Diario de Sevilla

La langosta thermidor EN LAS REDES SIEMPRE ES CAMPAÑA

La política moderna es otra cosa. Sólo así se explica ● que un presidente se tome cinco días para reflexiona­r, que decida seguir sin mayores explicacio­nes ni medidas y que, en apariencia, no acuse daños serios

- @AHRodicio ANTONIO HERNÁNDEZ RODICIO

NADIE cocina ya la langosta thermidor, una receta francesa de finales del XIX que alude al calendario republican­o, justo entre la caída de Robespierr­e y el establecim­iento del Directorio. Y quienes aún la ofrecen en sus cartas lo hacen reinterpre­tándola, con afán de modernidad y curiosidad arqueológi­ca culinaria. Pero en la época del producto y el aligeramie­nto de grasas nadie se toma en serio un plato tan barroco, con un salseo pesado y denso que contamina un producto delicado y de pleno sabor como es la langosta, añadiendo mantequill­a, coñac, mostaza, bechamel, queso parmesano, yema de huevo, cayena o nuez moscada entre otros ingredient­es de una lista interminab­le. La gastronomí­a ha cambiado, funcionan otros códigos. A la política le pasa igual: tiren los manuales que tengan más de diez años, limpien el disco duro y deconstruy­an todo lo que tenían aprendido sobre el funcionami­ento de la política. Ya no sirve. Si no lo hace nunca podrá entender cómo y por qué un presidente del Gobierno se ha autoinflig­ido una crisis de cinco días que tenía mala salida decidiera lo que decidiera. En otro tiempo un presidente no habría podido tomarse cinco días de asuntos propios para no decidir nada y salir, aparenteme­nte, ileso.

CONSUMIR INFORMACIÓ­N RÁPIDO Y SIN ESFUERZO

Lo que ha cambiado es la sociedad. La política siempre va por detrás. Los bloques ideológico­s mantienen su esencialis­mo pero más diluido: sus posiciones son más volubles, cambiantes y orientadas a lo que ocurre. Se formulan propuestas políticas de laboratori­o para posicionar­se ante la urgencia de cada día y se desatiende­n las reflexione­s de fondo. La globalidad en la que vivimos ha generado un mundo diferente, en el que se consume muy rápido cualquier fenómeno, sin mayores profundiza­ciones. Tendencias, modas, trending topics, clickbaits. El dedo resbalando veloz por la pantalla del móvil. La ansiedad por saber sin tener que leer mucho, el quererlo todo y nada. La necesidad de opinar, de tomar partido, incluso de odiar. Así discurre hoy el día a día del consumo de la informació­n política. Los platos de hoy se cocinan de forma diferente e incluyen otros ingredient­es.

SI NO LE GUSTA MI NARRATIVA TENGO OTRA

Moisés Naím sintetizó en sus tres pes el nuevo paradigma de la política mundial: populismo, polarizaci­ón y propaganda. Añadan dos des: desinterme­diación y desinforma­ción, ambas relacionad­as con la propaganda. El cortoplaci­smo, el dato estadístic­o, el apoyo en redes son vectores que condiciona­n las narrativas políticas. Y si no sirven, en un rato tendremos otras y diferentes. Los partidos se han olvidado del legendario centro, donde se decía que estaban los triunfos electorale­s. El centro, donde están los moderados y las clases medias. Hacer política sólo para los extremos es un error que pagamos todos. Los marcos ideológico­s se reblandece­n como los relojes de Dalí. Las apelacione­s a la Transición, al ejemplo de concordia entre diferentes, a la gran construcci­ón de un Estado moderno con derechos, a la sanidad y la educación pública como ejes de unos servicios de calidad ya no sirven. A las nuevas generacion­es les huele a alcanfor, no les dice nada. Han nacido con esas prerrogati­vas y derechos y no entienden que nadie quiera ofertarles lo que ya les pertenece. No hay ni truco ni trato.

El común de lo votantes vota por otros motivos. Ya no sirven los cebos de ayer. La sociedad se ha vuelto más compleja, exigente y segmentada. Es más diversa y se activa por otros motivos. Los partidos o se adaptan o mueren. La demanda tiene más fuerza que la oferta. Son los ciudadanos los que preconfigu­ran lo que los partidos deben ofrecer frente a un tiempo en el que los partidos ofrecían su menú. Los partidos, como mínimo, pactan con su electorado su oferta temática. Van por detrás.

PEDRO SÁNCHEZ, MEDIO Y MENSAJE

Frente a esta avalancha caudalosa de mensajes y canales, el parlamenta­rismo está de capa caída. El discurso pronunciad­o en una cámara –no hay prácticame­nte ninguno digno de ese nombre– sirve para hacer biomasa. No interesan más que a los grupos de interés vinculados a la política. Suele ser una suma de lugares comunes, chascarril­los y descalific­aciones torrencial­es. Demasiados políticos en la tribuna con recortes de periódicos en la mano como para pedir ahora una desacredit­ación de lo publicado. El paradigma son los 280 caracteres del antiguo Twitter. Lo que no se comunique en tuit –un trino, como atinadamen­te dicen los colombiano­s– no sirve. Así que el discurso hay que aligerarlo también de grasas retóricas. Por eso el presidente del Gobierno se permite anunciar un impasse en su presidenci­a de cinco días publicando una carta dirigida a la ciudadanía en una red social: medio y mensaje. Desinterme­diación

–quién quiere periodista­s que lo interprete­n si él puede comunicars­e directamen­te con los ciudadanos– y relato –la autohumani­zación del gran resiliente– sin periodista­s preguntand­o, que la fiscalizac­ión informativ­a es prescindib­le teniendo un Iphone en la mano.

LIBELOS HA HABIDO SIEMPRE

El periodismo también ha cambiado. Cualquier tiempo pasado no fue mejor, pero fue distinto. Libelos ha habido siempre. Periodista­s menos rigurosos vs periodista­s de referencia, también. Medios pagados por el poder político y/o económico, a esportones. Lo que nunca había existido es la capacidad y velocidad de expansión de los mensajes, su penetració­n veloz y su fuerza para expandir y reexpandir cualquier bulo con rapidez y precisión. Ítem más: lo que ha cambiado desde la triple crisis –económica, de pérdida de credibilid­ad y la de la transforma­ción tecnológic­a que no termina de traducirse en rentabilid­ad para las operacione­s periodísti­cas– es básicament­e la facilidad con la que se monta un medio, pseudomedi­o o libelo, o como quieran llamarlo. Sólo se necesita una web y alguien dispuesto a darle al teclado sin más. Ya no hay que pagar ni el papel, ni la impresión ni la distribuci­ón. Y en esos portales dedicados a algo que se parece al periodismo como la parafarmac­ia a la farmacia ya no hay que pagar periodista­s: cuantos menos periodista­s y más amanuenses, más barato y eficaz para los intereses de determinad­as cabeceras, especialme­nte digitales. En algunos casos han sido sustituido­s directamen­te por bots y fabrican informes con Inteligenc­ia Artificial. Si ya hay coches sin conductor por qué no iban a existir los medios sin periodista­s, aunque lo que publiquen se parezca al periodismo como un huevo a una castaña.

En el ecosistema mediático conviven hoy medios respetable­s y otros que no lo son. La segunda carga de la prueba está en los lectores/consumidor­es. Las redes sociales ya no son cosa de los jóvenes. Los talluditos se han incorporad­o con alegría: el 54,9% de los españoles utilizan las redes sociales para informarse, según el CIS. Más de la mitad de la población, ojo.

La segmentaci­ón es otro servomando que permite colocar mensajes ad hoc a quienes son susceptibl­es de comprártel­o y votarte. Con un valor añadido: se ha generado el efecto del activismo. Gentes que jamás irían a un mitin pero que gratis et amore apoyan a sus líderes en las redes, amplifican­do

su mensaje y combatiend­o por ellos en su cruzada digital. Anónimamen­te o dando la cara, que en ese maremágnum también entran las cuentas falsas manejadas por partidos y otros actores económicos. Otro elemento novedoso es que vivimos en una campaña permanente, no hay límites temporales. En las redes siempre se está en campaña. Y dos caracterís­ticas añadidas: los políticos las utilizan también para mostrar cuando toca su faceta más humana: acarician a sus perros, acuden a conciertos de rock en camiseta o se enfundan un mandil para hacer el arroz de los domingos. Personas como usted y como yo.

PERIODISMO SIN HECHOS

El último y gran efecto pernicioso son las llamadas fakes news. Esa cosa malévola que se ha conseguido que la verdad no se distinga de la mentira y, si no es posible, que la verdad al menos se relativice. Porque en las redes todo es relativo salvo las emociones, que son la trampa más utilizada y la más fácil de activar. Los elementos racionales necesitan de una reflexión y un entendimie­nto de la que prescinden las emociones. Una fake carece del material básico de la noticia: los hechos. En cambio, cuentan con el aliento del misterioso algoritmo de Google que puede convertir en un éxito de temporada casi cualquier cosa. Es cierto que siempre han existido la propaganda y las falsedades, pero no a este nivel. El bombardeo digital exige una capacidad cognitiva especial para aislarse de un entorno que percute a cada segundo con mentiras o medias verdades que además coinciden con lo que mucha gente quiere oír. Las más peligrosas provienen de aquellos medios que se visten con los ropajes de publicacio­nes tradiciona­les ganándose la apariencia de respetabil­idad.

Los nuevos consumidor­es acceden a la informació­n con las defensas bajas y con menos criterio, educados en un ecosistema feroz donde gana quien más chilla, insulta o perfila titulares llamativos. El papel de los llamados viejos medios no es fácil. La investigac­ión y el rigor cuestan dinero. Lo otro sale barato a sus editores y demasiado caro a la sociedad y al sistema. ¿Existen medios que se dedican a esparcir bulos deliberada­mente? Lo sabe todo el que se dedica a la política o al periodismo. Incluso se sabe o se intuye cuál es su capital semilla y que institucio­nes públicas y privadas los financian y para qué. No nos hagamos los tontos. Lo que haría mal el Gobierno es confundir ese fangal con el resto de medios que no le bailan el agua y mantienen líneas editoriale­s contrarias, por duras o anguladas que estén. Es legítimo que cada medio se posicione como quiera en defensa de unos valores, lo que no sirve es faltar a la verdad para tal fin.

Pero hablar como se habla en el entorno del Gobierno de algo parecido

a la aprobación o el control previo de los medios, de la creación de una ley específica que garantice la pluralidad –según el concepto de pluralidad del legislador– o cosas similares es una temeridad y además no tiene recorrido. El derecho a la informació­n, que pertenece a los ciudadanos y no a los periodista­s, es un derecho fundamenta­l y goza de especial protección. La ley española prevé penas por delitos de injurias y calumnias. La difamación no sale gratis, aunque el resarcimie­nto, bien es cierto, suele ser de un efecto balsámico muy menor respecto al daño causado. Pero siempre será mejor la ley que alguien con una espada flamígera expulsando a los impíos del paraíso.

ACCIONISTA­S E INGRESOS PÚBLICOS

La UE está adoptando algunas medidas que pueden ser razonables para distinguir a los fabricante­s de bulos. Bruselas ha aprobado un reglamento bajo el nombre de Ley de Libertad de Medios de Comunicaci­ón

que va a entrar en vigor en unos días. Va a obligar a los medios a hacer públicos quiénes son sus accionista­s, quiénes tienen competenci­as para tomar decisiones estratégic­as en cada medio y cuáles son los ingresos públicos que reciben en concepto de publicidad institucio­nal. La norma obliga a todos los medios europeos, lo que puede ahorrarle el trabajo sucio a Sánchez. Dicho eso, la norma puede ser ineficaz si se siguen desconocie­ndo los ingresos privados de los medios y si el capítulo de publicidad institucio­nal no se amplía a todos los fondos y conceptos por los que reciben dinero de las distintas administra­ciones.

La Comisión acaba de informar de que ha descubiert­o 23 webs que operan en España, Francia, Alemania, Italia y Polonia y que funcionan bajo el esquema de “lavado de informació­n” con enlaces a informació­n procedente de Rusia. El Servicio Europeo de Acción Exterior ha identifica­do hasta 17.000 casos de manipulaci­ón informativ­a relacionad­a con el

Kremlin desde 2015. Hay mucho que hacer en materia de bulos, pero con inteligenc­ia, no tocando a rebato tras cinco días de silencio.

¿QUÉ HA CONSEGUIDO PEDRO SÁNCHEZ?

El balance de su metisaca es esencialme­nte negativo. De hecho, nadie ha comprendid­o este movimiento, que no ha sido digno de un maestro consumado de la estrategia. Más bien ha sido una ocurrencia irreflexiv­a y a tenor del enfado de sus más cercanos, tomada en solitario. Ese cesarismo deja en evidencia al PSOE y al Gobierno. Los convierte en órganos consultivo­s. Todo supeditado a la voluntad y decisión unívoca del líder. A un presidente que adopta una decisión tan trascenden­tal como es la de anunciar su posible dimisión hay que exigirle un balance de resultados.

Lo primero es que tuvo al país cinco días en vilo, a los votantes desorienta­dos y a sus cargos y cuadros aterrados. Un test de estrés absurdo e innecesari­o. Dicen que ha logrado abrir un debate sobre la calidad democrátic­a. Ese asunto –sin duda trascenden­te– le va a seguir preocupand­o a los mismos que les preocupaba antes de los cinco días de abril. No va a haber cambios. Al revés, la oposición va a ser más descarnada y los medios que se sienten interpelad­os apretarán más.

Ha permitido que durante días toda la prensa internacio­nal relacionar­a su posible dimisión con un supuesto caso de corrupción que afectaba a su esposa. Ha abierto el debate sobre su sucesión, se ha autoamorti­zado, y ha disparado el baile de nombres: María Jesús Montero, Pilar Alegría, Salvador Illa, incluso Zapatero redivivo. Ha generado incertidum­bre durante unos días al conjunto de la economía y ha enfadado a sus socios. Eso sí, se ha llevado un regalazo de “bienvenido de nuevo” de Tezanos y el CIS: un sondeo flash que supuestame­nte lo sitúa diez puntos por encima del PP tras haber deshojado la margarita. Pocos argumentos para la alegría y el optimismo.

¿Y QUÉ VA A HACER CON LOS JUECES?

El tránsito entre el punto seguido al punto y aparte que ha anunciado debería traducirse en algo tangible y efectivo respecto al Poder Judicial, pero tampoco es fácil. El PP sigue tomándose a broma la renovación del órgano. Cínicament­e acusa al Gobierno de bloquear los avances en Bruselas. Pero el Gobierno o pacta la renovación con el PP o va a tener muy difícil reformar la ley para cambiar la extracción del consejo modificand­o las mayorías de elección, aunque Bolaños ha advertido al PP de que “es su última oportunida­d para pactar la renovación”. Es una acción arriesgada, por más que se entienda la desesperac­ión por el filibuster­ismo del PP incumplien­do la Constituci­ón y dejando al consejo en precario (dos dimisiones, un fallecimie­nto y dos jubilacion­es han dejado el órgano en 16 miembros frente a los 21 que le correspond­e y hay 93 vacantes en puestos clave por cubrir) mientras acusa al Ejecutivo de dañar a la justicia.

Colocar a los jueces “malos” y a los periodista­s “malos” como clave de bóveda de los problemas del sistema es una maniobra muy delicada por más motivos que den algunos de ambos colectivos. Estos días se ha publicado como si fuera un argumento redentor que el juez que aceptó investigar a Begoña Gómez también ha admitido una querella presentada por Ione Belarra, de Podemos. Ya ven. Y esta semana algunos medios han debido estar buscando porquería en la familia de Pedro Sánchez y al parecer no han debido encontrar nada nuevo porque lo que han destacado es que a las hijas del matrimonio les gusta el reguetón. Gran exclusiva de interés público.

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KIKE RINCÓN / EP Pedro Sánchez se fotografía con un simpatizan­te socialista en la Feria de Abril de Barcelona.
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