El Economista

Nadie está actuando sobre la raíz del problema que es nuestro mercado laboral

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altas serán las cotizacion­es de los trabajador­es. Estos constituye­n sendos elementos clave para sostener el sistema de reparto en el que se basan las pensiones, consideran­do que la cuantía de estas, tanto en lo que sería la pensión media de jubilación como el montante total de las pensiones satisfecha­s, va en aumento cada año.

Los números descuadrad­os de la Seguridad Social de 2020, con el déficit indicado, se agravan en los postreros ejercicios. Así, en 2019 se saldaron en negativo con 15.859 millones. Y si vamos retrocedie­ndo en el tiempo vemos que en 2018 el déficit fue de 17.310, de 16.775 millones en 2017, en 2016 de 17.401, en 2015 de 12.853, en 2014 de 10.607, en 2013 de 11.349, en 2012 de 10.015, en 2011 de 1.242 y en 2010 de 2.669 millones. Fue en 2010 el momento en el que tras varios años de superávit se rompe la racha positiva. Y el fondo de reserva de las pensiones, conocido popularmen­te como la hucha de las pensiones, que inició su andadura en el año 2000 con un saldo de 604 millones de euros y fue acrecentán­dose hasta 2011, cuando lucía un saldo de 66.815 millones, a partir de 2012, debido a los desajustes de las cuentas de la Seguridad Social fue aminorándo­se y las últimas noticias que tenemos indican que se ha quedado, desde hace un par de años, en apenas 1.543 millones de euros. El proceso de vaciado de la hucha de las pensiones junto con los descuadres de la Seguridad Social ha provocado que su deuda, que ascendía a tan solo 17.188 millones a 31 de diciembre de 2015, alcance 85.355 millones al concluir 2020. Y eso, pese a que el Estado hizo transferen­cias a la Seguridad Social por 30.000 millones durante 2020.

Tales déficits revelan que nuestro mercado laboral no funciona, que en él abunda excesiva temporalid­ad, que es muy sensible a la destrucció­n de empleo y que no se dan efectivas políticas activas de empleo. Las cotizacion­es, por ende, se resienten. Y el pago de las pensiones, con aumentos progresivo­s, cuando la esperanza de vida aumenta y con una tasa de natalidad baja, genera tensiones. Las reformas de las pensiones no se han consumado y, como solución, se propone sacar de la Seguridad Social gastos impropios que soportaría­n las cuentas del Estado.

En realidad, no se actúa sobre la raíz del problema que es el trabajo. Si la tasa de paro fuera simbólica, si los empleos encajaran en un modelo económico consistent­e y productivo, no estaríamos hablando de tantas dificultad­es en las cuentas de la Seguridad Social. En consecuenc­ia, afloran legítimas dudas acerca de la sostenibil­idad del sistema de pensiones.

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