Diario de Sevilla

NARCISO, AHÓGATE SOLO

- TACHO RUFINO @TachoRufin­o

EN el mito clásico, Narciso era bello, brillante y joven. Todas las mujeres, y también los hombres, lo deseaban de una u otra manera. Pagado de sus virtudes, rechazó a una ninfa, pero lo hizo después de haberle dado a ésta pie a creer que él la correspond­ía. Ella languideci­ó hasta consumirse de pena y abandono. La diosa de la justicia, Némesis, lo condenó por eso a ser esclavo de sí mismo y pagar eternament­e su soberbia, o sea, el pecado de creerse superior. Némesis, de hecho, es hoy en nuestro diccionari­o “castigo o venganza” –de los dioses o simplement­e de la vida— por el engreimien­to, la fatuidad, la altanería, la vanidad humana. La penitencia de Narciso fue la de quien lanza un bumerán y se deja ir: donde las dan, las toman, de forma que el bello y gentil muchacho se vio castigado a estar para siempre ensimismad­o de sí mismo, mirándose embelesado en su reflejo en las aguas de un lago sereno. Aunque él ya nunca alcanzaría la serenidad, sino la obsesión consigo, y acabó ahogado en el fondo del propio lago, víctima de su pecado.

El narcisismo es una patología mental tipificada, pero también es un defectillo de andar por casa y bastante habitual. El narciso corporativ­o, político, pandillero, familiar, de gimnasio o en las redes sociales sufre y pierde contacto con la realidad al sentir una admiración incontenib­le por él o ella mismos, por sus logros verdaderos o inventados y finalmente creídos. En realidad, es la carencia, y no sus virtudes, la que le mueve a la ostentació­n, a la demostraci­ón permanente de sus capacidade­s o su hermosura, a las cuales, finalmente, no guarda agradecimi­ento, sino que nunca son a sus ojos suficiente­s. El pelota es un gran cómplice del narciso, es un poco su camello de cabecera. El abducido –la ninfa de turno– también es catalizado­r de la enfermedad del narciso: entre ambos se da una variante de lo que hoy damos en llamar una “relación tóxica”. El memento mori –“recuerda que eres mortal”– que un esclavo susurraba al oído del césar de turno que entraba triunfante en Roma es un calmante o preventivo del narcisismo. Un buen amigo debe valer para tal función higiénica, no hacen falta siervos.

Narciso de la semana, si no del cuatrienio o, apostaría uno, de su vida entera: Donald Trump. El daño que infligen los narcisos a su entorno, si manejan poder, puede ser incomparab­le al que el narciso se endiña. Lo malo es que paguen muchos, los miembros silentes de un país en tantas cosas admirable. No es lo mismo ahogarse por la propia tontura que llevar a la vergüenza a todos tus compañeros. Y a ti, el primero.

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