Zidane, la elegancia personificada de la mejor Francia de la historia
Zinedine Zidane es uno de los mayores genios de la historia del fútbol francés. Su exquisita técnica, privilegiada habilidad y deslumbrante elegancia lo convirtieron en uno de los jugadores más artísticos en posar una pelota sobre las botas. Sus éxitos con la camiseta bleu y la magia que desplegó encumbraron a este virtuoso del esférico al panteón de las personalidades galas.
Mucho más que un futbolista. Ya su ingreso en las filas del combinado francés auguraba que algo grande se estaba cociendo. Después de su increíble fracaso en la clasificación para el Mundial 94, quedando fuera tras perder sus últimos dos partidos en casa ante Israel
y Bulgaria cuando le valía un único punto para acudir a EEUU, el nuevo seleccionador Aimé Jacquet tenía la misión de regenerar, con vistas al Mundial 1998 –en el que Francia iba a ser anfitriona–, una selección que seguía anclada en el recuerdo de la era Platini. En esos momentos, comenzaba a emerger una hornada que iba a marcar los destinos de los bleus la siguiente década.
Liderados por el propio Zidane, ya con el 10 a la espalda, los Barthez, Djorkaeff, Desailly, Thuram, Lizarazu o Karembeu se instalaron en la nueva selección gala y, junto a los ya asentados Deschamps o Blanc, forjaron un combinado que aunaba tanto el talento característico francés como un físico imponente para la época.
Su primera gran prueba de fuego fue la Eurocopa de Inglaterra 1996. Tras una esperanzadora fase de grupos, quedando primeros en un emparejamiento con España, Bulgaria y Rumanía, las buenas prestaciones dieron síntomas de flaqueza en las eliminatorias. Después de superar por penaltis un 0-0 en los cuartos ante Holanda, el equipo de Zidane, que aquel verano ficharía por la Juventus, se quedó con la miel en los labios en semifinales ante la República Checa también por penaltis.
A pesar de la eliminación, Francia se preparaba para consumar el asalto final a las grandes cimas. En 1998 conquistaron en casa de manera inapelable la Copa del Mundo, la primera de su historia, tras batir a Brasil en la final con dos tantos de Zidane. Con esa condición se presentaron en la Eurocopa
del 2000. Ya consagrado como una de las máximas estrellas del panorama internacional, Zidane encabezaba las figuras de los bleus, a las que se habían incorporado Thierry Henry, Trezeguet, Vieira, Anelka o Wiltord.
Su irregularidad en la fase de grupos condenó a Francia a la parte más dura del cuadro, con un emparejamiento ante España en cuartos. Zidane adelantó a su equipo con una falta a la escuadra y los galos ganaron tras un gol de Djorkaef y el célebre penalti fallado por Raúl ante Barthez. En semis se enfrentaron a Portugal (11) y el penalti de Zidane colocó a Francia en la final ante Italia, un duelo espectacular en la que remontó el gol inicial de Delvecchio (Wiltord y Trezguet). Francia fue campeona de Europa por segunda vez en su historia. Y Zidane se erigió en dueño y señor del torneo.
Todavía tendría el astro galo la oportunidad de repetir gloria en la Eurocopa 2004, pero la sorprendente Grecia, a la postre campeona, tumbó en cuartos a Francia.