Una luz se enciende en la Alfalfa
El emblemático bar Casa Manolo, en pleno corazón de la ciudad, que fue una de las primeras víctimas de la crisis por el Covid, vuelve a abrir sus puertas el viernes
UNA sorpresa para los transeúntes que pasan por la plaza de la Alfalfa, esa zona donde según Ismael Yebra nació realmente la ciudad de Sevilla. El mismo fin de semana en el que vuelven los cines de Unión Cine Ciudad (Avenida y Los Arcos), con el mismo nombre y en el mismo sitio vuelve Casa Manolo, junto a la mágica conf luencia de las calles Pérez Galdós y Alcaicería. El centenario de la muerte de don Benito fue un Trafalgar horrible, un naufragio universal que impidió celebrar como era debido el siglo del escritor canario que fundió literatura con historia en los Episodios Nacionales.
Alcaicería de la Seda nos traslada a los orígenes árabes de la ciudad. Ayer había zafarrancho en Casa Manolo, sillas fuera, albañiles dentro. Fue una de las primeras víctimas en el efecto dominó de la crisis y su regreso es un saludable signo de esperanza. Compré este periódico que ustedes leen en el quiosco de la plaza de la Alfalfa y tenía la noticia allí al lado. En una de las esquinas de este escenario tan singular unido a una cantaora, la Niña de la Alfalfa, al sacrificio de un costalero de San Bernardo y al Gran Tino, ese bar donde Garmendia dejaba siempre escritos a mano sus recados de escribir y los dibujos con los que los ilustraba.
La primavera sin procesiones será más llevadera con Casa Manolo abierto. En su anterior etapa, allí concluimos un paseo urbano con Eduardo Saborido iniciado en la sede del sindicato en la calle Morería, donde está ese periódico belga con las fotos de los diez procesados en el Proceso 1001 como futbolistas de un equipo entrenado por Helenio Herrera. Plaza de la Alfalfa rodeada de los oficios de su callejero: Boteros, Odreros. Una residencia de ancianos donde estuvo la sede de la UGT, la calle Alonso el Sabio donde conviven en un mismo edificio, junto a las Siete Revueltas, una sombrerería y el estudio de unos jóvenes arquitectos. El lunes enterraron a Juan Robles y la reapertura de un bar histórico de Sevilla es una pócima para el consuelo del gremio. Robles, como el estudiante de Salamanca de la obra de Espronceda, en realidad había asistido a su propio entierro cuando encabezó la manifestación del sector en demanda de ayudas y de mayor sensibilidad. Fue su canto del cisne, aplaudido por sus compañeros. Desde donde esté, saludará que una nueva bandera ondee en el castillo de los bares, esas fortalezas para el reencuentro de los confinados, para la sintonía de los desafinados.
El doctor Yebra se sabe de memoria este dédalo de calles, tiene un memorial de desayunos y aperitivos en Casa Manolo, que no es una franquicia aunque también haya uno en la Macarena, calle don Fadrique, extensión del puesto de calentitos, y hubiera otro en San Jorge, en Triana, que tiró finalmente la toalla. Los Manolos fueron un grupo que se hizo famoso en los Juegos Olímpicos de Barcelona. Los Manolos en Sevilla, la ciudad de los don Manuel (Olivencia, Clavero, Losada Villasante, Lopera) forman una confederación en el mester de tapería en el año que tendrán lugar los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna en año impar. Los primeros Juegos en los que los atletas del tiempo llegarán a los 365 días, no a los 366 de cada cita en año bisiesto. Los camareros son los últimos juglares y los primeros psiquiatras de este nuevo sociodrama de normas y estadísticas. En una Semana Santa reducida al absurdo en la que Rodríguez Buzón le pasó los trastos a Kafka para el pregón. Volvía el Cristo de los Javieres hacia la plaza de San Pedro, junto al Bache, el restaurante donde comió Barack Obama en su segunda visita a Andalucía.
En la plaza donde tiene sus oficinas Persianas Alfalfa, todo para el nazareno, vuelven a abrir la puerta de un bar histórico. No pasarán nazarenos, pero sí penitentes sin capirote en esta pandemia que firma armisticios pero no da tregua, que juega a las olas con un reloj de arena. La Alfalfa es un promontorio, en Triana le dicen altozano, con vistas al Salvador por Alcaicería y a la Campana por la Cuesta del Rosario. Cerca de la iglesia de San Isidoro que fue antigua sinagoga.