Transformación del sector de la construcción y arquitectura
Los edificios se han transformado en auténticos objetos digitales, contenedores inmensos de información, gestionable y con la que puede interactuarse. Desde su fase de concepción hasta la de su operación y uso
El mundo se ha acelerado, todos lo notamos. Compartir información entre nosotros nunca había sido tan rápido, tan flexible y tan absurdamente fácil. Estamos y queremos estar hiperconectados. Sabemos lo que ocurre en cualquier parte del mundo prácticamente al mismo tiempo que está pasando. Velocidad a cambio de profundidad, cantidad frente a calidad. Este parece ser el trade-off que el mundo globalizado ha comprado. No es objeto de este artículo entrar a valorar si todo esto es bueno o malo, mirar el pasado con melancolía o al futuro con optimismo visionario. Simplemente, es así. Y todos a los que nos apasiona trabajar diseñando, construyendo u operando edificios deberíamos tenerlo bien presente en nuestras decisiones diarias.
Esa información fluyendo veloz y sin reconocer fronteras tiene varias y múltiples consecuencias sobre la arquitectura. Las tendencias-modas estéticas cada vez son de ciclo más corto (muy corto incluso) y la escala es planetaria. Lo que antes le suponía a un arquitecto invertir tiempo y dinero en ir a visitar físicamente para aprender de lo que otros ya han hecho antes, hoy está a un clic del ratón. Y ahora, cuando nos desplazamos por el mundo -y lo hacemos como nunca antes habíamos soñado- los nuevos edificios tienen básicamente las mismas referencias estéticas de una esquina a otra del Planeta. La arquitectura, como todo, se ha progresivamente globalizado y, por tanto, irremediablemente, homogeneizado.
Pero es que además esperamos -o aspiramos a- poder manejar todo -hasta el proceso más complejo- con igual facilidad que encargamos comida a domicilio desde una App de nuestro teléfono. Los usuarios esperan tener una experiencia digital en casi todas sus interacciones, ya sea entre ellos, con las organizaciones o con las cosas. Y ya hemos llegado al punto en que no ser capaces de brindar esa experiencia nos produce frustración, insatisfacción. Y ante esta demanda de velocidad, flexibilidad, volatilidad y digitalización, se plantan nuestros -amados- inmuebles. Que si así se llaman será por algo: estáticos, rígidos, pétreos e insultantemente físicos, analógicos. Parece que la esencia misma del edificio fuese anti-moderna, reaccionaria, hostil a este tsunami tecnológico y que esto condenase a los edificios a una condición casi de estorbo o mal menor de la sociedad moderna. Nosotros sin embargo, creemos que será la propia tecnología la que va a permitir que los edificios no sólo no se queden atrás, sino que incluso se conviertan en agentes
activos y actores principales de la era de la información. Un ejemplo: es la tecnología la que ya nos permite disponer de superficies LED del tamaño que queramos y con las formas más caprichosas que se nos ocurran para alojar imágenes, estáticas o en movimiento. Ahora las paredes “hablan”, proyectando imágenes que permiten responder a las tendencias de cada momento, dando al edificio la capacidad de alinearse con lo que en cada caso quiere comunicar el propietario/gestor del edificio a todos aquellos que lo contemplan o utilizan. El edificio se convierte así en un enorme lienzo, un gigantesco canal de comunicación, dinámico y flexible. No puede sorprendernos que la tendencia en, pongamos por caso, los lobbies de oficinas, hoteles o centros comerciales sea que cada vez tengan más y más metros cuadrados ocupados por estas gigantescas pantallas.
De igual modo, las fachadas de los edificios cada vez alojarán más elementos dinámicos, con efectos lumínicos o pantallas que respondan a “un estado de ánimo”, a un mensaje del edificio y sus moradores hacia el resto de la ciudad. Es esperable que lo estático -la pared, la fachada, el suelo-, ceda protagonismo, pierda “razón” para dejar espacio a lo dinámico (la pantalla, las luces). Lo duradero, lo material, pasará a segundo plano frente a la información, lo inmaterial.
Pero los cambios que ya se están produciendo no se limitan a lo superficial, a las pieles del edificio, a sus interfaces de contacto más externas y visibles. De hecho, la auténtica revolución digital del edificio se inició antes y empezó en sus entrañas: gracias al Building Information Modeling (BIM), los edificios se han transformado en auténticos objetos digitales,
contenedores inmensos de información. Información gestionable y con la que puede interactuarse. Desde su fase de concepción hasta la de su operación y uso.
Así, desde las fases más tempranas del diseño de un edificio podemos experimentar éste a un grado antes nunca logrado sin haber movido aún ni un sólo metro cúbico de tierra. BIM nos permite mantener un control del objeto preconstruido virtualmente, y por ello, tomando decisiones anticipadas, mejorando sustancialmente la capacidad de comprensión e implicación de los agentes no técnicos y la coordinación entre disciplinas en la etapa de diseño. Pero una vez construido, el haberlo hecho siguiendo la metodología BIM nos permite tener una capa digital de lo ejecutado, convirtiendo al edificio en una plataforma de información sobre la que, ahora sí, podremos desarrollar Apps que exploten e interactúen con la información del propio edificio, para beneficio de sus ocupantes, sus gestores, propietarios, mantenedores y los propios ciudadanos.
El BIM es la llave para insertar el edificio en el mundo de la información, convertirlo en un agente más de ese torrente global, aportando, pero también beneficiándose del poder “conectarse a” y poder ser “conectado por”. Hace ya años que BOD apostó por esta visión y tomamos el decidido camino de convertirnos en líderes del diseño de edificios con metodología BIM. Tenemos claro que entregar un proyecto no es sólo entregar planos y documentos (que también), sino entregar un gemelo digital que abre infinitas posibilidades a nuestros Clientes. No hacerlo así, dificultando que el edificio se una y forme parte del mundo digital, del torrente de información mundial, realmente sería imperdonable, ¿no?
El BIM es la llave para insertar el edificio en el mundo de la información, convertirlo en un agente más de ese torrente global aportando, pero también beneficiándose del poder ‘conectarse a’ y poder ser ‘conectado por’