La difuminación de los brókeres da lugar a un contacto directo entre inversores y firmas
por el continuo aumento de los fondos de gestión pasiva. Cuando una compañía busca el apoyo de sus inversores institucionales a las propuestas de su Junta General de Accionistas debe hablar con las áreas de ‘compliance’ (cumplimiento normativo), dado que la gestión pasiva realizada con máquinas hace desaparecer progresivamente al tradicional gestor de carteras. La coordinación del departamento de Relación con Inversores y el departamento jurídico de la compañía es fundamental.
El cambio irreversible en la financiación empresarial hacia el mercado de capitales vía emisión de bonos ha añadido a bonistas y agencias de ‘rating’ como nuevos interlocutores de los departamentos de Relación con Inversores junto a los de tesorería.
La negociación de las acciones se hace a través de plataformas alternativas que pueden llegar a representar un 60-65% y no tanto en bolsas centralizadas, (BME). Este hecho y la no obligación de los intermediarios financieros de informar de sus compras y ventas diarias han hecho muy difícil el conocer quiénes son los accionistas de las compañías. Las compañías se encuentran ‘ciegas’ para saber quién intermedia sus acciones.
El creciente peso de los fondos ‘cuantitativos’ ha disparado la negociación por algoritmos. Las decisiones son tomadas por máquinas, no por personas (que solo deciden qué criterios se meten en los algoritmos). Este fenómeno ha aumentado la volatilidad de las cotizaciones. La brusca variación de las mismas no tiene que ver con la calidad de los resultados, sino en cómo estos difieren respecto a lo programado en dichos logaritmos. Esto premia la gestión a corto plazo frente a la generación de valor a largo plazo por parte de las compañías.
En la lucha por captar inversión, los departamentos de Relaciones con Inversores son hoy más importantes que nunca, pero la exigencia es también mayor. Hay que hacer un ejercicio de adaptación continuo a las necesidades del cliente (los inversores).
No existir en la mente de los inversores es el peor escenario que puede tener una empresa. El esfuerzo de los responsables de Relaciones con Inversores no debe estar centrado en el precio de la acción sino en generar confianza. Es esta confianza la que en última instancia decidirá el precio de la acción, el coste de capital de la empresa y su reputación entre los diferentes grupos de interés, consiguiendo ser o no una alternativa.