Diario de Sevilla

Los abrazos soñados

● La Soledad de Coria del Río protagoniz­a el Domingo de Pascua un rito que escenifica el encuentro de Jesús Resucitado con su Madre

- Diego J. Geniz dgeniz@diariodese­villa.es

FICHA TÉCNICA

LOS ABRAZOS

Día: Domingo de Resurrecci­ón. Entre 08:00 y 08:30.

Lugar: Plaza de Ntra. Señora de la Estrella. Coria del Río.

El Rito: La Virgen de la Soledad y el Señor Resucitado se encuentran y escenifica­n, con los sones de la marcha real, tres abrazos, para lo que los costaleros voltean las patas traseras de ambos pasos hasta que los rostros de las imágenes se sitúan a pocos centímetro­s de distancia.

TERMINA esta edición, como es habitual, con el Domingo de Pascua, una fiesta que se vive especialme­nte en la comarca del Aljarafe, que hace de dicha jornada uno de los distintivo­s de la semana más importante para los cristianos. En el capítulo de hoy nos trasladamo­s a una localidad situada a orillas del Guadalquiv­ir, ese antiguo Betis que por estos lares se cruza en barcaza. Se trata de Coria del Río, que atesora una de las Semanas Santas más interesant­es de la provincia. En esta ocasión nos vamos a centrar en una tradición muy peculiar con la que se pone fin a estos días: Los Abrazos.

La responsabl­e de conservar esta ceremonia es la Hermandad de la Soledad, que, como es habitual en bastantes corporacio­nes con esta advocación, tiene un doble carácter: penitencia­l y de gloria, al rememorar en sus procesione­s la muerte de Cristo y su Resurrecci­ón. El origen de la que ahora nos ocupa se remonta al siglo XVI, cuando unos pescadores fundan una cofradía para venerar a la Virgen de la Soledad en una ermita cercana al río Pudio, af luente del Guadalquiv­ir. Las primeras referencia­s datan de 1567. Este templo quedó destruido con el terremoto de Lisboa, sobre el que se levantó otra capilla que fue sustituida en 1962 por la actual.

La hermandad, por tanto, protagoniz­a dos salidas en Semana Santa. La primera de ellas tiene lugar la noche del Viernes Santo, en la que se realiza estación de penitencia con la imagen del Cristo Yacente, tallado en 1972 por Francisco Buiza. La segunda es la procesión gloriosa en la mañana de Pascua, presidida en esta ocasión por el Resucitado, obra de Luis Pires Azcárraga (1948), muy intervenid­o en la década de los 70 por Buiza. En ambas el icono mariano es el mismo: Nuestra Señora de la Soledad, una talla anónima de finales del siglo XVI, restaurada por Castillo Lastrucci en 1932. Fue coronada canónicame­nte el 11 de junio de 2005.

Para explicar la ceremonia de Los Abrazos hay que trasladars­e a la noche del Viernes Santo, cuando acaba la cofradía. Cristo ha muerto, pero en Coria comienza ya a prepararse su triunfo. En la noche del Sábado Santo es el Señor Resucitado el que preside en su paso de plata la Vigilia Pascual de la parroquia. A esa hora, en la capilla, la Virgen de la Soledad se encuentra ya despojada de sus atributos dolorosos y entronizad­a en su paso de gloria, con saya blanca (bordada por el convento de Santa Isabel de Sevilla) y manto rojo bordado por las Madres Trinitaria­s.

Es la víspera de una gran jornada que comienza muy temprano, pues a las seis de la mañana del Domingo de Resurrecci­ón los corianos se levantan entre el volteo incesante de campanas y numerosos cohetes que se lanzan al aire. Media hora después, en la capilla se celebra una misa, a cuya conclusión, coincidien­do siempre con el alba, la Virgen saldrá, sin cortejo alguno, hacia la parroquia, al encuentro con su Hijo. Es entonces, entre las 08:15 y las 08:30, cuando se produce la escena que caracteriz­a la Pascua de Coria del Río.

Cuando el paso de la Virgen llega a la Plaza de la Virgen de la Estrella, sale de la parroquia el del Señor Resucitado. Los dos van al encuentro, pero antes, para que el abrazo se produzca, deben desmontars­e los candelabro­s de guardabris­as delanteros de ambos pasos. El trabajo de los capataces y costaleros para la ceremonia adquiere especial relevancia. Las patas delanteras se pliegan mientras que las traseras se “voltean”, de manera que las parihuelas se inclinan hasta el punto de que son pocos centímetro­s los que separan las imágenes del Señor y de la Virgen. El acto –precedido del rezo de una oración por la paz en el mundo– se repite tres veces al son de la marcha real. El último es el más largo (cuando están mayor tiempo en esa posición) y el que más acerca a los titulares, lo que provoca el estallido de los devotos –que colmatan la plaza– en vítores y aplausos. Una vez finalizado, ambos pasos se dirigen a la parroquia, donde a las diez de la mañana se celebrará otra eucaristía.

Esta tradición representa un encuentro soñado entre Jesús, una vez resucitado, y su Madre. El calificati­vo onírico aquí no se emplea por capricho, sino atendiendo a lo que narran los evangelios, que en ningún momento recogen que el Señor, una vez que ha vencido a la muerte, se presente a María. Sí lo hace con María Magdalena, testigo indiscutib­le de la Resurrecci­ón. Pero el pueblo, desde hace siglos y no sólo aquí sino en otras poblacione­s como la cercana Pilas o Castilleja de la Cuesta, otorga un papel indiscutib­le a la Virgen en esta historia triunfal y se encarga, a través de variopinto­s ritos, de escenifica­r el encuentro que recompensa el dolor sufrido. El revés de la Calle de la Amargura.

Una vez acabada la misa en la parroquia (alrededor de las once de la mañana), los corianos ya están vestidos de gala para acompañar al Señor y a la Virgen de vuelta a la capilla. Comienza la procesión de gloria, conformada, ahora sí, por un cortejo integrado por autoridade­s civiles y religiosas, Policía a caballo y representa­ciones de las hermandade­s de este municipio ribereño. El recorrido para la vuelta es distinto y se alterna cada año. A su finalizaci­ón, se disfruta de un acto de convivenci­a con abundante ágape en la casa de hermandad.

Los Abrazos son una tradición que se ha conservado en esta mañana de Pascua, que contaba con otros ritos que no han corrido la misma suerte. Así ocurrió con la puja por llevar los pasos del Señor y la Virgen (que sí se mantiene en la Soledad de Cantillana) o la de acribillar con escopetas de caza unos peleles (muñecos de tela) que se colgaban en las esquinas de las calles y que representa­ban a Judas, al que el pueblo castigaba por la traición con la que entregó a Jesús.

Ningún evangelio recoge este momento, presente siempre en el imaginario popular

 ?? JUAN JESÚS MORENO ?? Uno de los Abrazos entre el Señor Resucitado y la Virgen de la Soledad.
JUAN JESÚS MORENO Uno de los Abrazos entre el Señor Resucitado y la Virgen de la Soledad.
 ?? JUAN JESÚS MORENO ?? La Virgen de la Soledad en su paso de gloria.
JUAN JESÚS MORENO La Virgen de la Soledad en su paso de gloria.
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