El Dia de Cordoba

Adiós a la Copa con sonrojo

El Córdoba cae goleado y con malas sensacione­s

- Cisco López EL MICROSCOPI­O

El Córdoba dijo adiós a la Copa del Rey con pena. Pero no confundan el sentimient­o, que nadie en este equipo echará de menos los parti- dos interseman­ales de aquí a final de temporada. Bastante tocará sufrir de domingo a domingo con la única intención de salvar el cuello, que no será fácil. La pesadumbre que acompaña a los blanquiver­des desde el inicio del curso tuvo en el Coliseum ración doble.

Porque pese a que el primer periodo no fue malo del todo, y el 20 al descanso fue consecuenc­ia de un error grosero de Marcos Lavín y otro mayor aún de uno de esos árbitros sibilinos al servicio del rico (léase equipo de mayor categoría), lo de la segunda mitad fue lamentable. Y desde el inicio. La puesta en escena y el final, con el triste paréntesis protagoniz­ado por la lesión de Jaime Romero, son un resumen perfecto de lo que no se debe hacer en un campo.

El resultado final, doloroso, fue un 5-1 que se antoja hasta corto, y que no es ni mucho menos el mejor aval para afrontar las batallas, más importante­s, que ya se avistan. Y ahí no hay lugar para jugar con penas, porque el sentimient­o, la ilusión y las ganas por sobrevivir tienen que aparecer en el terreno de juego para dejar de parecer un equipo muerto y sin alma.

Y eso que en su última aparición copera, el Córdoba dio señales de vida en el inicio, aunque sin continuida­d. El cuadro de Curro Torres afrontó el duelo con hasta ocho novedades en el once –sólo repitieron Loureiro y Javi Galán en los costados, y Quim Araujo en la medular–, y consciente de la dificultad de remontar la eliminator­ia ante un enemigo tan rocoso como el Getafe. Pero más allá de esa reválida, en el foro interno del equipo estaba aprovechar el encuentro para seguir dando pasos en el estilo y los conceptos tácticos que desde hace dos semanas trata de inculcar el técnico hispano alemán.

Lo intentó de salida teniendo el balón ante un rival que salió con un aire conservado­r (Bordalás dibujó un 4-2-3-1, con un trivote y Ángel solo arriba) que permitía a los blanquiver­des hacer, si bien sólo con relativa calma cerca de las inmediacio­nes de su área; en el momento que la pelota pasaba de la medular, la presión azulona se dejaba notar, y al CCF se le empezaban a nublar las ideas. Nada que no se conozca ya a estas alturas de la temporada, que en la liga le tiene amarrado en la zona de peligro.

Esa falta de pegada, sea cual sea el punta referencia –esta vez le tocó a Erik Expósito– y sus acompañant­es dejó como bagafe ofensivo de los visitantes en el primer cuarto de hora bajo su dominio apenas una volea desviada del tinerfeño a la salida de un córner. Pero si escasas fueron las aparicione­s por el portal contrario del Córdoba, menos aún fueron las del Getafe, si bien como en otras tantas ocasiones la primera le bastó para tomar ventaja, de nuevo exprimiend­o un error de bulto. Lavín no atajó una pelota franca desde el costado y el regalo lo aprovechó Portillo.

Con el marcador ya en contra, el cuadro blanquiver­de poco a poco fue desapareci­endo. Aunque trataba de tener la pelota, la más mínima presión local provocaba el fallo... y la merma importante en la confianza, ya de por sí tocada, del colectivo. Ese es el principal enemigo con el que intenta luchar cada día, cada batalla, Curro Torres, consciente de que limpiar la mente es básico para refrescar las piernas. Y sin esa conexión, reaccionar es imposible. Algo que aprovechó el Getafe para ampliar su renta con otro regalo, esta vez arbitral, pues nadie salvo Martínez Munuera vio penalti en ese balón que Jesús Valentín tocó ante Ángel, que hizo el primero de su cuenta para llevar el choque, ya decidido, a vestuarios.

Y eso fue casi lo peor que le pudo pasar al Córdoba. Porque el relax terminó por sacarlo del partido, desdibuján­dolo por completo hasta firmar una continuaci­ón cercana al ridículo, lo que el técnico tuvo que ver desde la grada al haber sido expulsado. Ya en la primera acción del segundo periodo un fallo de entendimie­nto entre Valentín y Lavín dio a los azulones un saque de esquina. El siguiente error, al no saber defender una transición ni mucho menos bien ejecutada pese a tener hasta cinco hombres en el área, sirvió en bandeja de plata el tercero a Rober Ibáñez. Portillo, tras un pase perfecto del meta blanquiver­de, y de nuevo el extremo tuvieron en los minutos siguientes en sus botas ocasiones para haber abierto aún más la herida, pero no acertaron.

El CCF estaba noqueado, fuera de sí, alejado de todo lo que se puede esperar de un equipo de fútbol profesiona­l a estas alturas del curso. Ni siquiera las directrice­s des-

de el banquillo para prolongar un estilo en ese momento contraprod­ucente pueden valer de excusa si uno ve que el rival te baila y juega contigo en cada acción. Pero como en tantas y tantas ocasiones, otra vez se echó en falta un grito, el gesto de alguien al que le duela de verdad lo que está pasando para tratar de dar un giro a la situación. Ni está, ni de momento se le espera, y eso es lo más grave de todo esto.

Con el partido convertido ya en una guerra de guerrillas, el Córdoba encima sumó un nuevo contratiem­po con la lesión de Jaime, que provocó el silencio de todo el estadio al recibir en su cabeza un choque durísimo con Foulquier. Cinco minutos estuvo tirado en el verde recibiendo asistencia antes de salir en camilla, por suerte, sólo con un collarín. Ese parón enfrió el encuentro y ni siquiera el carrusel de cambios ni el gol de Aythami, haciendo buena una jugada de pizarra tras un córner, lo llevó de nuevo a ebullición. Fue un maquillaje que al final quedó en nada, pues en un minuto Ángel hizo otros dos tantos para rubricar una goleada dolorosa, más por el fondo que por la forma, porque la pena es otra.

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RODRIGO JIMÉNEZ / EFE Javi Galán trata de superar a Gaku, en el partido del Coliseum.
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FOTOS: RODRIGO JIMÉNEZ / EFE Erik Expósito trata de bajar un balón ante el azulón Bruno.

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