Begoña, Ayuso y la prensa perra
Siempre me ha parecido una idiotez el corporativismo de los periodistas cuando renun‐ cian criticar al gremio con ese refrán antiguo de “perro no co‐ me carne de perro”. Debemos rehuir del corporativismo en toda profesión cuando, con descaro, lo que persigue es la inmunidad de un comporta‐ miento inadmisible, indefendi‐ ble o impropio. Indecente. ‘De‐ fiende la profesión, denuncia a quienes la denigran’. No hay más principios. Además, ya di‐ jeron hace años unos investi‐ gadores de la Universidad de Granada que el refrán, que se remonta a los tiempos de Ro‐ ma, como casi todo en nuestra vida, se refiere a la certeza de que “para un animal carnívoro, comer carroña de otro carnívo‐ ro, especialmente si es de su misma especie, incrementa la probabilidad de contraer pató‐ genos que podrían hacer peli‐ grar su vida”. De modo que, co‐ mo de lo que se trata es de no contraer patógenos antiprofe‐ sionales, concluyamos que el contagio se produce al pasar por alto los comportamientos antiperiodísticos, no al contra‐ rio.
La prensa en España vive mo‐ mentos de vergüenza ajena, con medios que se han esco‐ rado hacia el partidismo mili‐ tante, sin que ningún reparo deontológico pueda frenarlos. Es una prensa perra, podría de‐ cirse, porque se han contami‐ nado entre ellos. Se acabó el disimulo de la autoprotección profesional; basta con no co‐ mer carroña y denunciar a quienes se contagian de ese mal de la polarización del que acaban formando parte. Tengamos en cuenta, como las miserias de la prensa espa‐ ñola de la actualidad tienen que ver con cómo se desplo‐ mó el negocio periodístico a raíz de la crisis financiera de 2007. España nunca ha sido un país de grandes lectores de prensa, porque siempre hemos arrastrado algunos de los índi‐ ces de lectura más bajos de Europa, pero fue esa crisis la que precipitó un final, acaso inevitable por las nuevas tec‐ nologías. La cuestión es que la tormenta perfecta nos llevó a una crisis descomunal de los grandes grupos editoriales y al auge, paralelo, de las publica‐ ciones gratuitas de prensa en internet. Era inevitable que el papel fuese cediéndole terreno a los medios digitales, pero la crisis aceleró esa muerte co‐ mo un disparo a media tarde. Las cifras son conocidas: en 2007, año en el que empezó la crisis, los editores de periódi‐ cos españoles obtuvieron unos ingresos récord de 2.880 millones de euros y, 15 años después, se redujeron casi a un tercio, en torno a 1.040 mi‐ llones de euros. Las cantida‐ des se han extraído del artícu‐ lo que publicó aquí mismo mi compañero Carlos Sánchez, en el que se extraía otra conclu‐ sión interesante: “Años de gra‐ tuidad en el soporte digital han hecho que muchos ciudada‐ nos den por sentada la infor‐ mación”. Reparemos en esa afirmación, tan cierta como la vida misma. Si decíamos que España siempre ha estado a la cola en los índices europeos de lectura de prensa, lo que ha sucedido después de la crisis financiera es que se ha incre‐ mentado aún más el número de personas que rechaza pa‐ gar por mantenerse informa‐ do. Lo dicho, tormenta perfec‐ ta.
Cuando el periodismo era un oficio respetable
Nacho Cardero No es un diario personal, ni un ensayo, ni una crónica periodística, sino todo a la vez. Nacho Cardero, direc‐ tor de El Confidencial desde 2011, publica 'Aquello que dá‐ bamos por bueno'. Este es uno de los capítulos de ese ensayo
Difiero del director de El Confi‐ dencial,
Nacho Cardero, en es‐ to que afirmaba ayer de que en España “jamás ha sido tan difí‐ cil ejercer el periodismo ni ja‐ más ha sido tan necesario”. La historia de España es tan con‐ vulsa, tan temeraria, y tan in‐ cierta, que ninguna afirmación de esa naturaleza se puede sostener, pero es verdad que hay momentos, como los ac‐ tuales, en los que deben en‐ cenderse las luces de alarma en todos aquellos que sigan considerando la grandeza de este oficio, entre suicida y vivi‐ ficador. Coincido con Cardero, por el contrario, cuando asegu‐ ra que este oficio de periodis‐ tas “solo se explica estando siempre frente al poder, contra todo tipo de poder”. También comparto su interpelación a los ciudadanos, a todos aque‐ llos a los que internet les ha hecho olvidar, y renegar, de los quioscos de prensa a los que antes bajaban a comprar el pe‐ riódico. Ahora que, por el pre‐ cio de un periódico de papel, se puede pagar la suscripción de cuatro o cinco digitales, se niegan a hacerlo… Insultante. Como decía Cardero, todo se reduce a una pregunta: ¿Y tú? ¿Qué estás dispuesto a hacer por la información, por el pe‐ riodismo? Esa es la cuestión, así que, modestamente, utiliza‐ ré este artículo para repetírse‐ lo a todos los que no entien‐ den algo tan elemental, mu‐ chos de ellos amigos y hasta familiares. Queda dicho. La pregunta es, además, perti‐ nente en estos días en los que, otra vez, estamos viviendo un episodio lamentable de pese‐ brismo periodístico. La tiesura de la prensa española, de la que se hablaba antes, a raíz de la crisis financiera de 2007 y la expansión de los medios digi‐ tales, ha provocado un incre‐ mento exponencial de la de‐ pendencia de la publicidad ins‐ titucional. Es saludable que existan medios de comunica‐ ción con líneas editoriales marcadas de izquierda o de derecha; es detestable que exista una prensa de partido que limita su línea editorial al aplauso del propio y a la perse‐ cución del adversario. En Es‐ paña, esto último es lo que predomina. Periódicos y perio‐ distas.
Es detestable que exista una prensa de partido que limita su línea editorial al aplauso del propio y a la persecución del adversario
Lo estamos viendo estos días con el espectáculo en el que han convertido las informacio‐ nes, nacidas en El Confiden‐ cial, de los contactos de Bego‐ ña Gómez, esposa del presi‐