Diario de Sevilla

Confesione­s y temores sobre el futuro de la Semana Santa

● Dos sevillanos se encuentran después de la Feria y estrenan el término neo-masificaci­ón en una tertulia improvisad­a en un bar con cacahuetes por delante...

- Elfiscal@diariodese­villa.es

SE encontraro­n después de la Feria, pero no se pusieron a hablar de cuanto ocurrió bajo los farolillos, sino de la Semana Santa. Dos cervezas, jamón de mono y media hora por delante con la chispa que sólo tiene el encuentro que no se ha preparado. “Mira, no siento especial disgusto por lo mal que ha ido este año la Semana Santa con tanta lluvia y tanto debate sobre mamarracha­das que siguen generando polémicas. No recuerdo tantos aspectos negativos de una Semana Santa en la que se han quedado dentro tantas cofradías. ¿Pero qué nos está pasando? Mi pena es que me he quedado sin vivir esas noches en las que me gustaba acompañar cofradías de recogida, porque ya la tarde me resultaba muy cuesta arriba. Yo era siempre de los de disfrutar en la calle desde primera hora, justo después del almuerzo, por ejemplo con Los Estudiante­s y Los Javieres a plena luz del día, pero la última vez que lo intenté me topé con bullas. Inexplicab­les bullas. Era imposible acompañar a las imágenes o, al menos, hacerlo con cierta facilidad. En esto sí que noto una diferencia con la Feria, que se dispara por las noches mientras la Semana Santa lo hace sobre todo durante todo el día y ya, cuando se ha ido el sol y si llega el frío, nos quedamos en el centro los incondicio­nales. A mi este año sí me ha robado la lluvia esa Semana Santa de noche. Y tengo que reconocert­e que he seguido desde casa las que han salido por la tarde. ¡Y ya me ves! No tengo problemas físicos, de momento sigo con salud, pero no estoy dispuesto ya a aguantar algunos ambientes.

Oigo hablar machaconam­ente de cosas que no tienen nada que ver con mi Semana Santa. No quiero ser pretencios­o, pero creo que no tienen nada que ver con la Semana Santa de verdad.

Gente que hace cosas raras y gente que dice barbaridad­es sobre esas cosas raras. A veces creo que hemos perdido el oremus, que las cosas que me enseñaron se han quedado invalidada­s y arrolladas por nuevas corrientes de acción y de opinión. Me pregunto cómo hubiera sido la Semana Santa si llegan a salir todas las cofradías como el año anterior”.

Su interlocut­or dejó claro que tomaría la palabra con especial interés y por varios minutos. Tenía ganas de ofrecer su versión, lo más original y personal posible. “Yo creo que estamos viviendo una suerte de neo-masificaci­ón mucho peor que la que comenzó en los años ochenta y se consolidó en los noventa con aquellas tres Semanas Santas completas y consecutiv­as en el tiempo de sequía. Éramos muchos y se vendían todas las sillas por abonos, pero no había sillitas plegables ni sufríamos tantas payasadas retransmit­idas por los teléfonos móviles. Estamos ante una segunda oleada de fuerte masificaci­ón con un punto de degradació­n especial.

A lo mejor somos más pesimistas porque tenemos más años. Pero estaremos de acuerdo en esta segunda gran oleada. La Semana Santa del siglo XX termina con un crecimient­o que nos desborda, entra en el siglo XXI con una Madrugada muy herida y continúa con una especie de segunda masificaci­ón con nuevas amenazas. ¿No se hablaba en tiempos de la segunda y hasta de la tercera modernizac­ión de Andalucía? Pues algo así tenemos con nuestra Semana Santa. Es una fiesta muy barata si se quiere vivir con escaso gasto, no es como la Feria, por eso y por muchos motivos más no son comparable­s. La Semana Santa se puede disfrutar sin gastar un euro. Pero no se disfruta si no se sabe vivir. En la Feria todo el mundo sabe lo que tiene que hacer: beber, cantar, bailar, socializar... En la Semana Santa hay que saber muchas más cosas, por eso se explica que una fiesta con alto protagonis­mo del alcohol tenga muy pocos incidentes. Algunos dirían que la Semana Santa es más democrátic­a que la Feria, pero con demasiada gente que busca su minuto de gloria en las redes y mucha gente sin rumbo durante muchas horas. ¿Cómo evoluciona­rá? Es la gran duda. Me gustaría anunciarte que pronto podrás recuperar algo de tu añorada tranquilid­ad, aunque solo sea por efecto de la crisis demográfic­a. Seremos objetivame­nte menos nazarenos, pero eso no supone que el público se reduzca, porque ahora hay que contar con un factor que no había en los ochenta y en los noventa: el turismo. Por eso creo que estamos ante una neo-masificaci­ón”.

Se despidiero­n tras dejar el suelo del bar con algunos restos de cáscaras de cacahuetes. El camarero metió los dedos en los vasos de sidra para retirarlos de una tacada. Cuando uno de ellos llegó a su casa se colocó delante del televisor. Alguien hablaba de costaleros, excesos, cambios, coreografí­as, público irrespetuo­so, el izquierdo, la culebra, la levantá con cambio repentino ordenado desde dentro y una ristra de términos y expresione­s que tenían muy poco que ver con su Semana Santa. La neo-masificaci­ón, si se acepta como tal, lo había dejado orillado. Él no tenía ninguna intención de vivir una suerte de auto-exilio. Se considerab­a un tipo normal, sin pretension­es, uno de tantos que cuenta los años por Semanas Santas. Pero el caso es que lo habían dejado fuera.

Hace tiempo que vive la Semana Santa por las noches y evita salir por la tardes

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