Alejandro Marcos, con más intenciones que resultados, dio dos mítines con los aceros
Sólo en instantes aislados logró Manzanares el acople técnico y estético
otro hasta las tablas del tendido 6 una vez que Fernando Sánchez, con un inmenso par de banderillas, se había llevado la ovación más unánime de la tarde.
Así que, con la plaza caliente, el toledano se propuso ligarle los pases a un ejemplar al que, como a casi todos sus hermanos, le faltó empuje para rematar con más celo y entrega sus nobles embestidas.
Le ligó Rufo con poco ajuste las dos primeras tandas con la derecha, para, con la izquierda, de uno en uno, sacarle también un puñado de buenos naturales, más apretados y de mayor recorrido, aunque alternando con inoportunos tirones y enganchones que hicieron que la faena no llegara a macizarse.
Con todo, en el ya desatado tendido primó la voluntad del torero sobre todo lo demás, hasta el punto de que, tras una contundente estocada caída, estalló esa euforica y desmedida petición de una segunda oreja, a todas luces inmerecida, como bien supo ver el presidente, al que nadie, por otra parte, protestó cuando arrastraron al toro.
La suerte ya había sonreído a Tomás Rufo hora y media antes, cuando el tercero le prendió al rematar un apurado quite por gaoneras y le lanzó en el suelo cuatro o cinco hachazos que no llegaron a hacer presa.
Tuvo ese toro, primero del lote de José María Manzanares, una embestida seca y exigente, también desde esa falta de fuerza en los riñones, que el alicantino no acabó de atemperar, como tampoco lo hizo con el cuarto, un ejemplar de nobilísimo comportamiento y con evidente calidad, aunque sin que su construcción física le permitiera descolgar el cuello hasta la arena.
Pero para aprovechar esa buena condición se necesitaba más suavidad en el trato que la que aplicó Manzanares con una muleta casi siempre volandera y ligera con la que sólo en instantes aislados, y con la gente jaleando ruidosamente, logró el necesario acople técnico y estético.
El salmantino Alejandro Marcos, que estropeó todo con los aceros, confirmó su alternativa dejando ver mejores intenciones que resultados, pues siempre citó con firmeza y verdad e intentó llevar enganchadas las embestidas.
Pero su primero le volvió grupas, completamente rajado, cuando ya había logrado asentarle, mientras que al también rebrincado pero factible quinto le redondeó los pases más de lo aconsejable para sus escasas fuerzas.