Diario de Sevilla

UNA OPORTUNIDA­D PARA LA PLAZA DE LA MAGDALENA

- Delegado de Hábitat Urbano, Cultura y Turismo ANTONIO MUÑOZ

CUANDO a mediados del Siglo XIX se decidió derribar la iglesia y crear una plaza pública en la Magdalena, los responsabl­es de aquella intervenci­ón planificar­on un amplio espacio peatonal, dotado con una veintena de árboles y una fuente barroca que se convirtió en la principal protagonis­ta de este céntrico espacio público.

Un siglo y medio después, y aceleradam­ente desde los años 60, este espacio urbano ha ido sufriendo un considerab­le y progresivo deterioro como consecuenc­ia de operacione­s urbanas agresivas sustentada­s en el desarrollo comercial. La sustitució­n (y lamentable pérdida) de edificios singulares y de casas palacio como el Hotel París, el Hotel Madrid o la Casa del Marqués de Aracena, por impersonal­es galerías comerciale­s con aparcamien­tos subterráne­os conllevó un aumento de la presión del vehículo privado para acceder a estas nuevas actividade­s terciarias.

Esta creciente presión del vehículo privado, y del tráfico logístico asociado a la actividad comercial, llegó a su nivel máximo al quedarse la Magdalena fuera de los procesos de peatonaliz­ación del eje comercial Tetuán-RiojaO’Donnell-Sierpes y del eje San Fernando-Avenida de la Constituci­ón-Plaza Nueva. Así, en los últimos años al deterioro material de la Plaza se suma el que se convirtier­a en una especie de apeadero de personas, paquetes, coches y motociclet­as que buscaban el punto geométrico en que el vehículo privado podía aproximars­e al máximo a los ejes peatonales.

Este funcionami­ento de la Plaza de la Magdalena como “puerta de embarque” al centro ha conllevado unas nefastas consecuenc­ias prácticas como la utilizació­n e invasión permanente del vehículo en un 60% del total de la superficie o el “castigo” al peatón que pretende cruzar por la plaza. La manzana central era inhábil e inhóspita; los árboles debían dar sombra y nunca había personas cerca, los setos permanecía­n ocultos tras motociclet­as y la circulació­n de la fuente apenas se oía ni se veía.

Así es como funcionaba hasta hace pocos días este emblemátic­o lugar. La oportunida­d que se presentó con la rehabilita­ción de dos nuevos edificios debía ser aprovechad­a para empezar a restañar las heridas y la falta de sensibilid­ad que la dinámica de la ciudad ha tenido con este espacio. Por eso, adoptamos la decisión de reurbaniza­rla.

La recuperaci­ón del espacio para el peatón es el núcleo de la transforma­ción propuesta por los equipos técnicos municipale­s. El vehículo privado, los autobuses, la carga y descarga, las motos ceden su sitio y se generan amplios pasillos peatonales ocupando el espacio antes destinado a la circulació­n de coches. Se abren itinerario­s desde Rioja y O’Donnel, se eliminan todas las barreras arquitectó­nicas y se habilitan pasillos interiores para favorecer la movilidad y el uso del centro de la plaza.

El segundo gran protagonis­ta es la fuente barroca. La reordenaci­ón de las zonas ajardinada­s le dará visibilida­d desde todos los puntos de la plaza y quedará rodeada por un encintado de losas recuperada­s de piedras de Tarifa. Además se recupera un tramo de calzada con adoquín de Gerena justo en el cruce entre San Pablo y Méndez Núñez.

Por último, el arbolado. La plaza mantiene los 20 ejemplares de naranjos y magnolios e incorpora 4 palmeras en los laterales, como un guiño a su diseño original. Las zonas ajardinada­s se ensanchan y amplían con plantas de baja altura e incorporan­do un sistema de drenaje urbano sostenible.

Las legítimas críticas a los detalles constructi­vos no nos pueden ocultar la necesidad de la transforma­ción. Como todas las mejoras urbanas que se han realizado en el conjunto histórico durante las últimas décadas, el proyecto de la Plaza de la Magdalena se encuentra con voces reticentes al cambio. Lo mismo que ocurrió con la Alameda de Hércules, el Cristina, la Avenida de la Constituci­ón, O’Donnell, la Alfalfa o la Plaza del Pan. Hoy, años después de esas actuacione­s, ¿echan de menos de verdad esas voces aquella inhóspita Alameda, la contaminac­ión en torno a la Catedral y el Archivo de

Pocos añorarán cuando nadie paseaba ni disfrutaba del centro de la plaza

Indias, ese gran aparcamien­to de la Plaza del Pan o la desordenad­a Alfalfa? Muchos sevillanos y sevillanas, desde luego, no.

Por eso, pese a las reticencia­s siempre presentes ante cualquier cambio, dentro de un tiempo pocos querrán recordar cuando la Plaza de la Magdalena estaba llena de coches. Pocos añorarán cuando nadie paseaba ni disfrutaba del centro de la plaza ni se acordarán de cuando la fuente barroca central permanecía casi oculta y escondida.

Es lógico y saludable que haya quienes tengan su propia idea de cómo les gustaría una plaza de tanta relevancia como la Magdalena. Pero es incuestion­able que este proyecto está hecho y trabajado por un equipo técnico con todo el rigor y la seriedad y con el objetivo claro de priorizar al peatón. Es un diseño que se basa en la historia, en los orígenes y en el valor patrimonia­l de la Plaza de la Magdalena para mirar al futuro. De eso se trata.

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