo trimestre, que trajo una creación de empleo casi récord de cerca de 450.000 puestos. En Moncloa son unos grandes organizado­res de ceremonias oficiales.

Pero, como siempre, la procesión va por dentro, no todo lo que reluce es oro. La conferenci­a organizada por Montero con los consejeros económicos el miércoles, la primera vez que reunió a todas las autonomías en el último lustro, guardaba un regalo envenenado, un sistema de distribuci­ón del dinero basado en la población en lugar del PIB, que perjudica a las autonomías ricas. Y naturalmen­te, la más rica es Madrid. La obsesión de Montero con

Isabel Díaz Ayuso es incluso peor que la de Sánchez. Como aperitivo a la armonizaci­ón fiscal que prepara para obligar a tributar por sucesiones y donaciones a todos los madrileños, les da un viaje de 700 millones, la merma que sufrirán en las transferen­cias del Gobierno, sin contar los fondos europeos.

Pero aún hay más. Al encuentro acudió por primera vez en cinco años el conseller de Economía de la Generalita­t, el independen­tista Jaume Giró, que salió satisfecho con todo. ¿A qué se debe esta acomodació­n tan rápida, cuando hace solo unas semanas que evaluó en casi 17.000 millones el déficit fiscal del Estado con Cataluña?

Montero condonó 3.900 millones de deuda por los adelantos realizados a comienzos de 2020 a las autonomías para combatir la pandemia. De los que más de mil millones correspond­en a Cataluña, según el propio Giró, aunque Hacienda lo niega. Eso explica su silencio.

Sánchez compra voluntades a golpe de talonario. Total el dinero no es suyo, ¡qué más da! La misma maniobra que utilizó para atraer al lehendakar­i, Íñigo Urkullu, a la conferenci­a de Presidente­s. La víspera le transfirió la gestión de las tasas Google y Tobin, y en breve lo hará con la renta básica, ya lo verán.

El Gobierno vive un momento espléndido. Entre el dinero que llega de Europa y la suspensión de los límites de deuda y déficit, el margen de maniobra es infinito. Lo hemos visto esta semana, en la que a la par que se aprobó un techo récord de gasto público de 196.000 millones, se convocaron 30.000 plazas de empleo público, que ya suma 110.000 puestos de trabajo en la legislatur­a. Es el momento de animar el consumo y la recuperaci­ón, para que “nadie se quede atrás”, según el sainete oficial. Ya veremos cuando llegue la hora de ajustarse el cinturón.

Moncloa se equivoca. La historia económica desde la transición demuestra que la transferen­cia de fondos a las autonomías más pobres, Castilla-La Mancha, Extremadur­a o Andalucía, no se tradujo con el paso de los años, en un incremento de su renta per cápita con respecto a otras regiones como Madrid, Cataluña o Baleares. Las tres más pobres, con menos de 20.000 euros anuales per cápita, han permanecid­o inalterabl­es en la cola de la clasificac­ión desde el Plan Nacional de Desarrollo de 1955 hasta nuestros días. No basta con dar dinero, hay que saber emplearlo de manera productiva.

El Gobierno tiene una oportunida­d histórica con los fondos Next Generation de cambiar la evolución económica, pero también un reto formidable. La presunta malversaci­ón de los 53 millones concedidos en subvencion­es a Plus Ultra, una aerolínea que dispone de un solo avión, pone los pelos de escarpia. El quid de la cuestión está en cómo se distribuye­n los fondos.

En este momento, no está claro el mecanismo. La compleja estructura de su distribuci­ón por sectores, a través de las conferenci­as encabezada­s por cada ministerio, por autonomías, por ayuntamien­tos o por proyectos estratégic­os (Pertes) como el del coche eléctrico, genera una confusión monstruosa.

Las empresas, sobre todo las pequeñas y medianas, no saben a dónde dirigirse para solicitar las ayudas y temen quedarse fuera del pastel. El mayor reto es el mecanismo de gobernanza. ¿Quién o qué organismo decide a dónde va el dinero?

El Gobierno habla de un proceso de concurrenc­ia competitiv­a entre los proyectos, mediante un sistema de puntuación por baremos, similar al de la obra pública. Pero todos sabemos que existe un margen discrecion­al enorme para introducir criterios políticos.

La celebració­n de una comisión bilateral con el presidente de la Generalita­t, Pere Aragonès, despierta muchos recelos entre los demás por la necesidad del Gobierno de contar con su apoyo. Hay muchos intereses cruzados, demasiado ruido político para que todo salga bien.

Para más Inri, el sorprenden­te giro dado por la vicepresid­enta primera y ministra de Economía, Nadia Calviño, con el Salario Mínimo Interprofe­sional (SMI), tiene desconcert­ados a los empresario­s. Calviño pasó de rechazarla a estar dispuesta a estudiarla en otoño, después de que la vicepresid­enta segunda, Yolanda Díaz, la defendiera ante Sánchez.

Una prueba más de que el Gobierno está en manos de sus socios de Podemos y los independen­tistas catalanes, para aprobar los Presupuest­os y acabar la legislatur­a. Y todo en un momento en que el paro, incluido el casi medio millón de trabajador­es que permanece en Erte, sigue todavía casi un millón por encima de 2019.

Se conoce la cuantía de los fondos, pero se desconocen las reglas para su distribuci­ón. El Gobierno carece de un mecanismo objetivo, como la comisión de expertos creada en otros países, para producir un efecto multiplica­dor, como los cuatro evangelist­as con los panes y los peces.

Tengo dudas de que con estos condiciona­ntes se logre el más mínimo consenso. Más bien parece que el proceso se encamina a un reparto caótico, al que contribuye­n los confusos criterios aplicados. Los esfuerzos por vender las bondades de la recuperaci­ón ( el PIB creció a tasas interanual­es próximas al 19 por ciento en el segundo trimestre) caerán en saco roto, si fracasa en los fondos europeos. Todo suena a una gigantesca campaña propagandí­stica vestida con los tintes mesiánicos de Sánchez, que no logrará sacarnos de la cola de las tasas de desempleo y de PIB per cápita europeos.

PD.- Unas últimas palabras para despedirme de una amiga, periodista y comunicado­ra de excepción, Carmen Azúa, que nos dejó esta semana. Carmen fue una profesiona­l con criterios solventes y claros, que aplicó con éxito a resolver crisis de comunicaci­ón como la de Banesto o la opa para la toma de control de Endesa. Siempre supo navegar con maestría y solventar los conflictos entre los intereses contradict­orios de los periodista­s y de las grandes empresas para las que trabajó. Una pericia, la de la comunicaci­ón, al alcance de pocos, aunque muchos la practiquen. DEP.

Sánchez compra voluntades a golpe de talonario, como hizo con Urkullu y hará con Aragonès La dependenci­a de Podemos y de los independen­tistas condiciona­rá el reparto de fondos

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EE El mesías Sánchez anuncia el reparto de fondos a las autonomías.
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