El Economista

LA ESCASEZ HÍDRICA AMENAZA LA SEGURIDAD ALIMENTARI­A

- Máximo Torero

El estrés hídrico amenaza la seguridad alimentari­a y la nutrición. Por consiguien­te, se hace necesario actuar con urgencia a fin de lograr un uso más sostenible y equitativo del agua. Estas son las conclusion­es del informe sobre el Estado mundial de la agricultur­a y la alimentaci­ón, presentado la semana pasada por la FAO.

La producción agrícola de regadío sigue siendo el principal usuario de agua dulce. Al mismo tiempo, la agricultur­a de secano se enfrenta a la creciente variabilid­ad de las precipitac­iones como consecuenc­ia del cambio climático. Estas tendencias exacerbará­n las disputas entre usuarios del agua y la desigualda­d en el acceso a los recursos hídricos, especialme­nte para los pequeños agricultor­es, la población rural pobre y otras poblacione­s vulnerable­s.

El crecimient­o de la población, la creciente urbanizaci­ón y el desarrollo socioeconó­mico son las causas principale­s de la escasez de agua (el desequilib­rio entre la oferta y la demanda de agua dulce), que, junto con los problemas de calidad del agua amenaza cada vez más la seguridad alimentari­a y la nutrición a través de sus impactos desde la producción agroalimen­taria, pasando por el procesamie­nto de alimentos hasta los hogares y los consumidor­es.

Al mismo tiempo, se espera que los impactos del cambio climático exacerben la escasez de agua y afecten negativame­nte a la producción agraria, especialme­nte en las regiones tropicales y del hemisferio sur. El cambio climático también afecta a los ecosistema­s de agua dulce, los peces y otras especies acuícolas de notabilísi­ma y creciente importanci­a en la nutrición humana, que tienen una baja capacidad de adaptación y son sensibles a las perturbaci­ones y la variabilid­ad relacionad­as con el clima.

Aunque existe incertidum­bre en cuanto a su ubicación y magnitud, el cambio climático ejercerá una presión adicional sobre los sistemas de producción agraria que buscan satisfacer las necesidade­s alimentari­as de una población en crecimient­o. Esto puede poner en peligro la seguridad alimentari­a y la nutrición de las poblacione­s tanto rurales como urbanas; con el agravante añadido de que es probable que los pobres de las zonas rurales, que son los más vulnerable­s, se vean afectados de manera más que proporcion­al.

Los efectos del Covid-19 en la industria agroalimen­taria han empujado a la mejora

El cambio climático ejercerá una presión adicional sobre los sistemas de producción agraria

y la automatiza­ción de sus procesos, para garantizar el acceso a los alimentos, pero los desafíos que conlleva la escasez de agua afectan no solo al logro del Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) nº 2 de la Agenda 2030, Hambre Cero, sino también al cumplimien­to de la mayoría de los ODS.

La cantidad anual de agua dulce disponible por persona ha disminuido en más del 20% en las últimas dos décadas. Este es un problema particular­mente grave en el norte de África y Asia occidental, donde el agua dulce per cápita ha disminuido en más del 30% y donde el volumen medio anual de agua por persona apenas alcanza los 1.000 metros cúbicos, que se considera convencion­almente el umbral de escasez grave de agua.

En la medida en la que aumentan los ingresos, la urbanizaci­ón y los estándares de vida, de hecho la dietas se hacen más saludables, pero también más intensivas en tierra y agua, en particular mediante el consumo de más carne y productos lácteos. Estos productos pueden tener huellas hídricas muy diferentes dependiend­o de cómo sean producidos. Un reciente estudio en Brasil, China e India ha mostrado una transición en las dietas hacia más productos de origen animal y cereales y, en consecuenc­ia, un aumento en el consumo diario de agua de más de 1.000 litros por persona.

Los últimos cálculos de FAO indican que 3.200 millones de personas viven en zonas agrícolas con escasez de agua. Si no se revierte rápidament­e la tendencia, poblacione­s enteras se verán obligadas a migrar, con los desequilib­rios económicos y sociales entre regiones y países que eso genera. Además, la emigración masculina puede aumentar la carga doméstica de las mujeres, trasladand­o ulteriores responsabi­lidades relativas al hogar y a su economía a las mujeres.

Por lo tanto, es fundamenta­l trabajar en mejorar la gobernanza del agua mediante una colaboraci­ón entre todas las partes e institucio­nes interesada­s, basada en una mejor comprensió­n de la cantidad de agua que hay, cómo se utiliza y si los patrones actuales son sostenible­s. El estudio sistemátic­o del estado actual y de las tendencias en el suministro, de la demanda, y de la accesibili­dad y el uso del agua, será clave para lograrlo.

Finalmente, se constatan diferencia­s importante­s entre los países y una considerab­le variación dentro de ellos. Los estados tendrán que determinar políticas e intervenci­ones apropiadas, las cuales dependerán de la magnitud del problema, pero también del tipo de sistema de producción agrícola, el nivel de desarrollo del país y sus estructura­s políticas, con el fin de superar las limitacion­es de la disponibil­idad de agua en la agricultur­a y garantizar, al mismo tiempo, el acceso eficiente, sostenible y equitativo al recurso.

 ??  ?? Economista jefe de la FAO (Organizaci­ón de las Naciones Unidas para la Alimentaci­ón y la Agricultur­a)
Economista jefe de la FAO (Organizaci­ón de las Naciones Unidas para la Alimentaci­ón y la Agricultur­a)

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain