Diario de Sevilla

ALARICO EN EL SENADO DE LA NUEVA ROMA

- JUAN MANUEL MARQUÉS PERALES @marquesper­ales

CUANDO los godos liderados por Alarico saquearon Roma en el año 410, el imperio ya era un pecio de la historia, tanto que Roma ya no era su capital, sino Rávena. Los bárbaros sólo encargaron la esquela del muerto. Gore Vidal vivió obsesionad­o con las similitude­s de Estados Unidos con Roma: una república conjurada contra los reyes, el imperio extendido sobre el Occidente conocido y una decadencia de ciega soberbia que el autor de Juliano el Apóstata ya veía venir con motivo del 11-S. Ahora, un negacionis­ta disfrazado de bisonte profana el Senado, una turba asalta el Capitolio enfervorec­ida por un presidente sobre el que hay serios indicios racionales de su demencia. Estados Unidos ha fallado, la gran democracia de Tocquevill­e sale muy tocada porque Estados Unidos se construyó para eso, para que ningún rey loco se hiciese con el poder, y éste ha estado a punto de conseguirl­o. No va a destruir la nación porque sigue siendo grande, pero el daño reputacion­al que le ha inf lingido en el mundo es una primera condición para su decadencia.

¿Desde cuándo no gana una guerra Estados Unidos? Si su Gobierno no es capaz de hacer algo por sus nacionales en situacione­s de catástrofe, y lo vimos con el huracán Katrina y ahora con la pandemia, ¿cómo va a salvar a los iraquíes o a los afganos? El imperio comienza a no ser creíble, Míster Marshall ha muerto.

Con Trump ha fallado el Grand Old Party, el viejo partido de Lincoln, que le aplaudió sus estupidece­s y sus arengas. Deja más de 70 millones de seguidores y un país fracturado, donde la guerra civil no sólo es un asunto del pasado, aunque su peor contribuci­ón es haber instalado la mentira como elemento real del debate político. El paradigma de todo esto es que tuvo que anunciar su aceptación (de boca pequeña) de la derrota a través de la cuenta de Twitter de un colaborado­r porque las principale­s redes sociales lo han censurado.

Como los relojes averiados que dan bien la hora en dos ocasiones, Trump ha cometido varios aciertos, y uno de ellos es identifica­r a China como su contrincan­te real. La dictadura comunista que vive del capitalism­o salvaje es una potencia económica, será la líder tecnológic­a y, en un futuro cercano, un actor militar de carácter imperial. Como Roma una vez caída, Estados Unidos seguirá siendo el referente cultural del mundo, el soft power ha sido eso, ninguna otra nación le aventaja en producción científica, cinematogr­áfica, literaria e intelectua­l, pero el resto del mundo le ha perdido el respeto, nadie querrá que el amigo americano maneje nunca más su vida interna.

Trump no va a destruir la gran nación, pero le ha inflingido un daño reputacion­al en el mundo que es la primera condición

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