Diario de Sevilla

EL PLUMERO

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SE le ve a usted el plumero”, me ha escrito más de un lector en su sagrado espacio de los comentario­s que se publican a pie de página. Lo curioso es que también me sueltan con sorna algunos amigos: “Carmen, tú es que no te mojas en los artículos”. Yo siempre agradezco a unos y otros lo que me dicen porque pienso que es una gran suerte que me lean y un acto de generosida­d que lo comenten.

Resulta extraño que llame la atención que se me vea el plumero y a la vez que piensen que no me mojo, no tanto por la contradicc­ión en sí, sino porque yo, el plumero, lo llevo siempre bien visible para que se me note sin tener que hablar de él. En los artículos y en la vida lo exhibo sin el menor pudor. El plumero ideológico, el religioso, el de la amistad, el del compañeris­mo, el de los placeres, el de todo aquello que cimenta lo que soy. Los exhibo, pero no hago proclamas, ni confesione­s de fe porque tengo la experienci­a de que muchos de los que enarbolan los grandes conceptos lo hacen para servirse de ellos. La ideología es pensamient­o y responsabi­lidad, la religión es creencia íntima, la amistad es amor del bueno, el compañeris­mo es respeto y profesiona­lidad. Las mejores cosas de la vida se defienden a través de nuestros comportami­entos que han de ver los demás en nosotros sin necesidad de carnés ni de medallas ni de confesione­s públicas.

Por eso me enorgullec­e que me digan que se me ve el plumero. Lo llevo como una vedette al bajar las escaleras en esta revista de variedades que es la vida: sin mirar al suelo, abierto a la espalda mientras me contoneo para que me miren, formando parte del cuerpo de baile porque una no es una estrella ni tiene las piernas lo suficiente­mente largas. Lo llevo como si me estuviera pintando Tolouse-Lautrec en el Molen Rouge en una suerte de elocuente intimidad exhibida.

Y sí, también me ilusiona que me digan que no me mojo. Entiendo que quieren decir que no digo continuame­nte donde profeso y que me escapo de la actualidad siempre que puedo. Tienen razón. De vez en cuando, escribo un artículo que satisfaga a los que me quieren ver chorreando para poderme dedicar a lo que de verdad me interesa. Pero, además, no quiero que me encasillen porque no soy capaz de no ver buenas razones en los demás y algo de torpeza en las mías. Lo hago, no para eludir contar lo que pienso sino para que conozcan mejor mi intemperie, que es la de todos.

El plumero ideológico, religioso, de la amistad, del compañeris­mo, el de los placeres, el de todo aquello que cimenta lo que soy

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