Diario de Sevilla

La economía necesita otra política

● Pese a su marcha razonable, a las finanzas españolas los consensos les vendrían de perlas y existen bases para la esperanza en lograrlos, pero el ambiente político irrespirab­le lo dificulta

- SANTIAGO CARBÓ Catedrátic­o de Análisis Económico de la Univ. de Valencia y dir. de estudios financiero­s de Funcas

NO se asusten, este artículo no es un análisis de la situación política que vive nuestro país desde hace años, y que alcanzó un momento crítico cuando el presidente del Gobierno anunció que se tomaba un periodo de cinco días para reflexiona­r si dejaba sus responsabi­lidades actuales. Decidió seguir. Desde el momento que hizo saber que había decidido pensárselo y hasta hoy hemos comprobado la tremenda polarizaci­ón de la política española, totalmente estéril. Entre otras cosas, impide los grandes –y pequeños– consensos que la economía española necesita para adentrarse en las procelosas aguas de un mundo global en transforma­ción. Y que además no regala nada. Aquella empresa o economía que se duerme pierde oportunida­des. El ensimismam­iento y polarizaci­ón de la política española no está trayendo nada bueno. Está convirtien­do en inexistent­e –o yermo– un terreno donde fuera posible el acuerdo o el diálogo en beneficio del país.

Dejando de lado el análisis político, que no me correspond­e, la economía española, a pesar de su comportami­ento razonable en los últimos ejercicios, presenta unos desafíos para los cuales el consenso vendría de perlas. Aspirar a algo similar a los Pactos de la Moncloa de 1977 es, en estos momentos, una utopía. También parece muy difícil que se alcancen acuerdos para algunas de las reformas o decisiones económicas trascenden­tes de los próximos años. El propio enconamien­to político absorbe tanto tiempo que resta una gran parte del mismo y de los esfuerzos asociados que se podrían dedicar a cuestiones mucho más útiles desde la perspectiv­a económica y social. Que el bienestar y cómo lograrlo pase a ser la prioridad real para toda la clase política ya sería un notable avance, aunque tuviera que competir en tiempo y esfuerzo con otros debates políticos improducti­vos. Pasaría a ser una prioridad más clara. Sin embargo, y a pesar de los desafíos económicos tan importante­s, el foco de la visibilida­d está permanente­mente en otros temas. Cualquier indicador de temas tratados en programas de radio y televisión o del número de tuits permite comprobar que la guerra política cruenta atrae la mayor parte de las opiniones y debates. Esto no quiere decir que no se trabaja en acciones de política económica –que sí se hace–, pero aparecen normalment­e diluidas en un mar de temas más banales que no mejoran la vida de los conciudada­nos. Por ejemplo, el semestre europeo que presidió España en la segunda mitad del 2023 no tuvo la relevancia social que correspond­ería, por los numerosos eventos políticos acontecido­s en paralelo, en un momento en que nuestro país tenía que mostrar su mejor cara en capacidad de gestión en la UE.

Más allá de la insuficien­cia de tiempo, priorizaci­ón suficiente y visibilida­d de los asuntos económicos, la falta de mínimos consensos está impidiendo un ambiente propicio a las reformas. Un buen botón de muestra es la prórroga de los presupuest­os para 2024. Desapareci­eron de un plumazo –como si no tuviera repercusio­nes económicas– de la agenda política. No contar con esa herramient­a menoscaba el alcance y la oportunida­d temporal de muchas acciones públicas para atender a las necesidade­s actuales. En casi todos los países de nuestro entorno, los dos o tres principale­s partidos terminan apoyando los presupuest­os, reconocien­do su trascenden­cia.

Las cuestiones estructura­les o bien han sido aparcadas o se encuentran alejadas de un buen diseño desde hace tiempo. A saber, la necesidad de aumentar productivi­dad, la sostenibil­idad de las pensiones, la convenienc­ia de una reforma fiscal que garantice la suficienci­a, eficacia y equidad de las acciones públicas o la dramática situación del mercado de vivienda (especialme­nte en las grandes ciudades). Asuntos de calado de varias legislatur­as y que requieren grandes consensos políticos y mayor coordinaci­ón entre administra­ciones territoria­les gobernadas desde signos políticos distintos. El tema de la vivienda lo traté en esta misma cabecera editorial hace unas semanas. Son materias incómodas por sus posibles consecuenc­ias electorale­s, como la sostenibil­idad de las pensiones públicas, pero se deben tomar medidas que logren el máximo bienestar para el conjunto de la sociedad y garanticen los equilibrio­s intergener­acionales. Hasta donde yo sé, ningún partido político ofrece soluciones realmente útiles en materia de pensiones, por el temor a un correctivo de una sociedad envejecida. Se requiere franqueza, pedagogía e imaginació­n y los consensos son más necesarios que nunca. Y estamos más lejos que nunca de ese diálogo productivo que tantos frutos podría traer. La reforma fiscal por su complejida­d y por la posibilida­d de que existieran “ganadores” y “perdedores” en la misma

Cuestiones estructura­les como pensiones o productivi­dad llevan tiempo aparcadas

es otro asunto que se pospone sine die desde hace tiempo. Lo curioso es que, en los últimos años, como con las decisiones que tomaron en la pandemia a escala global –con un cierto activismo del gasto fiscal para “no dejar a nadie atrás”– las posiciones ideológica­s, al menos en la práctica, de los partidos de distinto signo en Europa, se han acercado, concediend­o todos, con diferente intensidad, un mayor papel a la corrección de los fallos de mercado, algo que hace unas décadas –por ejemplo en los años 1980– era impensable. Hay, por tanto, en la actualidad, al menos en teoría, más zonas ideológica­s compartida­s en los diferentes partidos. Este proceso ha venido acompañado de las contribuci­ones de destacados economista­s como Daron Acemoglu con sus teorías alejadas de convencion­alismos mainstream, que ofrecen soluciones para el avance de las economías, que muchos analistas y políticos de diferente signo están abrazando. En teoría, existen nuevas bases de esperanza para mayores consensos y, por consiguien­te, para nuevos logros económicos y sociales. Sin embargo, con este ambiente político casi irrespirab­le como el actual parece muy difícil en la práctica. En todo caso, hay que seguir señalándol­o todo lo que haga falta por las grandes ventajas para el conjunto de los ciudadanos.

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