Diario de Sevilla

Ni con Quique ni sin él

● El madrileño, con contrato hasta 2025, se cuela en el plan alternativ­o de los gestores en su idea de darle un giro al proyecto ● Sus buenos números hacen impopular un cambio que lo que busca es un entrenador más dócil

- Jesús Alba

Para empezar, tiene contrato. Un pequeño matiz que se olvida a menudo de tanto repetir y repetir una situación que no tiene por qué darse por tanto, la renovación. En todo caso, si alguna de las partes no están de acuerdo, tendrán que buscar la fórmula para una rescisión unilateral. O si es un deseo mutuo, llegar a un acuerdo para que esa desvincula­ción contractua­l sea amistosa.

Cuando el Sevilla anunció a su tercer entrenador en la presente temporada lo dejaba claro en su página web oficial. Si ahora no es así, entonces mentía bellacamen­te a sus aficionado­s. “El Sevilla FC y Quique Sánchez Flores han alcanzado un acuerdo para que el técnico se convierta en el nuevo entrenador del primer equipo, firmando hasta 2025”. La frase se publicaba en el canal oficialísi­mo del club el pasado 18 de diciembre de 2023.

Desde entonces hasta ahora, hasta este martes en el que aún está fresco el empate en el derbi, han pasado muchas cosas. Entre ellas, que el Sevilla –una vez más– había decidido cambiar de ruta sobre la marcha. Fueron aquellos meses en los que, ya con el equipo enfilando la cuesta hacia arriba, empezaron a salir ciertas informacio­nes acerca de que las cláusulas de penalizaci­ón eran de alguna forma flexibles y, sobre todo, que favorecían al Sevilla en el caso de que el equipo no acabara la temporada entre los diez primeros clasificad­os.

Ya por entonces las cartas estaban muy marcadas y ahora ya pocos se esconden tras las caretas. Quique también se lo piensa. Para empezar, tras varios meses en el club, el madrileño ya sabe dónde están las bombas.

Del Nido Carrasco en la Feria terminaba de despejar las dudas. “Hay un debate en la calle sobre el entrenador. Yo pienso que cuando el equipo encadena malos resultados, lo más importante es ganar. A mí me encantaría que mi equipo ganara y jugase un poco mejor además, pero el entrenador y el club han entendido que lo primero era asegurar resultados, tener más tranquilid­ad y si ganamos al Mallorca intentarem­os proponer otras cosas que le gusten más a la gente”, decía el presidente la semana previa al partido ante el Mallorca, en la que si bien es verdad que Quique escuchó pitos en la primera mitad, con 0-0 y ocasiones de los de Aguirre, el Sevilla terminó ganando con holgura y ganándose la tranquilid­ad, si no absoluta, prácticame­nte hecha realidad.

Quique ha puesto a cada uno en su sitio. Sutilmente lo ha ido dejando caer en sus ruedas de prensa y eso no ha gustado. “Cuando llegué aquí, presidenci­a y dirección deportiva me advirtiero­n de que llegaba a un club intervenci­onista”. Y tanto. Le quitaron el mando al mismísimo Monchi, según denunció el gaditano en su despedida.

LA PIEZA ORTA

Víctor Orta, evidenteme­nte, es otro de los que no se quieren tragar otro sapo con Quique. No lo soportaría tras el estrepitos­o pufo de Diego Alonso. Tanto él como Del Nido Carrasco querrían un técnico más dócil, que entrara

en el plan de futuro de apostar por jugadores jóvenes que se revalorice­n aquí. Pero, claro, solos no van a generar plusvalías. Necesitan un entrenador que los ponga y un equipo que gane. Una ecuación que no siempre se da. Y barato, menos todavía.

Y hasta ahora Quique no ha sido el entrenador ideal para esa idea de Sevilla. Se han sondeado candidatos, varios de ellos, unos cuyos nombres han salido y otros que no. Y el Sevilla, como en otras ocasiones con Castro de presidente, ha recibido, si no negativas, sí ciertas reticencia­s porque el proyecto no convence a un perfil de técnico concreto y los que encajan suponen un riesgo grande. Y ya sabemos cómo acabó el invento de Diego Alonso pese a los avisos de Castro al que por entonces era su vicepresid­ente, ya que Galván –la explicació­n que nadie creyó es que hablaban del entrenador del filial– lo ha dejado en entredicho con su reciente ascenso. Quique, con muy pocos mimbres –a casi media plantilla ni la utiliza– ha sacado al club del atolladero y ha logrado números con los que no contaban los gestores. Rozaría los puestos europeos (octavo con 25 puntos), lo que ha significad­o que el madrileño se haya colado en el plan. Cada vez es más arriesgado prescindir de sus servicios, más si además, en virtud de lo que anunció el club en su día, hay que echarlo. Otra cosa es que ni al propio Quique le apetezca, que también da muestras de ello. Si lo hace, sería dejando las cosas muy claritas y por el apego que le ha cogido a la afición, al club en su concepto global y al grupo con el que trabaja.

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